IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Tiene razón la vicepresidenta Ribera cuando califica como un éxito el acuerdo alcanzado en Bruselas para topar el precio del gas. Le ha dado un hachazo en los Pirineos al mercado común de la energía, pero no están los tiempos para detenerse en sutilezas. El acuerdo, de una complejidad operativa de primer orden, permitirá alcanzar una parte del objetivo inicial que, como recordará, consistía en bajar el precio de la electricidad. No será tanto como pretendía, cuando pidió un tope de 30 euros, pero si será apreciable con los 50 consentidos.

Queda por saber quién, cómo y cuándo se colmará el agujero que surge entre los 50 euros del tope y el precio del mercado, que ahora casi lo triplica. No nos equivoquemos, hemos conseguido que la UE nos permita la excepción que supone fijar un máximo en el precio que marca el gas en el intrincado sistema de fijación de los precios de la electricidad, pero ni los argelinos, ni los americanos, ni qué decir de Putin, nos van a rebajar sus precios de venta en el gas que nos proveen. Así que ahí aparecerá un agujero cuyo tamaño dependerá tanto de la duración de la excepción como del precio internacional que alcance el gas.

Le prometo que he intentado aclarar cómo van a funcionar las cosas, pero le confieso que no lo he entendido en absoluto, entre otras razones y aparte de mis insuficientes luces, porque existen demasiadas incógnitas por resolver. Imagino que se generará un déficit de tarifa por la diferencia entre lo pagado por la electricidad y los costes de su generación. Un déficit que si acudimos a los precedentes se irá acumulando hasta que aparezca un ministro audaz que determine su titularización y la convierta en deuda pública que pagará… usted. Sí ¡ha acertado!

Los responsables de las eléctricas se han opuesto todo lo que han podido al mecanismo y la vicepresidenta les ha recordado que ellos se ocupan de sus accionistas, mientras que a ella le preocupan los consumidores. Me parece bien, con algún límite. Ayer mismo publicó sus resultados Iberdrola. Ganó un 3% más -¿no decían algunos que se estaban forrando gracias a unos precios abusivos?-, pero fue por su actividad exterior y no a la realizada en España, en donde las cosas no fueron muy bien. Desconozco la creatividad contable aplicada, pero la vicepresidenta debería incluir en el listado de sus muchas y elevadas preocupaciones asuntos como los posibles desvíos de inversiones futuras, los empleos que se perderían y los ingresos fiscales que se irían a otras latitudes. Solo por aportar algo.