EDURNE URIARTE – ABC – 24/11/15
· Hollande y Valls no han llamado a «declarar la guerra», sino a reconocer que nos han declarado la guerra.
El miedo a la guerra es un sentimiento lógico, comprensible e inteligente, porque la guerra significa dolor y muerte, pero se convierte en cobardía cuando intenta negar con trampas diversas una guerra que ya existe. Es lo que ocurre estos días en una buena parte de los países occidentales con la guerra que nos ha declarado el terrorismo islámico.
La trampa más extrema e intelectualmente ridícula es la que considera «reacciones de pánico» las llamadas a «declarar la guerra» a Estado Islámico. Como lo hacía el editorial de The New York Times el miércoles pasado, con la falsedad añadida de atribuir las posiciones favorables a una respuesta militar a la «extrema derecha» de Europa y Estados Unidos. Al parecer, ignorante aún el periódico norteamericano de que el liderazgo europeo en esa posición está en los socialistas franceses y no en el Frente Nacional, más cercano al propio periódico progresista americano.
Dejando a un lado que Hollande y Valls no han llamado a «declarar la guerra», sino a reconocer que nos han declarado la guerra y que tal declaración exige una respuesta militar, pánico es más bien la negación de las evidencias y la creencia de que las palabras, los parches y la prudencia acabarán con los objetivos de los yihadistas. O que lo harán las «otras soluciones», segunda trampa muy habitual en los últimos años. Aquello de que la respuesta militar es sólo una parte de una amplia estrategia política, legal y de inteligencia. Lo que repetía una y otra vez Zapatero con su Alianza de Civilizaciones, lo mismo que este editorial del progresismo norteamericano.
Como si esa estrategia amplia no estuviera contenida en quienes reconocen la realidad de la guerra. Una estrategia que nadie discute porque no es el objeto de debate como sí lo es, sin embargo, la aceptación o no de la declaración de guerra. Claro que aún es peor la tercera trampa, la de quienes insisten en los fallos de la integración europea, aquello de qué hemos hecho mal para que chicos criados en Europa pongan bombas a sus conciudadanos en París. Que es lo mismo que preguntarse qué es lo que hicimos mal en España en las últimas décadas para que algunos chicos vascos pusieran bombas a sus vecinos. Como si el problema estuviera en los Estados del bienestar europeos y sus múltiples esfuerzos de integración multicultural, o en la democracia española en el caso etarra.
La cuarta trampa es la nostálgica, la que apela a Bush, que siempre fue una coartada perfecta del progresismo para huir de la guerra islamista. Ahora, con aquello de que fue Bush quien fortaleció el terrorismo islámico con la guerra de Irak, algo así como atribuir a la Transición democrática el fortalecimiento de ETA, dado que casi todos los asesinatos etarras se produjeron a partir de la Transición. Pero tal tontería no se le ha ocurrido a nadie, ni siquiera a Pablo Iglesias, mientras que es habitual entre bastantes líderes occidentales la que ignora las raíces del fanatismo islámico.
La quinta trampa es la de los líderes presuntamente prudentes y sensatos. Estos dicen que el problema es demasiado complejo. «No tomaremos buenas decisiones si están basadas en la histeria», ha dicho Barack Obama. Mientras tanto, Estado Islámico sigue avanzando y asesinando. Y los líderes occidentales están analizando y debatiendo un problema «demasiado complejo» que, con un poco de suerte, desaparecerá por sí solo.
EDURNE URIARTE – ABC – 24/11/15