Esteban Hernández-El Confidencial
- El exvicepresidente es clave en la confrontación de la izquierda, y su meta electoral solo la puede alcanzar si eleva el tono. Está creando su espacio
La confrontación en el seno del Gobierno a causa de la ley del solo sí es sí tiene una deriva política que tiende a subsumir cualquier consideración que se realice sobre la norma. La evidente alarma social provocada por uno de los efectos de la ley, la rebaja de condenas y las excarcelaciones de violadores, no podía quedar sin respuesta. Es la clase de temas que la ciudadanía tiende a percibir más allá de ideologías, puesto que va contra el sentido común dominante que hechos tan graves queden rebajados en su sanción. Al tratarse de cuestiones que preocupan a la sociedad y que suelen penalizar electoralmente, su reforma era esperable.
Sin embargo, esta rectificación ha quedado plenamente sujeta a las consideraciones de partido. Por una parte, los socialistas han tratado de derivar la responsabilidad de la ley únicamente hacia la ministra de Igualdad. La discusión entre Carmen Calvo y Pablo Iglesias en una tertulia radiofónica definió a la perfección cuáles son las posiciones. Los socialistas señalaban que era una ley de autor de Montero, y que recibió el apoyo del presidente porque no podía ser de otro modo, mientras que desde Podemos se subrayaba que fue una decisión acordada por los socios y ratificada en persona por Pedro Sánchez. Es obvio que, en este asunto, Iglesias tiene razón y no cabe exculpar a los socialistas de la aprobación de la ley: es tan suya como de Irene Montero.
Reducir el margen de Podemos
Podría haber sido de otro modo: habría bastado con que la coalición señalase que es una buena ley, que resaltara los aspectos positivos y que acordase corregir los negativos; podrían haber pactado una reforma desde el principio. Pero ninguno de ellos estaba interesado en partir de la mano del otro, y más cuando los intereses electorales divergen. El PSOE está especialmente interesado en arrinconar a Podemos, y no solo por ganar más votos de la izquierda para las municipales y autonómicas, que es un factor relevante, sino por reducir el margen de maniobra de los de Montero y Belarra de cara a la negociación con Díaz.
«Qué importa favorecer a los violadores si así pueden vengarse de las feministas y del Ministerio de Igualdad»
Con la ministra de Trabajo ausente del debate, Podemos ha apostado por un mensaje claramente combativo, cuyo marco es el ataque permanente del viejo mundo rancio contra las nuevas costumbres que trae el feminismo: la estrechez de la mente reaccionaria que se opone a una nueva sociedad. La idea es esa, aunque Iglesias lo formule en términos más personales en La base: “Una minoría de jueces señoros ignora las agravantes que contempla la ley y rebaja las penas de los violadores. Qué importa favorecer a los violadores si así pueden vengarse de las feministas y del Ministerio de Igualdad”.
El órgano ideológico de Podemos
Esa insistencia en fijar a Podemos como un partido sometido a acoso y derribo, porque representa una sociedad mucho más abierta, y mucho más conectada con la fuerza social dominante hoy, el feminismo, tendrá poco recorrido social. Pero conseguirá convencer a una minoría, y ese es el objetivo, un cierre de filas que marque un espacio definitivamente propio en el que no puedan entrar ni el PSOE ni Díaz. Este es el objetivo político último, y para eso sirve La base, que se ha convertido en el órgano ideológico de Podemos y en su canal oficioso.
Iglesias eligió otra vía y confrontó con Juan Roig; individualizó el problema y señaló al empresario como ejemplo de la perversión del sistema
Este planteamiento táctico no ocurre solo con la ley del solo sí es sí. La semana pasada lo pudimos presenciar con la polémica creada alrededor de los precios de Mercadona. La animadversión hacia millonarios que están haciendo mucho dinero con la crisis es creciente, y la idea de que se están lucrando quienes más tienen, y que lo están haciendo sin disimulo, está cada vez más presente en las sociedades occidentales. Los beneficios extraordinarios de algunas, muchas, empresas, mientras el resto de la población debe hacer un esfuerzo adicional, que se suma a los ya sufridos en crisis anteriores, están provocando malestar. En Francia, por ejemplo, esta tensión va en aumento, ya que ocurre al mismo tiempo que intentan rebajarse las pensiones.
Esta situación tan desigual ha generado propuestas como los impuestos sobre beneficios extraordinarios o de tope a las hipotecas. Iglesias eligió otra vía y confrontó directamente con Juan Roig y Mercadona. Individualizó el problema, puso a un millonario como ejemplo de la perversión de ese instante y dedicó programas de La base y declaraciones públicas, suyas y de su partido, a señalar a Roig. Se trata de una maniobra política que no generó demasiado afecto entre la población, en la medida en que Roig es popular en distintos entornos sociales, e incluso Ximo Puig y UGT salieron a defender al empresario.
Una minoría decisiva
Sin embargo, Iglesias no buscaba un efecto generalizado, sino la movilización de parte del electorado, especialmente en Valencia. Es un territorio estratégico para Podemos, tanto como Madrid, y allí necesitan fijar un espacio propio, diferenciado del PSOE y de Compromís, y con esta clase de discurso lo consiguen. Roig es un empresario valenciano, un hombre fuerte en la región, y al ofrecer un nombre propio que encarna esa pelea contra los millonarios, conseguía simpatías minoritarias, pero simpatías, en una comunidad electoralmente crucial para Podemos.
Esa es también la idea que recorre la posición de Podemos sobre el solo sí es sí: marcar terreno propio y fijar un espacio político en el que no puedan entrar ni Sánchez ni Díaz. Quizás atraiga un porcentaje de voto minoritario, pero que puede ser muy relevante en algunos municipios y comunidades, y especialmente en las generales. Iglesias está construyendo, desde la confrontación insistente y sin disimulo, con La base como punta de lanza, una parcela electoral que nadie pueda quitarle. Desde ella, podrá negociar lo que sea con Díaz y presionar a Sánchez.