El ovni

ABC 24/05/17
DAVID GISTAU

· ¿Pero de verdad la fascinación es tal como para desertar de una democracia y avenirse a vivir en un régimen dictatorial?

LAS generaciones europeas ya no tienen el sentido de conquista democrática relacionada con la derrota del nazismo, la Guerra Fría y el régimen del 45 al que España se incorporó con un retraso de tres décadas. La doctrina democrática está fatigada y sufre, a ambos extremos, regresos de lo revolucionario y de lo reaccionario que, por añadidura, han convertido en motivo de mofa otras palabras tales como liberal o cosmopolita. Observen el odio que concitan en ambos extremos, el revolucionario y el reaccionario, personajes como Macron que parecen detener la inercia regresiva que querría devolvernos a aquella Europa de otoño del 40 en la que, repartido el continente entre los dos totalitarismos, el de clase y el de nación/raza, sólo quedaba una democracia, Inglaterra, acosada encima por el «Blitz» y por la inminencia de la invasión anfibia, la operación «León Marino» –un Día-D inverso–, que Hitler no desató por atender a la promesa de Göring de que sus aviones bastarían para ganar la isla o, al menos, para imponer a Churchill una negociación que evitara el mantenimiento de dos frentes.

El desistimiento democrático tiene diferentes enfermedades oportunistas en cada lugar de Europa. En España, donde no solemos privarnos de nada cuando de salir de verbena se trata, se nos han aparecido los dos no-muertos totalitarios, el revolucionario y el nacionalista. Sigue siendo posible elegir cuál de las dos facciones ha de helarte el corazón: o cuál ha de ponerte rumbo a París, ya que París no ha caído y por ello he considerado necesario comprobar la vigencia de mi documentación francesa. ¡Si hasta en el PSOE proclaman cantando, puñito en alto, voluntades de liquidar al burgués! ¡Ellos que no sé de dónde pueden sacar el rencor social! De los restaurantes a los que van seguro que no.

Como cantaba Krahe al comparar modalidades de tormento que es posible infligir al ser humano, la bolivariana no está mal. Pero dejadme, ay, que yo hoy esté asombrado con la nacionalista catalana después de las revelaciones sobre el «plan secreto» (siempre astutos) hacia la independencia que lleva días desvelando «El País». Exceptuemos, por razones patológicas, a los exaltados profesionales, genéticos, a los distópicos, a los delirantes. En el independentismo nos siguen quedando muchas personas que durante años votaron y vivieron moderado y que en algún momento, tal vez por huir de la crisis hacia un refugio emocional, se alistaron en esa persecución del destino manifiesto que siempre me ha recordado la promesa de tener un OVNI en el granero en el que se salvarán de la aniquilación universal los elegidos. Bien. Allá esas personas con sus motivos. ¿Pero de verdad la fascinación es tal como para desertar de una democracia y avenirse a vivir en un régimen dictatorial que no tendrá libertad de prensa ni independencia judicial y en el que sólo se podrá existir militarizado por el Estado? ¿De verdad la doctrina democrática ha caído tan bajo como para que no aprecien la diferencia?