IGNACIO CAMACHO – ABC – 16/08/15
· La izquierda y el nacionalismo transmiten su convicción de superioridad moral a través de la hegemonía educativa.
En la inminente reforma de la Constitución, que si nadie remedia tendrá lugar durante la próxima legislatura, debería garantizarse el derecho de veto de la izquierda y los nacionalismos a cualquier tipo de ordenación educativa que no sea de su gusto. Esta aparente arbitrariedad no significaría otra cosa que otorgar rango normativo a una realidad preexistente en la sociedad española, una costumbre o tradición política que ha consolidado de hecho un modelo docente de unívoca inspiración ideológica. Por decirlo con una paráfrasis de Adolfo Suárez, se trataría de hacer normal en la ley lo que es normal en las aulas. La ingeniería de la instrucción pública funciona desde hace tiempo bajo un régimen de monopolio que la derecha, sea liberal o conservadora, tiene prohibido alterar bajo pena sumarísima de repudio.
Hasta tal punto es así que incluso los tribunales han interiorizado esa hegemonía, aceptando con plena normalidad que las instituciones autonómicas incumplan sin traba alguna las disposiciones educativas que no les gustan. Hasta hoy eso solía suceder en los territorios gobernados por partidos soberanistas, donde ha quedado abolida por vía de hecho la obligación de impartir enseñanza en castellano. Ésta es la hora sin embargo en que otras comunidades bajo control del PSOE se disponen a desacatar una Ley Orgánica del Estado. La demencial transmisión de competencias les garantiza en buena medida la posibilidad de hacerlo sin que el Gobierno de la nación cuente con otro modo de impedir la desobediencia que el de recurrir a una justicia cuyas sentencias desfavorables son desoídas como si estuviesen escritas en el viento.
La llave que bloquea cualquier proyecto alternativo al statuquo dominante es la razonable necesidad de someter la docencia al consenso de un pacto de Estado. Sucede que ese acuerdo resulta inalcanzable debido a la hermética cerrazón de los sectores autodenominados progresistas a negociar los principios pedagógicos sobre los que han asentado su preeminencia. El asunto queda así enredado en un bucle retroalimentado en el que el nacionalismo y la izquierda disponen de capacidad de bloqueo. La enseñanza es suya y punto. Cuando uno se siente investido de la convicción de habitar en el lado correcto de la vida, resulta imprescindible asegurarse el poder de transmitir de generación en generación las bases de esa superioridad ideológica y moral. Si con las cosas de comer no se juega, con las de pensar mucho menos.
Y si alguien pensara que esta larga supremacía estructural tiene que ver con el alarmante porcentaje de fracaso escolar, con el bajísimo nivel de comprensión matemática y lectora de nuestros estudiantes o con que no haya ninguna universidad española entre las cien primeras del prestigioso ranking de Shanghái, simplemente está equivocado o es un reaccionario. Todo eso se debe a los recortes de Rajoy. ¿Está claro?
IGNACIO CAMACHO – ABC – 16/08/15