PEDRO CHACÓN-EL CORREO

  • El fichaje de Luis Gordillo ha puesto las cosas en su sitio. Los populares aquí no existen, son militantes que viven y trabajan bajo la férrea disciplina de Madrid

Que el PP vasco presente hace unos días, como un fichaje estrella, el del exlíder de la sucursal vasca de Ciudadanos, Luis Gordillo, a quien no conoce prácticamente nadie en Euskadi -y que nunca habría sido parlamentario si no llega a ser por el regalazo que le hizo Pablo Casado a Inés Arrimadas en aquel fleco vasco de la operación llamada ‘España Suma’-, es de un voluntarismo que alucina. Llegando además de un partido que por lo menos hasta hace no mucho hacía gala de su beligerancia -fruto de su ignorancia- contra las instituciones forales. La única explicación que se me ocurre es que en el PP se hayan hecho ‘un Florentino’, por haber visto ahí al líder de futuro que necesitan para el País Vasco, y estemos ante una operación de largo alcance. Solo que ni Luis Gordillo es el Mbappé de la política vasca ni la derecha vasca está para semejantes trotes.

De ser mi hipótesis cierta, esto del fichaje, si no cambia todo lo que veníamos sabiendo de la crisis del PP vasco que motivó la salida de Alfonso Alonso -coincidente con la formación de la coalición electoral PP-Ciudadanos para las últimas autonómicas-, cuando menos lo condiciona sustancialmente. Y que Luis Gordillo sea el llamado a liderar el PP vasco en el futuro inmediato, por decisión de Génova, hace que encajen más fichas de las que parece a primera vista.

El fichaje se gestó, parece ser, en los prolegómenos de las negociaciones entre PP y Ciudadanos de cara a las autonómicas del 12 de julio del año pasado. Entonces el hecho de que ambos partidos fueran juntos a aquella convocatoria no fue solo, como trascendió a los medios, una componenda de política nacional donde aquí te doy yo y allí me das tú, siendo el País Vasco un mero elemento de intercambio para los negociantes. Fue, además de eso, la forma de empaquetar el futuro fichaje del Mbappé popular vasco.

Alfonso Alonso comprobó entonces en sus propias carnes cómo desde Génova actuaban con él lo mismo que con sus predecesores. Pero solo vio la parte ideológica: que con aquella coalición electoral caía por tierra su foralismo improvisado de última hora. Alfonso Alonso ya estaba amortizado desde que Rajoy le puso de patitas en Euskadi, por lo que era impensable que pudiera advertir que bajo la negociación con Ciudadanos hubiera otra intención oculta: el futuro Mbappé del PP vasco. Así que con su dimisión solo dio un motivo más para el regocijo en Génova, que veía el campo más expedito todavía para su elegido.

A partir de entonces, los dirigentes del PP nacional adoptaron una estrategia que no sabemos quién ha copiado a quién, si Florentino al PP o al revés: ofrecerle al elegido un cómplice desde dentro, una persona con experiencia y conocimiento del partido y del Parlamento vasco, que le facilitara un aterrizaje sin turbulencias y, sobre todo, sin levantar sospechas de los verdaderos planes para con él. Ahora sabemos, por tanto, que Carlos Iturgaiz fue elegido presidente del PP vasco con la principal misión de ser para Luis Gordillo su Karim Benzema político y que está cumpliendo como se esperaba su tarea.

Ahora se explica también aquel inusitado interés del PP, tras conocerse los primeros resultados de las últimas autonómicas, cuando enviaron desde Génova un ejército de interventores para revisar todas las mesas electorales y sacar así los cien votos que les habían escamoteado y que despejaron la elección del número dos de la coalición por Bizkaia: ¡era la supervivencia de su Mbappé vasco lo que estaba en juego!

Y por fin el PP descubrió sus cartas, revelando su -para ellos- fichaje estrella. La ocasión fue hace unos días, con motivo del final de la convención nacional, donde se aprestaron los populares a presentar su alternativa al Gobierno de Pedro Sánchez. Qué mejor ocasión que esa para anunciar, unos días después, el fichaje de Luis Gordillo, acordado por el propio Pablo Casado en persona hacía más de un año.

Luego hubo unas declaraciones de Carlos Iturgaiz, tras el discurso final de Casado en la convención del PP, refutando las críticas de este a la reciente transferencia de prisiones al Gobierno vasco y reivindicando así el autonomismo del PP vasco en vísperas de la conmemoración del Estatuto el próximo día 25. Pero que Iturgaiz le pudiera enmendar la plana a quien le nombró fue apenas un amago de espejismo. Lo del fichaje de Luis Gordillo -sobre todo, la forma y el fondo que acabamos de conocer- ha puesto las cosas en su sitio. El PP vasco no existe. Existen unos militantes del PP que viven y trabajan en Euskadi bajo la férrea disciplina de Madrid. Antes les tocó apechugar con Ciudadanos y dentro de poco con que su líder sea un desconocido procedente de ese partido. Y así es del todo imposible un PP vasco. Y mucho menos que sea autonomista o foralista o nada que se le parezca.