Ángeles Caballero-El Confidencial
- El viaje de Sánchez por los escenarios de nuestra memoria cinematográfica está teniendo momentos maravillosos. Es Pedro ejerciendo de su mejor versión
Hay una escena de comedia que siempre me hace reír. Es un instante estúpido, sin diálogo, en el que solo hay gestos y un ventilador. Siempre hay una mujer, imponente, de melena larguísima, que aparece en primer plano. Siempre hay un hombre inmediatamente después, que se queda maravillado al verla y es incapaz de cerrar la boca. A continuación, esa misma mujer mueve la cabeza a un lado y a otro, mientras un ventilador ladea su melena una y otra vez. Normalmente este juego de miradas va acompañado de la voz de Barry White de fondo.
Es una estupidez, porque no es más que el enamoramiento fugaz y sin sentido entre una buenorra y un señor que ejerce de tolili. Pero al humor, como a la vida, le pido pocas cosas para hacerme feliz.
Pedro Sánchez no ha olvidado su ventilador para su gira económica por Estados Unidos. Esa ‘tournée’ para ejercer, como dice Esteban Hernández, de CEO de España SA. Es un viaje que está cumpliendo todas mis expectativas porque ya he dicho que yo necesito poco.
Los envidiosos y odiadores no lo soportaban al principio, cuando le daba por tirar canastas en el Ramiro de Maeztu o mantenía una entrevista mientras jugaba al pingpong en la sede del diario ‘El Español’. “¿Pedro Sánchez es guapo o sexy?”, preguntaba el periodista. “Soy sexy”, respondía él mientras devolvía la pelota. Vamos, como para perdonarle ahora que pasee por la 5ª Avenida en traje y corbata a mediados de julio sin sudar y no necesite traductor pegado a su presidencial oreja para ir por la vida.
Es el presidente más odiable en una España que sospecha del éxito y aún más del éxito de los guapos, un país que penaliza el fracaso y no soporta que el poder lo detente alguien que no sea de los suyos.
El viaje de Sánchez por los escenarios de nuestra memoria cinematográfica está teniendo momentos maravillosos. Es Pedro ejerciendo de su mejor versión. La del hombre encantado de que los focos y los ventiladores vayan todos a su persona, de ser el más alto de todos los miembros de su comitiva —la imagen posando con Bloomberg— y demostrando que siempre está dispuesto a mentir delante de los micrófonos. Mientras, los que se quedan, en vez de aprovechar el buen momento en las encuestas, se dedican a hacer metáforas hablando de mascarones de proa en el buque pirata de la antipolítica. Qué pocas luces, marinero Casado.
Algunos analistas acusan a Sánchez, además de todas nuestras desdichas, de vender en este viaje una imagen de España que no se corresponde con la realidad. Porque estamos muy lejos de ese país verde, feminista, moderno y digital que proclama a los cuatro vientos en Nueva York y en Cupertino, uno de esos nombres deliciosos que solo pueden darse en California (casi a la altura de Calabasas).
Es una visión algo hipermétrope, estimados colegas, y también bastante torpe, teniendo en cuenta que ha ido a vender las excelencias de sus dominios, a pedir dinero a los amos del mundo, a influir en empresas como Disney, Warner o Netflix, esos que deciden qué vemos y cuándo. ¿Qué esperaban? ¿Que hablara de nuestras miserias, para empezar las suyas y las de su gestión? Pedro Sánchez ‘on tour’ es una larguísima entrevista de trabajo en la que haces lo que haga falta para conseguir el empleo o, en su caso, terminar la legislatura.
Mientras Pedro pasea por Grand Central, le ríe los chistes al periodista de Reuters, dice “yeah” y “many thanks”, lanza pullas a la oposición y junta las manos como si estuviera a punto de bendecir la mesa, hay otro nutrido grupo de fans dispuestos a tomar la parte por el todo. Encantados de decir que Su Sanchidad ha enamorado a un país de más de 300 millones de habitantes porque cuatro perfiles anónimos le han llamado Superman, JFK ibérico y amagan con mudarse aquí tras semejante aparición. Ay, amigos, es agotador hacer España.