- Los expertos apuntan a tres escenarios probables en la guerra de Ucrania: ocupación total, división del país o salida negociada. Y todos plantean problemas para Rusia)
Con el fracaso de la guerra relámpago con la que el Kremlin quería poner a Ucrania de rodillas en 48 horas, la invasión ha entrado en una nueva fase más compleja. La estrategia original —eficiente y económica— apuntaba a una toma rápida de Kiev para derrocar o hacer huir al presidente Volodímir Zelenski e instaurar un gobierno títere en la capital. Este escenario daba a Moscú una posición de fuerza absoluta para ‘negociar’ a su gusto el fin de las hostilidades. Nada de eso ha sucedido. La resistencia ucraniana, los problemas logísticos del Ejército ruso y las masivas sanciones occidentales como respuesta a la ocupación de Ucrania han sacudido por completo los escenarios del conflicto que se barajaban hace apenas dos semanas. Pero la pregunta definitiva sigue siendo la misma que aquel 24 de febrero: ¿qué puede saciar a Vladímir Putin?
Aquí entra en juego la indescifrable psicología del mandatario ruso, cuyas decisiones han dejado fuera de juego a los kremlinólogos occidentales. Pese a la acumulación de tropas en la frontera durante meses y los avisos de las agencias de inteligecia, la opinión mayoritaria entre los analistas era que Putin no daría el paso definitivo. Al fin y al cabo, todavía hoy nadie puede explicar con exactitud qué réditos tangibles busca el mandatario con esta ofensiva. De hecho, cualquier medida de esta guerra —económica, diplomática, política, social, geopolítica y, por el momento, militar— deja a Rusia malparada. Esto ha llevado las especulaciones a terrenos más pantaonosos sobre la obsesión de un líder aislado y paranoico con su legado histórico tras más de dos décadas en el poder.
Ante la ausencia de una narrativa coherente para descifrar los próximos pasos del mandatario y la ausencia de filtraciones fiables de su entorno, la mejor vía para analizar la potencial evolución del conflicto es contrastar los tres posibles escenarios militares que los analizas trazan para Ucrania y entender cuáles son las implicaciones para Putin (asumiendo que la más pragmática ya no es la opción por defecto). El escenario base contempla a una Rusia que preparada para un conflicto de desgaste donde redobla sus esfuerzos militares (bombardeo, asedio terrestre y asalto anfibio) para buscar un control significativo del país —incluyendo Kiev, la capital—. La segunda derivada es una ocupación parcial del surteste de Ucrania que divida efectivamente a la nación y permita al Kremlin asegurar áreas estratégicas del territorio. El tercer escenario se basa en un desgaste militar prolongado de Rusia que, combinado con la presión occidental— obligue a Putin a encontrar una salida negociada.
«Con unas sanciones que amenazan con provocar el colapso de la economía rusa, las elevadas bajas que ha sufrido el Ejército y el creciente descontento de la élite y la población, Putin necesita ‘ganar’ lo antes posible. De ahí los preparativos para el asalto a Kiev. Si Rusia pudiera capturar la capital, eso sería simbólicamente importante», asegura Alexander Motyl, especialista en Ucrania, Rusia y la URSS. «Si eso no funciona, el continuo bombardeo indiscriminado de civiles es todo lo que le queda por hacer. En efecto, Putin no tiene buenas opciones».
1. Escalada y ocupación total
La inteligencia estadounidense, que alertó con meses del riesgo real de conflicto, cree que el Kremlin está decidido a «dominar y controlar Ucrania». El director de la CIA, William Burns, aseguró que las próximas semanas serán «feas» en el frente. «Creo que ahora mismo Putin está furioso y frustrado. Probablemente redoblará su apuesta e intentará desgastar al Ejército ucraniano sin importarle las bajas civiles», explicó ante el Comité de Inteligencia del Senado. Este es el temido escenario de escalada y ocupación total.
«Sin embargo, esto requeriría de una movilización masiva de las Fuerzas Armadas rusas y de la sociedad», apunta Magnus Christiansson, analista de estrategia militar sueco. Además del músculo militar y financiero a forzar en esta operación, las fuerzas invasoras se encontrarían con una población local hostil. Algo que ya se ha visto en la contienda, donde lejos de ser recibiós como ‘libertadores’, las tropas rusas son increpadas hasta en las zonas más rusoparlantes del este del país. El Kremlin leyó mal a la sociedad ucraniana.
