EDITORIAL LA TRIBUNA DEL PAIS VASCO – 28/02/15
· El lehendakari, Iñigo Urkullu, se ha reunido hoy con la asociación de familiares de presos de ETA, Etxerat, y con este amistoso encuentro institucional con el entorno de la banda terrorista, el máximo dirigente nacionalista cierra un círculo que muy bien pudo haber dado comienzo hace algo más de quince años, en 1999, en la primera reunión que el PNV mantuvo con el entonces recién creado Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (COVITE).
Aquel encuentro tuvo lugar en la que entonces era la sede de la Fundación Gregorio Ordóñez en San Sebastián, apenas unas semanas después de que nacionalistas y terroristas hubieran firmado el infame Pacto de Estella de unidad independentista. El Partido Nacionalista Vasco envío a tres representantes al cónclave: José Antonio Rubalkaba, un hombre montaraz, brusco e incendiario que entonces formaba parte de la dirección del partido;Joseba Egibar, máximo responsable del PNV en Guipúzcoa, e Íñigo Urkullu, en aquel tiempo presidente de una innombrable e indecente Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco que contaba con la presencia en la misma del etarra José Antonio Urruticoechea, “Josu Ternera”.
En aquella cita, el primer cara a cara que el PNV mantenía con un grupo de afectados por la violencia de ETA, el hoy lehendakari Íñigo Urkullu en ningún momento utilizó palabras como “terroristas”, “presos” o “asesinatos”. De hecho, y ante la mirada estupefacta de las víctimas, Urkullu definió a los reclusos de ETA como “ciudadanos y ciudadanas vascas privados de libertad” y, a partir de ahí, lanzó una larga perorata en la que, en unos pocos minutos y quizás sin saberlo, resumió fielmente el que durante décadas ha sido el comportamiento del Partido Nacionalista Vasco con respecto a la actividad terrorista de ETA.
Y es que en aquel respeto que Íñigo Urkullu demostraba ya tener hacia terroristas encarcelados por cometer decenas de asesinatos, quedaba perfectamente reflejado el persistente empeño del PNV por condenar genéricamente la violencia, mientras comprendía y justificaba los comportamientos de los terroristas, “esos pobres chicos”, en palabras de Joseba Egibar. En aquel rendibú que un Urkullu azorado rendía a los “ciudadanos y ciudadanas vascas privados de libertad” se reflejaba también esa conducta inane basada en la falsaria teoría de “las dos partes enfrentadas”, por la que el nacionalismo vasco, durante casi medio siglo, ha equiparado de una forma aberrante la legitimidad ética y política de las instituciones democráticas españolas y los delitos de ETA. En aquellas palabras obscenas de un Íñigo Urkullu todavía a la sombra de Xabier Arzalluz se entreveía ya el empeño del PNV por manipular, humillar y ocultar a las víctimas del terrorismo, a quienes los nacionalistas vascos nunca han dejado de considerar como unmolesto producto de la “extrema derecha española” y del “franquismo”.
Probablemente, el lehendakari que hoy se ha abrazado a los familiares de los presos de ETA vio la luz aquel día lluvioso del invierno de 1999. Una tarde oscura en la que, delante de tres víctimas del terrorismo, un Íñigo Urkullu de formas torpes y de creencias fanatizadas dejó entrever claramente la esencia de su partido, una formación que, hasta el momento presente, no ha dejado de priorizar los presuntos derechos colectivos de unos pocos sobre las libertades individuales de todos, que se ha empeñado en entender la actividad terrorista como una respuesta inapropiada pero comprensible a las “imposiones del Estado español”, que otorga la categoría de “vascos” solamente a los ciudadanos nacionalistas, a los independentistas y a los terroristas y que, al final, considera que las sociedades abiertas, la pluralidad ideológica, la tolerancia política y los valores liberales han de estar permanentemente supeditados a las necesidades de sujetos prepolíticos, subjetivos e irracionales como el “pueblo”, la “tradición” o “las leyes viejas”.
Hoy, Íñigo Urkullu, ha demostrado que su modelo ético, sus posiciones políticas y sus planteamientos ideológicoscontinúan estando donde siempre estuvieron: en el lado infame y cruel de los “ciudadanos y ciudadanas vascas privados de libertad”.
EDITORIAL LA TRIBUNA DEL PAIS VASCO – 28/02/15