Antonio Rivera-El Correo

Es sabido que las encuestas preelectorales son otro instrumento de campaña. Por dos razones: establecen el rango de expectativas de cada cual en el instante en que se hacen y ratifican el ‘frame’, el marco en que se encierra en ese momento su interpretación. A la vista de la encuesta de GAD3 para EL CORREO queda claro que hoy ganaría ampliamente el PSOE. Sin embargo, esa no es la lectura que se debe hacer. También se podría decir que el PP se desploma -pasaría de 137 a menos de un centenar de diputados-, pero seguiría siendo la mitad de la verdad.

Lo que hay que leer en la encuesta de hoy es que las espadas siguen en alto. En un parlamento futuro con más de una docena de siglas, la izquierda y la derecha muy fragmentadas e incluso notablemente dividida la representación nacionalista, la cuenta a echar sigue siendo la de las dos sumas: la de la plaza de Colón a diestra y la de la moción de censura al otro lado. Según insisten todas las encuestas -esta también-, las derechas no llegan al número mágico de 176. Ello condicionará los mensajes de campaña. Todos anunciarán el apocalipsis si se da una mayoría o su contraria: el dóberman socialista de 1996 lo ha revivido una derecha compitiendo a ver cuál de ellas lo es más y el gobierno ‘Sánchezstein’ es una imagen muy reciente que el personaje Torra se empeña en convertir en amenazante. Como tantas veces, la realidad se circunscribe a la distancia entre Málaga y Malagón, y el ciudadano resuelve forzado el clásico dilema ético del mal menor.

Lo que ha pasado últimamente y que todas las encuestas ratifican no es novedad ya: Podemos desinfla su propio globo en beneficio socialista, refugio eterno de un progresismo sin sorpresas. El PP descubre en sus carnes que todos los países tienen su extrema derecha y se empeña, como en todos los países, en disputar los argumentos de esta haciéndolos propios. Por allí anda Ciudadanos, también desinflándose al no encontrar la ubicación del centro político. Esquerra podría dejar maltrecha la candidatura suicida de Puigdemont, lo que proporcionaría alguna posibilidad al futuro catalán. El PNV sigue sumando, ajeno a los avatares del mundo.

Lo importante, como decía, es que ese panorama de opciones extremas y de confrontaciones con pocas salidas, se produzca la que se produzca, al formar parte del ‘frame’ actual, será el argumento en que todos van a insistir. Poco atractivo, sí, y peligroso, lo que nos llevará a votar para evitar el mal supremo que cada quien adivine enfrente.

Puede que no haya más remedio de que sea así hasta el 28 de abril; cambiar de montura a la mitad es suicida. Pero no es inevitable después. Hay mucho ciudadano quejoso de que la clase política le haya llevado otra vez a semejante elección entre extremos. Habiendo más opciones para elegir y más combinaciones posibles que nunca para formar gobierno, resulta que estamos todavía más limitados que en los tiempos del bipartidismo perfecto. ¿Para esto tanto ajetreo? Alguien tendrá que traicionar a los suyos por mor del bien común, de una posibilidad de salida a la crisis nacional.

Una elección y la legislatura que abre es una oportunidad que se da la ciudadanía de un país para abordar sus problemas. Dejémosles dar vueltas al dichoso marco en que están atrapados hasta el día 28, pero, luego, si no se superan los matrimonios forzados de los últimos meses y no se acuestan todos con todos, no habrá salida ninguna.