EL MUNDO – 28/12/15
· Después de 10 horas de debate, la asamblea concluyó con 1.515 votos a favor de la investidura de Artur Mas y 1.515 en contra / La dirección decidirá el futuro del ‘procés’ el próximo 2 de enero.
· División máxima en la asamblea de la CUP, que ayer se saldó sin acuerdo y con un empate exacto entre los partidarios de investir a Artur Mas y los detractores de facilitar su reelección a cambio de una independencia exprés en 18 meses.
En concreto, hubo 1.515 votos de los militantes y simpatizantes que secundaron cada una de las opciones en una jornada maratoniana de 10 horas en Sabadell que reunió a más de 3.000 personas. Un resultado que ahora deberá resolver la cúpula del partido en un consejo convocado para el día 2 de enero, no sin antes emplazar de nuevo a Junts pel Sí a presentar un candidato alternativo a la Presidencia de la Generalitat.
Lo que parece claro es que el líder de CDC se comerá las uvas sin ser reelegido y con una Cataluña paralizada institucionalmente tres meses después de las elecciones del 27-S. De hecho, el empate de ayer tras 10 horas de debate sirvió a la CUP para volver a exigir un candidato alternativo a Convergència y Esquerra. «Junts pel Sí tiene la oportunidad de hacer una nueva propuesta», lanzó la número dos de la formación anticapitalista, Anna Gabriel, una de las voces más contrarias a investir a Artur Mas como presidente de la Generalitat.
La votación de ayer en la asamblea, con 1.515 votos favor y en contra del president, evidenció las tensiones internas que genera la figura del líder de Convergència en el seno de la CUP, un partido que no ha dudado en protestar contra el último Ejecutivo de CiU por los recortes y los casos de corrupción que acechan a la formación nacionalista.
Ahora, será el Consejo Político y el Grupo de Acción Parlamentaria quienes decidan cómo resolver el empate en una reunión fijada para el 2 de enero. El primer órgano es de rango inferior a la asamblea y está formado por unos 60 representantes de organizaciones territoriales, mientras que el segundo lo integran los diputados del Parlament. En total, serán alrededor de 70 personas las que decidan cómo resolver el entuerto si no llega otra propuesta de Junts pel Sí con un candidato alternativo, algo que la coalición soberanista ha rechazado en varias ocasiones.
«El procés da una aritmética diabólica», se excusó el líder de la CUP en el Parlament, Antonio Baños, tras una jornada maratoniana que empezó a las 9.00 de la mañana y terminó pasadas las 20.00 de la tarde. El diputado se refería también a los resultados que arrojó el 27-S, con 62 diputados para Junts pel Sí y 10 para la CUP, una combinación que requiere de un pacto entre ambas formaciones –totalmente antagónicas en materia económica– para lograr la investidura del president.
De hecho, éste ha sido el caballo de batalla de un partido que cerró la asamblea de ayer con sus dos almas profundamente divididas. En la sucesión de las votaciones que hubo a lo largo de la jornada, el no a Mas se impuso por la mínima, con apenas un puñado de papeletas de diferencia entre sus partidarios y detractores. La opción de abstenerse en la investidura y trasladar la presión del acuerdo a otras formaciones como Catalunya Sí que es Pot –marca de Podemos en la comunidad– fue la primera en caer, al conseguir apenas un 3,42% de respaldo en una votación que fue secreta.
A media tarde quedaron las dos opciones más categóricas: o sí o no a la oferta de que el líder de CDC presidiera la Generalitat junto a Raül Romeva, Oriol Junqueras y Neus Munté como vicepresidentes de las áreas de Exteriores, Economía y Servicios Sociales.
Un duelo frente a frente entre Poble Lliure y Endavant, las dos facciones internas de la CUP
La primera prioriza la consecución de la independencia y es partidaria de investir a Mas para iniciar el proceso de «desconexión» pactado con Junts pel Sí en el Parlament. Su cara más visible es Albert Botran, diputado de la formación y miembro de Òmnium Cultural, una de las entidades impulsoras del proceso soberanista en la calle junto a la Asamblea Nacional Catalana (ANC).
La corriente más crítica es Endavant, una facción que ha manifestado en varias ocasiones su rechazo a Mas y su apuesta por celebrar unas nuevas elecciones en tres meses. Una de sus líderes es la propia Anna Gabriel, número dos del partido. Más armada territorialmente que Poble Lliure, sus militantes incluso abren la puerta a pactar una coalición de izquierdas amadrinada por Ada Colau después de la victoria de En Comú Podem en las generales con su promesa de celebrar un referéndum vinculante en Cataluña en menos de un año.
«Yo creo que ni ellos saben lo que va a pasar», murmuraba Mas al presidente vasco, Iñigo Urkullu, durante la reunión que mantuvieron tras el partido entre la selección catalana y la vasca celebrado en la noche del sábado, sólo unas horas antes de que la CUP empezara a discutir el futuro político del president en funciones.
La frase del jefe de filas de Convergència resultó mucho más premonitoria que la pronunciada por el líder de la CUP en el Parlament el pasado 22 de septiembre, a sólo cinco días de las elecciones en las que los catalanes decidieron poner en manos de la formación la continuidad de Mas como presidente de la Generalitat. «No votaremos nunca una investidura de Mas. Y nunca es nunca. Nunca, nunca y nunca. Así que nuestros votantes pueden estar tranquilos», dijo entonces Antonio Baños, quien demostró no conocer a las bases de su propio partido que propiciaron un resultado salomónico e hicieron trizas una promesa repetida durante toda la campaña electoral.
En este sentido, otro de los temores de la CUP era que el resultado de la asamblea más numerosa de su Historia propiciara una huida masiva de militantes disconformes con la opción escogida. El propio argumentario repartido entre los militantes del partido antisistema antes de la votación subrayaba con énfasis que cualquiera de los escenarios en liza tenía ventajas y desventajas con consecuencias importantes tanto para el partido como para el proceso soberanista.
El documento destacaba, primero, los riesgos de empujar a Cataluña a unas nuevas elecciones e incidía en que no investir al líder de Convergència supondría acabar con «la confrontación con el Estado español» y conllevaría «una pérdida sensible del apoyo a las tesis independentistas».
Por contra, la CUP también señalaba a los militantes que forzar unos nuevos comicios provocaría «la probable ruptura de Junts pel Sí» y un previsible «debilitamiento» de CDC en favor de ERC y la propia formación antisistema, que saldría reforzada por su «coherencia discursiva, pese a la presión política y mediática» para investir a Mas.
El visto bueno de las bases de la CUP al líder de CDC le hubiera permitido ser investido el próximo jueves 31 de diciembre y hubiera reforzado al soberanismo catalán, que podría haberse jactado de finalizar el año con un Parlament y un jefe de Gobierno nítidamente independentistas y dispuestos a impulsar la hoja de ruta secesionista diseñada antes del 27-S por CDC y ERC y certificada por la CUP.
En cambio, el procés sigue ahora en suspenso, con un guión que fijaba marzo de 2017 como fecha límite para «desconectar» Cataluña del resto de España. La previsión era que dentro de 15 meses la región contara ya con unas estructuras de Estado propias y una Constitución redactada. Acabado ese periodo, el Govern declararía la secesión y, a continuación, se convocarían unos comicios constituyentes para escoger al primer Govern de la eventual República de Cataluña y se convocaría un referéndum para aprobar su constitución.
EL MUNDO – 28/12/15