Javier Caraballo-El Confidencial
- Preguntémonos sobre los motivos ocultos que pueden explicar algo tan extravagante como presentar una segunda moción de censura, sin posibilidad alguna de que pueda prosperar y con un candidato ajeno al proyecto
Hace cosas raras. En ese aspecto coincidirán hasta los propios votantes de Vox, los más fieles, porque también ellos se sentirán desconcertados con la elección de un viejo comunista español para que los represente en la moción de censura que quiere plantear Santiago Abascal en el Congreso. ¿Habrá perdido el oremus el presidente de Vox? No es que se haya vuelto loco, que es una de las acepciones de la expresión, sino que ha comenzado a hacer cosas raras, y lo interesante es preguntarse el porqué de esa estrategia en apariencia errática. Preguntarnos si todo esto forma parte de una estrategia determinada, que no tiene por qué ser estrictamente política. Vox hace cosas raras porque en Vox están pasando cosas raras, esa es la cuestión. Miremos la noticia con un poco de distancia y preguntémonos sobre los motivos ocultos que pueden explicar algo tan extravagante como presentar una segunda moción de censura, a ocho o nueve meses de las elecciones generales, sin posibilidad alguna de que pueda prosperar y con un candidato ajeno al proyecto.
Comencemos por esto último, el candidato, su edad y su trayectoria, que es lo más fácil de entender. Quizá sea Ramón Tamames el único que no miente ni oculta nada en esta historia. En su sinceridad de nonagenario, Tamames ha dejado claro que lo único que le interesa de esta moción de censura es recuperar la notoriedad pública que se le escurrió entre los dedos hace 20 años, cuando daba conferencias por toda España. Se hubiera presentado por cualquiera que le garantizase lo mismo que Vox, volver al tiempo que se fue. Su sinceridad llega a ser tan patética que reconoce que lo que le mueve a aceptar la oferta es un remordimiento interior que le tortura desde hace 20 años: ¿por qué no me llama nadie? “¿Por qué no me llaman alguna vez del Congreso?”, como confesó el otro día en El Confidencial, en la entrevista de mi compañero Antonio Villarreal, que lo retrató perfectamente. Es solo eso, desde hace 20 años se repite la misma pregunta, piensa en la ingratitud de la política española con un economista como él que, quizás, en otros países estaría reclamado y valorado como asesor o como consejero. Pero aquí, nada. Y ha cogido el primer tren que ha pasado por su lado, antes de que lo atropelle la misma vida.
Eso, en fin, lo que busca Tamames, se entiende perfectamente. La gran duda, lo que hace levantar sospechas sobre el oremus de Santiago Abascal, es lo contrario, qué puede buscar Vox en Ramón Tamames. Si un partido de ultraderecha recurre a un antiguo comunista, podríamos pensar, quizá, que lo que busca es dulcificar su imagen, mostrarse más tolerante, más abierto, más centrado… Pero ya sabemos que todos esos son conceptos antitéticos a la esencia de Vox. El día en que Vox intente parecerse al PP, a la, según ellos, “derechita cobarde”, habrá desaparecido. Para sobrevivir, Vox tiene que explotar su vertiente antisistema, cafre o gamberra, porque sin ella se diluirá en el debate. Con lo cual, no es normalización política lo que se busca con esta moción y este candidato.
¿Y si lo que se busca es la notoriedad por la notoriedad? Formar escándalo, provocar debates y desconciertos, promocionar las siglas, sin importar el mensaje que se transmita, porque lo importante de esta operación sería exclusivamente eso, una gran campaña de marketing. Los grandes temas de debate político de Vox, como los continuos incendios por la inmigración, las condenas de asesinatos por el aborto o la confrontación contra el feminismo que ellos consideran exagerado, es posible que ni siquiera aparezcan en el discurso de su candidato, pero nada de eso es relevante, porque no es el objetivo de esta campaña. Marketing. Eso es lo que nos conecta con la otra cara del oremus, la impresión de que en Vox están pasando cosas raras. No puede ser casual que todas las personas que han salido de Vox, que han abandonado la formación, acaben repitiendo lo mismo: que existe un montaje financiero oculto y que el partido se comporta como una secta que expulsa a todo el que discrepa. Desde Ignacio Camuñas o Vidal Quadras, que eran fundadores y no duraron ni tres años, hasta Juan Lara, que fue vicepresidente primero, o Macarena Olona, uno de sus referentes políticos más sólidos, pasando por una gran cantidad de exconcejales repartidos por toda España.
Todos dicen lo mismo por su experiencia en sus respectivos ámbitos: financiación oculta y secta. “Vox es una organización empresarial con forma de partido político. Detectaron un vacío ideológico y crearon un producto, que colocan y venden con una estrategia de marketing”, ha dicho una exconcejala de este partido en el municipio de Águilas, en Murcia. Lo de Macarena Olona ha podido parecer más impactante aún porque, en semanas, dio un portazo a la organización y comenzó a denunciar que la acosaban y la amenazaban. Hasta que dijo: “O paráis o entro con la identidad y las fuentes de financiación”. Un testimonio más, en el mismo sentido, el de Juan Lara, cuando le preguntaron en el programa Salvados si es verdad que las donaciones particulares que recibe Vox, que llegaron a superar ampliamente el millón de euros en 2019, las audita un director económico financiero externo a la estructura política, como dice en sus estatutos: “Todo es mentira, eso jamás ha existido”.
Hacer cosas raras y que pasen cosas raras. O mejor, hacer cosas raras para que sigan pasando cosas raras. Eso es lo que explicaría la extravagancia política de esta moción de censura, como ha coincidido en calificar todo el mundo. Bueno, todos menos uno: Iván Redondo, el antiguo asesor del presidente Pedro Sánchez, que es el único que, en un artículo en La Vanguardia, la ha calificado, nada menos, que de “una de las mociones de censura más inteligentes de los últimos años”. Ahí queda eso. Si todavía hubiera valorado que la moción es muy inteligente porque contribuirá a difundir la marca en un año electoral, podría pasarse por alto, por lo que decimos del marketing, pero considerarla un acierto político es muy distinto, porque difícilmente los votantes tradicionales de Vox se verán reflejados en esa moción de censura. De modo que si ya existían motivos para el desconcierto de muchos votantes de Vox, el presagio de Iván Redondo debe haberlos sumido en la más profunda desorientación. Ramón Tamames como Mohamed Alí, dice el gurú. Es para entender la desazón, sí.