Cuando en junio del año pasado la periodista Diana Sanjinés, hoy en Barcelona, describió por primera vez cómo centenares de personas hurgaban en la basura acumulada en las calles de Caracas, muchos pensaron que se trataba de focos de marginalidad en medio de la crisis. Los más optimistas quisieron justificarlo culpando al implacable desabastecimiento de alimentos, que había alcanzado su punto más crítico a mitad de año. Un mal pasajero.
La iniciativa gubernamental lanzada nueve meses después, que busca evitar que se vea a pobres y hambrientos buscando alimentos entre desechos, confirma las imágenes que todos los días asaltan las calles y las redes sociales por todo el país. No se trata sólo de indigentes o marginales, también padres de familia desesperados o jóvenes con hambre.
Miles de personas, que la oposición evalúa de forma exagerada en un 10% de la población venezolana, han encontrado en la basura su despensa para combatir el hambre y la miseria.
Una imagen, realizada en la capital por el fotógrafo Federico Parra, de la agencia France Presse, y que ilustra este reportaje, insiste de forma descarnada en un fenómeno que airea de la peor forma posible el drama venezolano. Una niña, en cuclillas entre bolsas de basura, busca algo para meterse en la boca, el resto de un alimento con el que llenar su estómago. A pocos metros, el Simón Bolívar de un cuadro asiste de forma imperturbable a la escena.
Dirigentes opositores han denunciado recientemente la muerte por hambre de ocho niños en San Félix. La ex diputada María Corina Machado añade 15 menores en Monagas y medio centenar en Anzoátegui en lo que va de año. Cifras terribles que el Observatorio Venezolano de la Salud reclama desde hace meses ante la sordera del Gobierno del presidente Nicolás Maduro, empeñado en tapar el sol con su dedo bolivariano.
En una jornada de trabajo realizada en el barrio caraqueño de Carapita, la ONG Cáritas detectó que el 34% de los niños presentaban déficit nutricional. Y de ellos, un 7% con desnutrición moderada-severa. Una mala alimentación que pone en riesgo su salud.
Yohan tiene 10 años y sólo levanta un palmo del suelo, como si su hubiera olvidado de cumplir años hace tiempo. Durante el día da vueltas en torno a las panaderías del barrio caraqueño de Santa Mónica, sabedor de que para él no es difícil conseguir algo de comer, casi siempre le basta con sonreír con sus ojos tristes. A la que puede, intenta desviar alguno de sus trofeos para sus hermanos y padres, demasiado mayores para dar pena. Ellos simplemente esperan que los locales saquen sus desperdicios a la calle. Entonces es cuando comienza la búsqueda frenética, como si se tratase de mineros a la caza del oro.
Uno de ellos, flaco como un tallo, escruta como todas las noches los restos de la Panadería Royal tras corretear las basuras de varios edificios. Aquí por los menos les separan lo que es comestible en bolsas: trozos de pizza, restos de almuerzos, sobras del pan… Ya son varios en la misma carrera, la búsqueda es ávida, una competición. No da tiempo para hablar, sólo resaltar lo que es tan evidente: «Chamo [chico], tenemos hambre».
«Se ve a diario, son miles de personas. La gente acuclillada comiendo, recogiendo con bolsas. Trasegando residuos de líquidos en una sola botella», se lamenta el conocido investigador Roberto León Briceño.
El 81,8% de los hogares venezolanos viven en situación de pobreza y el 51,5% lo hacen en pobreza extrema, según las conclusiones obtenidas de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, elaboradas a partir de las encuestas de varias prestigiosas universidades.
La economía más miserable del planeta, según el ranking elaborado por Bloomberg. Y también la de mayor inflación y mayor recesión, tan pronunciadas que al 93% de los venezolanos no les alcanzan sus sueldos para comprar la comida que necesitan.
«Le echo pichón [trabajo duro] todo el día y muchas veces no tengo nada que llevar a casa para mis hijos. Mientras, Maduro se la pasa hablando del presidente de Perú [Pedro Pablo Kuczynski], que algo dijo de unos perros. ¿A quién le importa? Estamos pasando muchas penalidades», se queja Junior P., de 32 años, trabajador de una panadería que no tiene harina.
En la otra dimensión, la bolivariana, nada de lo aquí narrado sucede en el país. Tanto es así que el diputado oficialista Mario Arias se ha descolgado justificando las colas de escasez producto de que «los ciudadanos tienen más dinero». Según el articulista chavista crítico Juan Linares Ruiz, estamos ante el «mundo mágico de Maduro», en el que «todas las ventanas democráticas se cierran y el Gobierno propicia el hambre porque la considera su aliada».
Hambre que, según los agricultores, se agravará durante este año ante la falta del inventario y los insumos para sus cultivos. «Si existiera suficiente inventario [como asegura el Gobierno de Maduro, que el sábado volvió a arremeter contra el secretario de la OEA], ¿por qué estamos viendo en cada cuadra [manzana] en Caracas gente revisando en la basura para ver cómo consigue alimento?», reclama Antonio Pestaña, presidente de la patronal agrícola.