Los analistas apuntan a que esta ocupación se enfrentará a una insurgencia nacional, apoyada y armada por Occidente, que será imposible de dominar para las desgastadas tropas rusas, como apunta un presunto documento del Servicio Federal de Seguridad (FSB) filtrado a medios occidentales. Según el texto —considerado ‘legítimo’ por el reputado medio de investigación Bellingcat—, una ocupación rusa de Ucrania, incluso con una resistencia mínima, requeriría más de 500.000 personas, sin incluir logística y suministros. El control político también sería una pesadilla ya que la invasión ha dividido incluso a los partidos locales prorrusos, dificultando la opción de un primer ministro títere que pudiera ser mínimamente aceptado. «Sin una ocupación militar [total, sostenida], el recién formado Gobierno será derrocado diez minutos después de que nos vayamos», concluye el análisis ruso.
Armand Gosu, profesor de Políticas Rusas de la Universidad de Bucarest dibuja el escenario: «Los ucranianos —financiados y apoyados por Occidente— comienzan una guerrilla urbana que se cobra importantes bajas entre las tropas rusas, Polonia juega el rol de Pakistán durante la invasión soviética de Afganistán. Los ucranianos van a la contraofensiva, con algunos éxitos territoriales frente al Ejército ruso. La situación en Rusia se deteriora, colapso económico».
2. Partir un país (otra vez)
Otra opción que está ganando peso es el control parcial. Desde el comienzo de la ofensiva, el ejército invasor se ha volcado en bombardear, asediar y someter el encalve portuario de Mariúpol, una ciudad de casi medio millón de habitantes en el sureste del país. Su control sería estratégico para los rusos, ya que les permitiría asegurar un corredor corredor terrestre entre la península de Crimea (anexionada por Moscú ilegalmente en 2014) y los territorios prorrusos del Donbás. Con esta posición consolidada, el Ejército ruso tendrá más margen de maniobra para liberar a sus fuerzas en la retaguardia y mejorar sus rutas de abastecimiento. Esto abre varias posibilidades para Moscú.
«Este sábado, Putin sugirió que había varios modos de ‘desmilitarizar’ Ucrania, lo que podría indicar una partición de algún tipo, quizá sobre el río Dniéper», apunta el analista sueco Christiansson.
«Asegurar» el reconocimiento y el territorio de las recién autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk —dejando el Dombás efectivamente bajo su control— y establecer una ruta desde Crimea a la provincia rusa de Rostov sería una de las opciones más rápidas que tendría el Kremlin de vender la «operación militar especial» como una victoria. Este escenario tiene múltiples variantes. La más preocupante es la ocupación de Odesa, desde Transnistria, un movimiento que daría a Rusia control absoluto del Mar Negro y dejaría a Ucrania sin los puertos por los que salen el 90% de sus exportaciones, dificultando su viabilidad económica.
Según Ucrania, las bajas del Ejército ruso superan ya las 10.000. La Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) estadounidense las cifra entre 2.000 y 4.000. Rusia, por el momento, solo ha admitido unos 500 fallecidos. Por comparar, la guerra de Afganistán se cobró las vidas de 2.461 soldados estadounidenses en 20 años, según cifras del Pentágono, y la guerra soviética en Afganistán cerca de 15.000 en 10 años. A la presunta sangría de tropas rusas, información que el Kremlin quiere borrar de los medios con amenazas de hasta 15 años de cárcel por publicar «noticias falsas» sobre las Fuerzas Armadas, se añaden escándalos como la muerte en el frente ucraniano de reclutas llamados a filas, en lugar de soldados regulares. Putin, que a principios de semana prometió que «no hay, ni habrá» reclutas participando en la ofensiva, ha tenido que iniciar una investigación.
3. Una victoria negociada
Con la invasión de Ucrania, Putin ha cruzado una línea que hace ya imposible la proverbial retirada a tiempo. Sin embargo, el reloj corre en su contra. Cada día que pasa, la economía rusa recibe un nuevo varapalo y tras dos semanas de ofensiva, los rusos apenas han logrado conquistar una ciudad relevante (donde además ya están teniendo problemas). Pero incluso con la perspectiva de un conflicto duro, no parece que Putin vaya a retroceder sin concesiones significativas.
«[Hasta ahora, en otros conflictos], se mantenía flexible a una salida. Con Ucrania, se ha puesto a sí mismo y a Rusia en una posición muy diferente y arriesgada. Pero lo que no sabemos todavía es cuánto ha aumentado su tolerancia al riesgo», dice Linas Kojala, analista lituano del Centro de Estudios de Europa Oriental en Vilna, en entrevista con El Confidencial.
En la negociación hay menos consenso entre los expertos. Por un lado, los que creen que forzar una huida hacia adelante del presidente ruso es un camino arriesgado y sangriento. Hay que ofrecer luz al final del túnel. «La posibilidad de escalada y carnicería continúa. La situación es peligrosa precisamente porque la guerra no está yéndole bien a Putin», asegura Sergey S. Radchenko, historiador y profesor del Center for Global Affairs de la Universidad Johns Hopkins. «Tenemos que ofrecerle al Kremlin vías de salida cada vez que tengamos una oportunidad. Mostrarle que [Occidente] está dispuesto a hablar», asegura.
