Ignacio Camacho-ABC

  • La arrogancia ética del ‘lado correcto’ se desmorona ante el turbión de venalidad que devora al sanchismo por dentro

Mala noticia para Sánchez: han vuelto de vacaciones la UCO, el periodismo independiente, los organismos de control y los tribunales. En realidad lo hicieron hace un mes, como casi todo el mundo, pero ahora empieza a notarse. Y se nota en que salen al aire documentos, indicios de presunto fraude o testimonios de relaciones privilegiadas que confirman ciertas fundadas sospechas de tráfico de influencias y amaños de contratos institucionales. Y no en un caso, sino en casi todos los que tienen en entredicho la honestidad del entorno del presidente y las actividades de sus familiares. Un conjunto de escándalos del que más pronto o más tarde habrá que dilucidar el alcance de las responsabilidades.

De nuevo en primer plano, y en primera plana, los nombres que tienen al Gobierno acorralado. Begoña, David, Gallardo, García Ortiz, Aldama, Barrabés, Cerdán, Ábalos. Cartas de recomendación, pagos oblicuos, correos comprometedores, adjudicaciones dudosas, rescates financieros cuestionables, borrado de datos y metadatos. Nada que presuponga la culpa ni la condena de nadie, pero desde luego un cúmulo de síntomas simultáneos de algo que se parece mucho a una o varias tramas de saqueo del Estado. Y aunque el sanchismo pretenda minimizarlos, se agarre a una teoría de la conspiración judicial o emita por su cuenta veredictos de inocencia sobre hechos que aún no han sido juzgados, las evidencias lo persiguen como fatídicas sombras pegadas al rastro de sus pasos.

Los estrategas de Moncloa lo saben, y tratan de contrarrestar el turbión desplazando el debate hacia el drama palestino, en la esperanza de que los crímenes del Ejército judío en Gaza acudan en su auxilio. Los conflictos internacionales como asidero: diga genocidio. La ética humanitaria global como compensación de una moral personal degradada por la corrupción de los círculos de confianza del poder Ejecutivo. La salmodia del ‘lado correcto’ como antídoto de la inocultable aparición de un lado podrido cuya necrosis se extiende por los tejidos orgánicos del autodenominado progresismo. Y por supuesto, el espantajo de la ultraderecha como conjuro de unas expectativas electorales en serio peligro.

El tiempo que quede de legislatura va a girar sobre el eje esa dialéctica. El implacable designio exterminador de Netanyahu es ya la única y quizá la última perspectiva de recuperación de la izquierda, el clavo ardiendo al que sujetarse para evitar el desplome barruntado en las encuestas. Olvidaros de lo que hemos hecho dentro y mirad con qué grandeza de espíritu abordamos las tragedias de ahí afuera. Ignorad la banda del Peugeot, la amnistía, las humillaciones ante el separatismo, los cohechos, el putiferio, los enchufes, las pulseras, y fijaros en nuestro noble compromiso de paz perpetua. El horizonte político y acaso penal del mandato jugado a la sola carta de una sugestión lisérgica.