EL CONFIDENCIAL 22/11/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Sólo la combinación del PP y C’s establecería la vertebración para un nuevo gobierno central. La permanencia de Rajoy estaría en función de la distancia que pudiese sacar el PP a los de Rivera
La declaración unilateral de independencia -lo es, aunque diferida- del Parlamento de Cataluña aprobada el pasado 9 de noviembre como gran crisis nacional y los atentados de París del día 13 de este mes y de Mali ayer, con las consecuencias de alarma en todo Occidente, determinan que el contexto de las elecciones generales del 20-D haya variado de manera muy notable favoreciendo a las fuerzas políticas que están connotadas con atributos, nuevos y tradicionales, para encarar mejor esos desafíos.
En el barómetro de TNS Demoscopia (‘La Vanguardia’ del pasado día 18) el Partido Popular ganaría las elecciones generales con el 26,4%, criterio que es común a todos los sondeos. Los últimos acontecimientos terroristas y la reacción del Gobierno, como antes la crisis catalana, ha fijado el voto de los electores más conservadores con una ligera tendencia al alza gracias a la cual el PP podría llegar al 30% de los votos. Lo nuevo es que en ese recentísimo sondeo, Ciudadanos está a una décima del PSOE. Los de Albert Rivera se sitúan en el 20,4% y los de Sánchez en el 20,5%, mientras Podemos se distancia (14,2%) e Izquierda Unida asoma la cabeza con un 5,1%.
En el observatorio de la cadena SER emitido el pasado día 2 de noviembre, elaborado por My Word, los consultados se decantaron por los diversos partidos en función de su idoneidad para mejor manejar los desafíos actuales. Un escuálido 18,9% -aunque era el mayor porcentaje- creía que el PP resultaba el más cualificado para la gestión económica; para combatir la pobreza, la desigualdad y la precariedad laboral, lo era Podemos con un 21,1% y para encarar el desafío catalán, la modernización y la adaptación tecnológica, Ciudadanos se llevaba la palma. En ninguno de estos desafíos el PSOE aparecía como el más idóneo para gestionarlo.
Cuando las turbulencias más allá de la economía son muy fuertes, la referencia gubernamental y conservadora beneficia a partidos como el de Rajoy
Estos datos deben cruzarse con los de valoración de líderes elaborados por TNS Demoscopia y según los cuales sólo Albert Rivera aprobaba con +33,8 puntos, en tanto que Pedro Sánchez (-7,8), Pablo Iglesias (-26,1) y Mariano Rajoy (-32,6) suspendían sonoramente. Además de estos guarismos aparecían otros interesante como es que el 11% de los consultados emitiría su voto atendiendo a la situación de Cataluña, lo que es coherente con el repunte que en el último CIS presentaba la preocupación por los nacionalismos.
La valoración de todos estos datos y la fortísima emergencia del terrorismo yihadista en Europa y la política insurreccional de los secesionistas catalanes -por muchos que sean los matices de los últimos días- componen un escenario en el que la chance electoral está de parte del PP y, sobre todo, de Ciudadanos. Cuando las turbulencias más allá de la economía son muy fuertes, la referencia gubernamental y conservadora beneficia a partidos como el de Rajoy y a gobiernos que están de lleno en la gestión de la crisis tal y como sucede con el español cuyo presidente está manejando bien las muchas variables que han de coordinarse para que las discrepancias no revivan espectáculos tan lamentables como los inmediatamente posteriores al 11-M de 2004. Además, la contención verbal y práctica de Rajoy en la crisis de Cataluña parece haber dejado a la (i)responsabilidad de los secesionistas el siguiente movimiento de ficha.
Han de coordinarse para que las discrepancias no revivan espectáculos tan lamentables como los inmediatamente posteriores al 11-M de 2004
Ciudadanos y Albert Rivera representan una centralidad que ha conectado con mayorías sociales que se nutrirían del PP, del PSOE, pero también de Podemos que ha pasado de encabezar las encuestas en el mes de enero de este año al farolillo rojo, sólo por delante de IU. Los socialistas, sin embargo, en este nuevo contexto se mueven en un terreno de indefinición. Su comportamiento ante el 9-N catalán y ante la reacción francesa y nacional frente al 13-N de París, es leal y correcta, pero no adquiere singularidad ni protagonismo. El contexto no favorece a una izquierda como la que representa el PSOE, que castiga también las excentricidades de Podemos -apresado en porcentajes por debajo del 15%- y que consolida claramente, de una parte, al estatus quo, e impulsa, de otra y especialmente, la emergencia de Ciudadanos.
Descartada la gran coalición PP-PSOE, Podemos no está en condiciones -menos aún con su discurso ante la crisis europea por el yihadismo- de encarnar una opción de gobierno con un PSOE al que podría destrozar por su izquierda, de modo que sólo la combinación del PP y Ciudadanos (podrían sumar más del 50% de los votos, frente a una izquierda divida en al menos tres opciones y unos nacionalismos igualmente dispersos) establecería la vertebración para un nuevo gobierno central.
La permanencia de Rajoy a su frente estaría en función de la distancia que pudiese sacar el PP a los de Rivera (si se la saca de manera significativa) y de los propios planes de futuro de Ciudadanos que, como reconocen sociólogos y analistas solventes, podría ser la primera fuerza política española en el medio plazo. Las listas electorales que el jueves presentó Rajoy no son sugerentes de ninguna renovación, aunque el presidente haya mejorado notablemente su vis política. El problema es que cohonestar la paquidermia de Rajoy con el sprint de Rivera será un encaje de bolillos. Seguramente, no quede más remedio que intentarlo. El contexto histórico parece imponerlo.