Otros creen que se puede negociar una desescalada, pero no resolver el problema. «No se puede apaciguar a Putin. Hemos superado el punto de no retorno. Podemos tratar de conseguir un alto el fuego, pero la situación no va a volver a la normalidad hasta que Putin se vaya y, en mi opinión, el cambio de régimen solo puede ocurrir desde dentro de Rusia», señalaba el exprimer ministro finlandés Alexander Stubb en una reciente entrevista con El Confidencial.
Así que, incluso logrando sentar a Putin a la mesa de negociación, ¿qué podría estar dispuesto a aceptar?
Qué hay sobre la mesa
Desde que comenzó la guerra, negociadores rusos y ucranianos se han sentado en al menos tres ocasiones en Bielorrusia para pactar corredores humanitarios para sacar a la población civil (que ambas partes se han acusado mutuamente de violar). El cuarto encuentro fue el primero entre altos funcionarios, con los ministros de Exteriores Dmytro Kuleba y Sergéi Lavrov reunidos cara a cara este jueves en Turquía bajo los auspicios del presidente Recep Tayyip Erdogan. allí, el cancillero ruso reiteró sus exigencias para detener la invasión «inmediatamente»: incluir en la neutralidad forzada en la Constitución, reconocer Crimea como territorio ruso y la independencia de las autoproclamadas repúblicas del Dombás en sus límites originales y, según dijeron fuentes cercanas a la negociación a Bellingcat, instaurar un gobierno prorruso con Zelenski como presidente ‘florero’.
«Las ideas de desnazificación y desmilitarización están tan completamente fuera de lugar que no puedes ni hacerlas parcialmente operativas, pero por ejemplo Crimea, probablemente [Ucrania] no lo reconozca, pero puede haber un compromiso. ¿Las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk? Difícil, pero se puede hablar del tema. Sobre la OTAN, Ucrania está buscando otros acuerdos de seguridad, regionales, incluyendo Rusia, Estados Unidos, Alemania, Francia, Turquía… Son las primeras señales desde Ucrania sobre negociar su posición», apunta Kojala.
Aunque algunos analistas han interpretado el hecho de que no se pida la ‘cabeza’ del presidente ucraniano como la primera muestra de flexibilidad del Kremlin en este proceso, los ucranianos han dejado claro que estas condiciones suponen una rendición en toda regla y son inaceptables. Kiev, por boca del propio Zelenski, se ha mostrado abierta a discutir algún tipo de estatus de neutralidad —supervisado por un grupo de países de toda inclinación— y dar un paso atrás en su intención de entrar en la OTAN, que en cualquier caso estaba dando largas a la adhesión ucraniana desde antes de la invasión.
«Incluso si estas demandas fueran aceptadas alguna manera, no hay garantía de que Putin respete tal acuerdo en el futuro y no regrese y pida aún más concesiones. Esta es otra razón por la cual un enfoque único en lo que satisfaría a Putin es demasiado limitado: también debemos pensar en qué acuerdos serían realmente sostenibles a largo plazo», asevera Stefan Wolff, analista alemán.
Pero ¿bastaría eso a Rusia? La «verdad incómoda» es que «esto va más allá de la OTAN: el problema de Moscú es, fundamentalmente, con la UE», sostiene Sam Greene, director del Instituto Ruso en el King’s College de Londres. «La expansión de la influencia de la UE ejerce una presión insuperable sobre la economía rusa», explica.
Aunque renuncie a la OTAN, Zelenski ha redoblado su apuesta por una entrada «exprés» en la Unión Europea, que por el momento no parece factible. Pero su eventual adhesión al club comunitario supondría la pérdida definitiva de un estado satélite para Moscú y un golpe a su economía «patronalista» —la que genera riqueza en función de las relaciones con el poder—. Mantener a Ucrania bajo su influencia «da a Moscú un respiro geoeconómico, agregando años o décadas a la viabilidad del sistema», concluye Greene, quien cree que Moscú busca un veto efectivo sobre la política de defensa ucraniana, pero también «sobre su futura integración en la UE, la reforma de sus instituciones y mercados».
Pero aquí, como dejamos claro al principio, la gran incógnita sigue siendo Putin. «Se puede pensar en una variedad de medidas de compromiso, en las que tanto los rusos como los ucranianos hagan concesiones. Pero el problema es Putin» —asevera Motyl— «¿Está dispuesto a hacer algún tipo de concesión? Según sus declaraciones, la respuesta parece ser no».