El indio dentro

 

Ignacio Camacho-ABC

  • Cuando Sánchez quiera soltar lastre será tarde porque Iglesias ya habrá iniciado la maniobra de desanclaje

La última víctima -por ahora- de Iglesias en el Gobierno ha sido el ministro más proclive a sus tesis de proteccionismo de rentas. Nada nuevo: el totalitarismo siempre empieza purgando a sus enemigos, continúa por los disidentes, luego por los indiferentes y acaba por depurar a sus propios partidarios. Escrivá midió mal sus fuerzas; al vicepresidente le bastó plantarse en Moncloa y despachar un rato con Sánchez y Redondo para torcerle el brazo. Y ni siquiera le evitó el escarnio de enterarse por los periódicos de que habría renta mínima en mayo. A lo más que el titular de la Seguridad Social puede aspirar ya para no quedar desairado es a que le concedan una ampliación técnica del plazo. María

Jesús Montero, que también se había opuesto a la medida, tuvo igualmente que tragarse el sapo. La vicepresidenta Calviño ya no cuenta, reducida al papel meramente diplomático de intentar que Bruselas digiera el desparrame presupuestario. Porque además el líder de Podemos no se conforma con ejercer el mando sino que se cuida de que los demás lo tengan claro. Y ahora prepara su propio documento programático para amarrar al presidente en su simulacro de pacto.

Pero Iglesias manda porque Sánchez le deja. Siguiendo la teoría de Johnson con Hoover, prefiere al indio dentro de la tienda para que mee hacia fuera y haga a la vez de barrera de contención y de ariete contra la oposición y la prensa. El rol del consejero McNamara lo hace Redondo, con quien el caudillo del partido morado ha construido una entente de excelente avenencia. Ambos coinciden en una visión de la política como arte de la propaganda y están encantados con los poderes excepcionales del estado de alarma, que les proporciona la audiencia masiva de una población confinada y las herramientas legales para evacuar decretos sin tasa. La idea del gurú presidencial es la de evitar que Podemos se desmarque y capitalice el descontento, y para ello necesita mostrarse obsequioso con sus deseos. Sucede que el jefe comunista tiene algo de lo que el sanchismo carece: iniciativa, empuje y, sobre todo, proyecto. Un proyecto autocrático que Moncloa considera útil al menos durante un tiempo.

La cuestión clave de esa alianza de conveniencia es la de quién la romperá antes. La crisis de la pandemia le ha puesto la ocasión en bandeja a Sánchez pero siente vértigo de soltarse. Aunque detesta a su socio tanto como éste lo desprecia a él, prefiere mantenerlo subido en el tándem porque cree que el usufructo del poder lo vuelve fiable. No volverá a tener una oportunidad igual de cambiar de pareja de baile y abordar desde una mayoría de Estado una etapa de aterradoras dificultades. Pero sus cálculos, y los de su asesor de cabecera, no son estratégicos sino electorales. Y cuando quiera deshacerse del lastre para ir a su aire será tarde: Iglesias ya habrá iniciado por su cuenta la maniobra de desanclaje.