El marianismo o la velocidad estática

EL MUNDO 09/03/17
JORGE BUSTOS

La legislatura va tomando velocidad de crucero, pero de crucero marianista, una marcha tan sutil que apenas se distingue del estatismo. En cubierta suceden cosas, se canta a favor de la igualdad entre hombres y mujeres o se anuncia la decidida voluntad de caminar hacia pactos que acuerden el consenso del entendimiento, pero bajo el casco los motores del BOE crían algas. A la Europa de dos velocidades don Mariano piensa añadir la España de las cuatro estaciones, porque lo único que avanza aquí es el ciclo cósmico que pasa del invierno a la primavera. Y eso porque el movimiento de traslación de la Tierra no depende todavía de Fomento.

Por ejemplo. Rivera recuerda a Rajoy que firmaron un documento que estipula una comisión parlamentaria sobre la financiación ilegal del PP. Rajoy responde que estamos trabajando en ello, que ya discutiremos si la comisión a la que usted hace referencia se celebra aquí o en el Senado, igual que podemos discutir sobre la estiba o el 4-3-3, y que en todo caso en la vida no hay que obsesionarse con el pasado, que mira lo que le pasó a la mujer de Lot. Por debajo de cachaza tan fastuosa bulle cierta preocupación: PSOE y Podemos están dispuestos a apoyar a C’s y forzar la investigación parlamentaria, así que el PP planea diluir su vergüenza con B contraprogramando otra comisión en el Senado, donde tiene mayoría absoluta y donde ya no se hablaría solo del PP sino de todos los partidos, sin descartar a Lerroux ni a Sagasta.

El tema del día, por supuesto, fue la mujer. Palabra que ya no designa a la mitad de la población humana sino que constituye un significante en disputa que cada cual utiliza en su provecho. Tardà acusó al PP de prolongar el franquismo sociológico. Un diputado del PNV arrojó a Cospedal unos correos tan machistas como privados entre militares, ocasión que la ministra no desaprovechó para sacar la xenofobia de ETB a pasear. Una diputada del sector susanista –en las antípodas del sector ciceroniano– lee su papel con prosodia escolar, lo que no se antoja el modo más coherente de reivindicar el mérito femenino, con todo el respeto. Tampoco doña Irene logra hacer olvidar a Errejón, y eso que este ni siquiera apareció por el escaño. De los creadores de «la máquina del fango» llega «la mafia del canapé»: por ella le preguntó Montero a Catalá y el alipori cundió por las gradas. Empezamos a sospechar que en la facultad de Somosaguas leían menos a Engels que a Ibáñez, porque eso de la trama del canapé parece el título de un Superhumor de Mortadelo. Cualquier día le preguntan a Tejerina por el sulfato atómico.

Catalá demolió a doña Irene, cuya conspiranoia de tebeo ni le inmuta. Más incómodo se le vio ante el diputado socialista que le inquirió por injerencias concretas en la Fiscalía, el relevo de Madrigal y el olor a fruta podrida que llega de la huerta murciana. Habrá moción de censura, y si para entonces Sánchez continúa imputado, el PP no tendrá más remedio que presentar un candidato alternativo: suena fuerte el alcalde de Yecla. Será el momento en que ría Rivera. Que en cambio pasará del naranja al colorado si el juez desimputa al actual presidente de Murcia.

Otro que apunta a dialéctico correoso es Íñigo de la Serna, que capeó con seda y mando el toro de la estiba. También Zoido estuvo fino cuando le exhortaron a retirar la subvención a Hazte Oír, que podrá ser lo que sea pero cumplía con los requisitos. No es fácil invocar la fría ley bajo el actual imperio de la emoción caliente.

Y mientras Montoro avanza en la negociación presupuestaria con el PNV, el PSOE lidia con la estupenda salud de Pedro I el Zombi, cuyo retrato toma rasgos psicopáticos en boca de un destacado dirigente socialista: «Ha perdido cualquier condición objetiva de liderazgo. Si gana será el fin del PSOE y habrá elecciones en octubre, donde el PP se irá a los 150 escaños y nosotros a 60».

La matinal se completó con idas y venidas al busto de doña Clara Campoamor, que lo miraba todo horrorizada. «Menos fotos y más conciliación», parecía decir.