Justicia matemática

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 28/12/15

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Dice John Allen Paulos, en La vida es matemática (Tusquets), las memorias más instructivas que se hayan escrito: «Si barajamos mucho las cartas y después examinamos el orden en el que resultan estar, sería justificado concluir que la probabilidad de que ocurra esa disposición concreta de los naipes viene a ser de 1 entre 10 elevado a 68. Se trata de una cifra diminutamente diminuta. Pero aun así no estaría justificado concluir que el orden resultante después de barajar no habría podido darse porque a priori había una probabilidad, muy, muy ínfima de que ocurriera. Algún orden tenía que salir después de barajar los naipes y resultó ése en particular. (…)

La resistencia a esta clase de consideraciones se debe, creo yo, a una creencia religiosa en que el acontecimiento en cuestión y su estela de acontecimientos han sido ordenados, dispuestos, cósmicamente especiales o un milagro.

La mayoría de la gente no repara en que la cantidad de coincidencias que podrían observarse crece de manera exponencial con el aluvión siempre creciente de números, acrónimos, hechos y deshechos, blogs, tuits, anuncios y los datos masivos que nos invaden, en general, siempre que estamos despiertos. La inmensa, inmensísima mayoría de esta cantidad descomunal de casualidades no tiene ningún significado, a pesar de la tendencia generalizada a interpretarlo casi todo con una trascendencia personal. (…)

Quien se sienta en la necesidad de interpretar [una secuencia aleatoria de 250 simulaciones de lanzamientos al aire de una moneda] tendrá que inventar enrevesadas explicaciones que siempre serán falaces. Las secuencias aleatorias rara vez parecen totalmente aleatorias. (…)

El cerebro humano, un activo buscador de patrones, nos insta a encontrar un significado y un agente detrás de casi todo. Esto tal vez se deba a nuestro desarrollo evolutivo en entornos con poca información, pero, sea cual sea la causa, el cerebro está especializado en ver patrones donde no los hay, a inferir una voluntad donde sólo hay casualidad y a inventar entidades inexistentes que parecen explicativas. (…)

Sin duda la coincidencia más asombrosa de todas sería la ausencia total de coincidencias».

Tengo el máximo respeto por Paulos. Un matemático lee el periódico es uno de los más grandes libros sobre periodismo que se han escrito aunque debe de haberlo leído 1 entre 10 elevado a 68 de los periodistas, vista la ausencia de pensamiento estadístico, que no de propaganda estadística, que nutre los periódicos. Comprendo que la posibilidad de que surgieran en la asamblea de la llamada Cup (hay entes que no merecen el prestigio convencional que les dan las palabras) 1.515 síes y 1.515 noes era exactamente la misma de que surgieran 1.530 síes y 1.500 noes. Observo con estupor la majestuosidad psicológica, y cuando digo psicológica es que no sé qué decir, con que los hechos y las decisiones se acaban decantando hacia lo binario, infringiendo cualquier ley, arrastrando por el lodo cualquier lógica, hasta devenir en el cabaret dadá de una asamblea anticapitalista partida entre los que quieren liquidar a un capitalista y los que quieren darle el poder. Y al contrario del indigente creacionista, y portavoz de la asamblea, que ayer la llamó «diabólica», creo que la aritmética no tiene ningún sentido.

Pero no, John Allen, sir.

Yo vengo de las letras, es decir, de un desconocimiento netamente superior y sé que el empate no puede ser una coincidencia. Sé que el empate, su ridículo inverosímil es, en primer lugar, lo que merecen. Y no me refiero estrictamente a lo que merecen estos, los últimos de la clase, sino lo que merece el presidente educado en el Liceo Francés y padre evasor en Lichtenstein. Una nueva vuelta de tuerca. Otro paseo por el lodo. La maldición de Tarradellas, en su postrera invocación al catalanismo: «Hagan lo que quieran, menos el ridículo». Y lo que merecen, uno por uno, estrictamente, todos los irresponsables votantes de Junts pel circ: ahí, con la cabeza en el cadalso, y que caiga la guillotina, y se quede inesperadamente a medias, trabada; y las tricoteuses aplaudan, porque aún hay partido.

El empate es también lo que merece Julià de Jódar, y es un mero ejemplo entre mil, pero ni renuncio a señalar ni renuncio a la eufonía. Este debe de ser, por sus antecedentes, uno de los que en estos días habrá tenido la fatuidad inmoral de verse sometido al tormento de la independencia o la revolución. Como es fama, una discusión similar centró los debates, y los tiroteos, entre la izquierda oficial y la off en plena Guerra Civil. La izquierda oficial acabó acertando: se perdió la guerra y se perdió la revolución. El empate es lo que merecen estos farsantes y la mejor manera de que se vea su farsa vil. ¿Guerra? ¿Revolución? ¡Puaj!, solo fútbol. Pero me equivoco. La mejor manera es subrayar que en la asamblea cupificada estuvieron Enric Marco y su sistema.

El empate nos devuelve la verdad más insoportable. Alguien la ha dejado escrita en un extraño blog anónimo llamado El extranjero profesional. «Ni Cataluña será independiente ni dejará de intentarlo».

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 28/12/15