Carlos Martínez Gorriarán-Vozpópuli
  • Pese a la codicia de privilegios arrancados a Madrid, la política nacionalista no consigue ni impedir que se vayan los jóvenes más prometedores ni atraer a los de otros países

La vergonzosa putrefacción final del sanchismo eclipsa otros asuntos que merecen atención, así que, con el permiso de ustedes, propongo reparar en el declive de las políticas nacionalistas y el rastro de ruina que dejan atrás. No es el menor de ellos que la coalición de Pedro Sánchez incluya el apoyo parlamentario de todos los separatistas del Congreso, desde falsos moderados a la hez exterrorista, pero viajemos un poco más allá.

Gran Bretaña, a dieta de conservas por el Brexit

Fijémonos, en concreto, en la brutal escasez de verduras y fruta fresca en el Reino Unido, retrotraído a los tiempos gloriosos de la última guerra mundial, cuando la isla luchaba por la supervivencia mientras los submarinos nazis estrangulaban las importaciones masivas de tiempos de paz, comenzado por la comida. Esta vez no hay guerra en casa, pero los estantes reservados a las delicias de la huerta exhiben un obsceno vacío. Los supermercados racionan las compras y las autoridades aconsejan usar conservas vegetales aunque, de paso, los conservadores de la pérfida Albión culpan a España –it was not possible to know– de esta escasez inesperada (como explica aquí este youtuber argentino residente en la isla).

¿Qué tenemos que ver con la penuria hortofrutícola británica? Nada, porque la razón es que las empresas exportadoras agrícolas no tienen muchos incentivos para mandar los productos del feraz sur ibérico al Reino Unido. El norte de Europa pagará lo mismo o más, y sin el engorroso papeleo, aduana y consiguientes retrasos y gastos añadidos. Por eso hay fresas de Huelva en Dublín, pero no en Londres. En efecto, ingleses, galeses y escoceses (estos más inocentes) están pagando las consecuencias del Brexit y del montón de mentiras que quisieron creer sobre el maravilloso futuro económico fuera y lejos de Europa. Si añadimos al Brexit las malas cosechas de muchas partes por efecto del clima seco y del alza del precio de fertilizantes y fuel, se hace evidente que España no tiene nada que ver con las penurias inglesas, efecto del nacionalismo eurofóbico que eligió votar. Simplemente, el nacionalismo es mentira y sus éxitos un desastre a la larga.

El PNV ha apoyado todos y cada uno de los desmanes sanchistas a cambio, como es usual, de más privilegios fiscales y financieros para la autonomía vasca

Volvamos a casa antes de que Sánchez acabe de hundirla. Hace poco, un portavoz del PNV exigía rápidos cambios en la Ley del solo sí es sí, como si no tuvieran nada que ver con el espanto jurídico del que son coautores. La verdad es que el PNV es el principal responsable del triunfo de Sánchez tras traicionar a Rajoy en la moción de censura. Desde entonces, ha apoyado todos y cada uno de los desmanes sanchistas a cambio, como es usual, de más privilegios fiscales y financieros para la autonomía vasca, es decir, para el nacionalismo vasco. Las últimas han sido descontar del Cupo (y la Aportación navarra) el coste de las pensiones que sí pagan el resto de comunidades, y traspasar el nuevo impuesto a grandes fortunas para que no se aplique a las vascas: ¡todo muy igualitario, anticasta y de izquierdas!

Quienes defienden semejante cambalache indigno alegan los beneficios que la sociedad vasca obtendría. Pero, además de impresentable para cualquier principio de igualdad democrática, también es otra falacia. Como sucede en el resto de España y a pesar de una financiación mucho mayor gracias al Concierto, los servicios sociales arrastran años de declive y deterioro. Osakidetza, la sanidad pública antaño joya de la corona, está al borde del KO técnico, con profesionales y pacientes sublevados manifestándose por los mismos problemas que tiene Madrid, aunque blanqueados en el caso vasco por la complicidad o benevolencia de muchos medios con los intereses de Sabin Etxea. Problemas agravados por la política de exclusión lingüística que expulsa profesionales nativos y cierra la puerta a foráneos.

Morir de éxito dejando bonitas ruinas

La educación pública, devastada por los disparates de la inmersión en euskera, también arrastra desde hace años una pérdida de la calidad medida por los indicadores PISA. Y pese a mantener un tejido industrial importante, el País Vasco atrae poca inversión exterior porque la economía es poco innovadora y arrastra desventajas puramente políticas que le quitan atractivo incluso tras el fin del terrorismo. En realidad, las nuevas empresas de verdadero éxito… son las relacionadas con turismo y hostelería: el Guggenheim de Bilbao y el Basque Culinary Center donostiarra (que por algo ha renunciado al nombre eusquérico de rigor). Extinguido el terrorismo, el País Vasco es conocido internacionalmente… por los escenarios de Juego de tronos en Gaztelugatxe y en el flysch de Zumaya. Muy bellos sin duda, ¿pero merecía llegar a esto 850 asesinatos de ETA y miles de historias de sufrimiento inexpresable?

Más: el año 2021, 11.555 guipuzcoanos de los 720.000 que somos emigraron lejos. Y los emigrados son jóvenes ingenieros, investigadores, sanitarios, emprendedores, técnicos; un porcentaje desmesurado de esa categoría. Emigran porque, pese a su belleza y calidad de vida, la pequeña Provincia natal no ofrece las oportunidades de emancipación que necesitan. Van a otros países europeos, al resto del mundo… y a Madrid, como miles de otros jóvenes españoles con sus mismas aspiraciones. Los inmigrantes de alta cualificación que llegan son, pese a la propaganda política, pocos, caros y temporales, como los fichajes estrella de la Real. El futuro está en una industria demasiado estancada, el turismo y la hostelería, o el funcionariado obediente al nacionalismo. Aunque apenas se hable de ello, pocos se engañan al respecto: el funcionariado sumiso es para quien no sabe hacer otra cosa.

En definitiva, pese a la codicia de privilegios arrancados a Madrid, la política nacionalista no consigue ni impedir que se vayan los jóvenes más prometedores ni atraer a los de otros países. La reacción de autoridades y poderes es, como la eurofóbica inglesa, culpar a España, Tierra de Mordor.

Así las cosas, las encuestas registran un descenso constante del apoyo a la independencia en la sociedad vasca hasta el entorno del 20-25%. Sociedad lamentablemente resignada a que el nacionalismo, mucho o poco, sea hoy la única política posible, pero contraria a sus objetivos históricos y, de hecho, cada vez más españolizada culturalmente. Como en la vecina Francia, ser vasco acabará siendo algo estético y sentimental, y poco más. Joseba Egibar deploraba hace poco la españolización insoportable de los programas de la propia EITB ¡en euskera! (que, para su alivio, tiene un público marginal).

Por desgracia, el suicidio político del constitucionalismo vasco durante la despreciable lehendakaritza de Patxi López dejó todo el territorio libre a los nacionalistas de uno u otro tono, con las imitaciones penosas del socialismo vasquista y, últimamente, del foralismo absurdamente repescado por el PP. El nacionalismo morirá, como todo, pero de éxito y dejando sus antiguos dominios yermos y vacíos como el estante inglés para las lechugas frescas.

P.D.: La respuesta del Gobierno a la fuga de Ferrovial repite estos hábitos: acusan de “falta de patriotismo español” -¡ellos, los socios de Otegi y Rufián!- a una empresa ahuyentada por el populismo fiscal y el anticapitalismo vergonzoso. El nacionalismo económico siempre acaba mal.