Eduardo Uriarte-Editores

Mi amigo y compañero de correrías Mario Onaindia se atrevió a criticar a su partido, el PSOE, por su pobreza en la elaboración teórica, y con su irónico sentido de humor osó atribuirle una única aportación: la Movida Madrileña. Con ello denunciaba la orfandad ideológica de su formación política, hecho que me lo vino a confirmar Nicolás Redondo hijo cuando me indicó que muchos de sus compañeros cuando no sabían por dónde ir se montaban en lo primero que pasase, fuera un taxi o un carrusel de caballitos. De esto me acordé cuando en una reunión con todos los movimientos populistas iberoamericanos vi babeando a algún alto representante del PSOE, cuando nosotros en tiempos de Euskadiko Ezkerra no hubiéramos dudado en calificarlos de izquierdas tiñosas. Fue evidente que el bolivarianismo y lo que trae por detrás influyó en el vacío ideológico socialista tras la salida de Felipe y la llegada de ZP con su voluntarismo buenistas, madre de todas las tragedias políticas, y la rememoración de su abuelo fusilado para trasladarnos a la España de la tragedia. Una tragedia de verdad.

No es que hubiese una estrategia concebida para formular un bloque político con el mundo de ETA durante la larguísima negociación con dicha organización y el Gobierno ZP, pero el testarudo y exagerado buenismo desplegado con ETA, incluso después del atentado en la T4 que costara dos vidas, fue creando unos lazos de conciliación. Habría que añadir el importante papel desempeñado por la mesa política de Loiola, paralela a la negociación con ETA, en la que empezó a escamarse el representante del PNV, Imaz, atisbando donde podía acabar tan largas conversaciones, pues el bloque social-populista se iba esbozando, incluso hasta acabar blanqueando ante las bases socialistas la imagen de los que hasta hacía muy poco habían asesinado a sus compañeros. El dictamen del Tribunal Constitucional legalizando a HB, sin que ésta condenara los atentados, contradiciendo la sentencia el Tribunal Supremo que mantenía su ilegalización, fue un gesto definitivo de acogida política por parte del PSOE. Solo había que concederle tiempo para que su secretario general acabara en conversaciones con Bildu para constituir Gobierno, tras los pactos que previamente realizara en Navarra su partido.

Tiene, pues, sus razones el PSOE para presentar como un éxito la negociación con ETA. Encontró un aliado según él iba abandonando la democracia convenida en la Transición.  Fue un éxito no por conseguir la paz, una paz asfixiante en Euskadi bajo la hegemonía abertzale confirmada por su dominio cultural, actos de homenaje a etarras, y agresiones técnicamente dosificadas, sino porque se constituía poco a poco el bloque que se ofrece en toda su virtualidad el pasado día trece en la sede de Ferraz con Bildu.

Tengo que confesar que el primero en manifestar el interés de un acercamiento a ETA, después de un documento, pues él si hacía elaboración teórica, fue el propio Onaindia en los 90 tras la Convergencia de EE con el PSE, idea que fue rechazada en su día y que tras discutirla con amigos decidió meterla en un cajón y decidirse apasionadamente por el origen ilustrado de la nación española. Pero hubo algún otro que recogió la idea que él apartó, acercándose al mundo de ETA con la decisión de encontrar en ella puntos de coincidencia y potenciar el reforzamiento de una izquierda en crisis, aunque ésta quedara influida por el nacionalismo rupturista.

Lo cierto es que cuando el Gobierno ZP negociaba y negociaba y negociaba con ETA, aunque ésta ya estuviera policialmente derrotada, corriendo el riesgo de resucitarla, su interés residía, hijo del buenismo, en el encuentro de las izquierdas, aunque ésta sea nacional-socialista, para convertirla en su posible aliado. Pues ETA, tras su derrota militar, había descubierto junto a un PSOE sin rumbo las inmensas posibilidades de ruptura política desde dentro del sistema, fruto del compadreo por Latinoamérica con malas compañías, otrora guerrilleros fracasados y ahora populistas triunfantes.

El encuentro del día trece de octubre entre Sánchez y Mertxe Aizpurua es la constatación de un proceso de encuentro que se inició en la negociación con ETA bajo el señuelo de encontrar la paz. Ahora ambos se aprestan a la ruptura constitucional en compañía del resto de las formaciones que están por la secesión de sus territorios o por la abolición de la Constitución del 78. ¡No va a estar Zapatero a favor de la amnistía!

Lo más grave de esta precipitación en el encuentro de Ferraz, a pesar del proceso de acercamiento expuesto, es que no se hace por convencimiento estratégico, teórico -que ya se ha dado-, es porque Sánchez necesita todos los votos que están en contra de la Constitución, en vez de mantener el encuentro con lo que la siguen apoyando, porque lo único asumido en realidad por el presidente en funciones es el profundo odio a la derecha. Las dos Españas de la tragedia que nos trajo ZP con su abuelo.