JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 02/04/17
· Los habíamos olvidado pero se empeñan en regresar. La benignidad de un juez de vigilancia penitenciaria y el matonismo bajo mano de Otegi y Sortu, nos retrotraen a escenarios pasados.
No vayamos a olvidar la historia reciente entre los humores euforizantes de un propagandístico “desarme” de la organización terrorista ETA que se producirá (?) con acompañamientos impensables -el Gobierno vasco medita estar con los “artesanos de la paz” (sic) cuando anuncien la localización de los arsenales el próximo día 8- y reclamación al Gobierno para que “se mueva” y altere la política penitenciaria de dispersión de los presos de ETA.
Incluso se adelanta que los dirigentes de la banda podrían convocar una asamblea “epistolar” posterior a la entrega de las armas para debatir su disolución. Quien crea que el itinerario de los terroristas es tan lineal y le atribuya autenticidad es que no ha aprendido absolutamente nada de la naturaleza perversa de esta maquinaria criminal que ha asesinado a 859 personas, extorsionado a más de 10.000, secuestrado a decenas, destruido por valor de incontables millones de pesetas y euros, y atemorizado a cientos de miles de vascos y otros españoles.
Resulta muy inquietante, por esa razón, que en este tiempo previo a la ‘perfomance’ del desarme (el próximo sábado en la localidad francesa de Bayona) se produzcan dos noticias no suficientemente destacadas en los medios de comunicación. Por una parte: el juez de vigilancia penitencia de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, ha autorizado a Francisco Javier García Gaztelu -en primer grado penitenciario en la cárcel de Huelva- a visitar a su padre que padece de movilidad reducida y está enfermo.
Este tipo, cuyo alias es el de ‘Txapote’, fue condenado (autoría, inducción, cooperación necesaria) por los asesinatos de Gregorio Ordoñez, «ejecutado” con un tiro en la nuca el 24 de enero de 1995 en San Sebastián; de Fernando Múgica Herzog, dirigente socialista, de varios tiros por la espalda en San Sebastián el 6 de febrero de 1996; de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP de Ermua, de dos tiros en la cabeza el 13 de julio de 1997; de Fernando Buesa, consejero del Gobierno vasco y dirigente del PSE y de su escolta el ertzainza Jorge Díez, por la explosión de un artefacto en Vitoria el 23 de febrero de 2000; y del periodista y militante antifranquista José Luis López de Lacalle de dos tiros por la espalda en Andoaín el 7 de mayo de 2000.
Entre otras, estas víctimas están en el historial de Txapote, que sale de la cárcel -contra el criterio de la Junta de Tratamiento- gracias a la benevolencia del juez de vigilancia penitencia de la Audiencia Nacional pese a que el que fuera jefe “militar” de ETA no haya pronunciado una palabra de arrepentimiento por sus crímenes. El fiscal no se ha opuesto.
Es un momento para la alerta. Se trata de no blandear ante la representación etarra, secundada de forma torpe por el Gobierno vasco.
Por otra parte, y para que las huestes etarras y afines no se les desmanden a Arnaldo Otegi y a Sortu, el exetarra ha encomendado a su conmilitón, José Antonio López Ruiz, alias ‘Kubati’, que imparta conferencias por Euskadi y pastoree en la mejor doctrina de la resistencia y el orgullo criminal a aquellos que tengan la tentación abandonista tras la supuesta entrega de las armas por la banda terrorista. Kubati -que resulta, al parecer, muy persuasivo- fue el asesino material el 10 de septiembre de 1996 en la plaza de Ordizia (Guipúzcoa) de María Dolores González Cataraín, alias Yoyes, antes dirigente “militar” de ETA y que regresó, arrepentida, a su pueblo. Cayó exánime tras ser baleada ante los ojos atónitos de su hijo de tres años.
Su asesinato por este tipo -el tal José Antonio López Ruiz, ‘Kubati’- resultó un eficacísimo mensaje a los miembros de ETA que estuvieran en la tesitura de la duda sobre la violación del voto de clausura cuando se ingresaba en la banda. Es lógico que Arnaldo Otegi le haya encomendado advertir a los entornos de ETA y a los propios presos que se estén quietos y permanezcan obedientes sin sacar conclusiones propias sobre el significado del supuesto desarme de la banda terrorista.
Los habíamos olvidado -una política española recordó hace un par de días que como Borges nos enseña el olvido es la mejor venganza y el mejor perdón- pero se empeñan en regresar. La benignidad sin condiciones de un juez de vigilancia penitenciaria y el matonismo bajo mano de Otegi y Sortu, nos retrotraen a escenarios que creímos propios de un tiempo irreversiblemente pasado.
Este es un momento para la alerta. Se trata de no blandear ante la representación etarra, secundada de forma increíblemente torpe por el Gobierno vasco que preside Urkullu en coalición con los socialistas del PSE. Se trata, sencillamente, de que no nos los creamos. Ahí están, ‘Txapote’, un criminal en serie sin adarme de pesar por sus crímenes, y ‘Kubati’, un asesino despiadado de su propia compañera, como avisos de que esto no se ha acabado y de que ETA intenta estirar su presencia en la sociedad española mediante su penúltimo y publicitado engaño.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 02/04/17