MANUEL MONTERO-EL CORREO

  • La división entre la parte adecuada y la parte oscura es una cuestión moral. No es asunto secundario la convicción del PNV de acertar en los momentos decisivos

Asegura Ortuzar que «el PNV siempre ha estado en el lado correcto de la historia». No es una bagatela, puesto que se refiere a 127 años (una eternidad respecto a los criterios actuales, de natural efímeros), siempre por la vía recta. Cuando se mira a lo largo del tiempo, el PNV proporciona una excelente imagen de sí mismo. Al celebrar su centenario organizó una exposición sobre su historia. Incluía una apreciación conmovedora, al asegurar, más o menos, que el PNV había acertado en los momentos decisivos de la historia, provocando la envidia de quienes damos en equivocarnos, en momentos decisivos y en los triviales. El PNV, no: acierta, está en el lado correcto de la historia. Así cualquiera.

El aserto confirma que el PNV no peca de modestia y que se ve con buenos ojos. Con optimismo antropológico cree que su trayectoria es extraordinaria.

La apreciación evidencia, además, que su dirección está a la última de las expresiones en boga. Últimamente lo del lado correcto de la historia salta con frecuencia en la política internacional. Aunque es posible que la expresión se haya popularizado aquí cuando Courtois, el portero del Real Madrid, se metió en un berenjenal al asegurar que ahora está en el lado bueno de la historia, no como cuando jugaba en el Atlético de Madrid, provocando el consiguiente cabreo de sus antiguos hinchas. El PNV no presenta semejante veletismo. Siempre ha estado en lado bueno, no como el portero del fútbol.

Lo del lado correcto/ lado oscuro de la historia se usa hoy con profusión. Estados Unidos entiende que el lado correcto de la historia es apoyar a Ucrania. Los rusos creen que están en el lado bueno por oponerse a la occidentalización. Lo mismo China, pero arriman el ascua a su sardina, asegurando que con el tiempo se comprobará que han estado en el lado bueno al optar por la neutralidad y proponer el diálogo.

Así que está de moda dividir la historia en dos lados. Aquí se usa con menor frecuencia, pero es habitual encontrar en Internet proclamas según las cuales los militantes de Podemos se sienten orgullosos de estar en el lado bueno de la historia. Como son recién llegados, lo suyo es apriorismo sin pedigrí. Lo del PNV es otra cosa. Tiene perspectiva para dictaminar con conocimiento de causa.

Por eso, no es una cuestión secundaria la convicción del PNV de acertar en los momentos decisivos y de estar en el lado correcto de la historia. ¿Está en tan privilegiado lugar? Pues según. ¿Fue correcto su primer racismo antimaqueto? ¿Y su apuesta ultracatólica en los primeros años de la Segunda República? Resulta verosímil (y comprensible) que disculpen tales taras como cuestiones sobrepasadas, una mera influencia de la época, pero en ese caso se deduciría cierto retorcimiento del pasado, para que encaje siempre con las posiciones actuales. Si en lo pasado hubo algo hoy insostenible se desecha como meros productos de su tiempo.

Pero así el lado bueno de la historia deja de ser un espacio nítido y se reconstruye al gusto. ¿Fue atinada la decisión nacionalista de abandonar el bando republicano después de perder Euskadi? ¿Y dejar intactas las fábricas, aunque pudieran aprovecharlas militarmente los franquistas, como sucedió? Toda vez que el PNV ha considerado siempre que fueron aciertos, se intuye que el lado correcto de la historia se adapta como un guante a las decisiones del PNV. No sólo es que esté en el lado correcto, sino que el lado correcto de historia queda definido por sus decisiones.

En esta ocasión Ortuzar habla de que están en el lado correcto de historia para oponerse a la izquierda abertzale y a su apoyo a la violencia terrorista. Y, efectivamente, si esta divisoria traza la distancia entre lado bueno y el lado oscuro resulta imposible no estar de acuerdo. Ahora bien, parece una divisoria algo liviana para establecer calificativos éticos y políticos sólidos. ¿Estaba en el lado correcto la historia cuando frente a ETA practicó y promovió la actitud social de mirar hacia otro lado? ¿Y cuando asistió como mero espectador al acoso terrorista a la derecha y al centro político? ¿O las décadas en que estableció que los apoyos al terror formaban parte del pueblo vasco y les eran más próximos que los vascos no nacionalistas? Cuesta creer que el lado correcto de historia lo componga un planteamiento que no fue siempre radicalmente beligerante con el terrorismo.

La división entre lado correcto y el lado oscuro de historia es ante todo una cuestión moral. Su aplicación retrospectiva puede sacralizar como aciertos lo que desde el punto de vista ético fueron fallas. Además, no viene mal arrepentirse de los tropiezos, que exigen alguna autocrítica.

A no ser que entendamos que en el País Vasco el lado correcto de la historia viene a ser siempre la política que sigue el PNV.