EL MINISTERIO DE LA OPOSICIÓN

ABC-IGNACIO CAMACHO

Los partidos de la derecha parecen resignados a disputarse el Ministerio de la Oposición durante el mandato de Sánchez

 
HAYA o no elecciones, los partidos del centro y la derecha parecen resignados a disputarse una especie de Ministerio de la Oposición durante el mandato de Sánchez. Casi se diría que no sólo han renunciado ya a disputarle al presidente una victoria que consideran inevitable, sino que están deseando –«deseandito», como se dice en Andalucía– que gobierne cuanto antes, y a ser posible que suba pronto los impuestos y cometa muchos dislates para que a los españoles moderados les hierva la sangre. Así los conservadores y los liberales podrían comenzar su pugna por el liderazgo subalterno y pasarse la legislatura atizándose entre ellos a ver quién de los tres obtiene el privilegio de llegar a los siguientes comicios como principal candidato a perderlos. Porque hay una mala noticia que prefieren ignorar para proseguir su desencuentro, y es que si permanecen divididos la izquierda va a gobernar durante bastante tiempo. Más del que cualquiera de ellos alcanza a prever en su ciego engreimiento.

Sin ese miope conformismo no se explica la resistencia de Abascal y Rivera a articular al menos las bases de una cierta unidad estratégica. No necesariamente alrededor de España Suma, que es una buena idea malograda por precipitación –de Casado– en el modo de exponerla: estas cosas, para que puedan fraguar, es menester tantearlas primero de una forma discreta. Pero si realmente existiese una voluntad de confluencia, Ciudadanos y Vox no habrían reaccionado con esa mezcla de desdén y aspereza, confundiendo la lógica defensa de sus siglas con un abierto rechazo a cualquier fórmula cooperativa de agregación de fuerzas. Quizá estén convencidos de que no llegaremos a esa segunda vuelta que, de producirse, les pasará una factura entre notable y severa. En términos objetivos lo que más les interesa es que Podemos ceda, acabe por aceptar alguna de las ofertas del Gobierno y les evite el retroceso que vaticinan las encuestas.

Claro que la repetición electoral tampoco suscita en Casado un particular entusiasmo. Lo demuestra la manera en que planteó la operación de convergencia: menos interesado en su éxito práctico que en hacerse con la primacía propagandística del «relato». Y ello a pesar de que los sondeos lo presentan como el principal beneficiario de un aclarado de posiciones en su bando, acaso llegando a triplicar a Vox en votos y a doblar a Cs en escaños. Pero como Sánchez saldría catapultado debe de pensar que no le merece la pena el trabajo y que es mejor dejarlo comenzar un mandato en precario. En cualquier caso los tres partidos cometen –por ambición miope, por apocamiento, por falta de autoconfianza o por simple cansancio–, el mismo error de cálculo, el de desestimar la alta probabilidad de que el PSOE se asiente en el poder, solo o acompañado, por un período largo. Tan duradero como el que la derecha tarde en reagruparse para derrotarlo.