Olatz Barriuso-El Correo

  • Sabin Etxea siempre ha contado con la posibilidad de una entente de las izquierdas vascas pero no antes de las forales de 2027. El acelerón navarro ha encendido las alarmas

Hay un episodio concreto que esta semana ha venido a la memoria de más de un dirigente jeltzale. Sucedió en la campaña de las elecciones vascas del 1 de marzo de 2009, en concreto en un mitin del PSE-EE en Basauri. Patxi López, a una semana de la cita con las urnas, aseguró que en ningún caso pactaría con el PP para auparse a Ajuria Enea. Lo que pasó después es conocido: el hoy portavoz del PSOE en el Congreso se convirtió en el primer lehendakari no nacionalista gracias al apoyo de los populares vascos, un error -el haberlo negado, se entiende- que admitió tres años después. «Reconozco que dije que no iba a pactar con el PP y me equivoqué. La alternativa era la división».

«Si entonces se demostró que no había que creer a López, ¿por qué tendríamos que creer ahora a (Eneko) Andueza?», se preguntan los socios mayoritarios de la alianza transversal que funciona en la gran mayoría de las instituciones vascas desde poco después de la salida del mencionado exlehendakari y de la llegada al cargo de Iñigo Urkullu. No lo hacen en público, claro, aunque la respuesta oficial del EBB es también esclarecedora: «Sobre la posible traslación a Euskadi del acuerdo en Pamplona habría que preguntar al PSE, el resto es especulación. Nosotros tenemos clarísima nuestra política de alianzas, que se remonta a los años ochenta, con el parón de Lizarra».

El paréntesis en cuestión fue, en realidad, de quince años, los que transcurrieron desde que Nicolás Redondo Terreros dio la orden a sus tres consejeros de salir del Gabinete Ardanza después de doce años de fructífera transversalidad hasta septiembre de 2013, la fecha del primer acuerdo de estabilidad entre PNV y PSE tras el trienio de López. Diez años han pasado ya desde que jeltzales y socialistas sellaron esa alianza y muchos se preguntan en Euskadi si estará a punto de cumplirse otro ciclo y si la reedición de la entente en diputaciones y ayuntamientos tras los comicios de mayo pasado ha sido la última.

¿Cambio de agujas?

En sectores jeltzales se cree que Bildu puede ser un socio «más cómodo» si Sánchez tiene que elegir

En Sabin Etxea siempre han creído que no. Que la política de alianzas se mantendrá sin variaciones al menos hasta las municipales y forales de 2027. «En esa fecha es posible que EH Bildu abra el baile e intente tentar a los socialistas con algún cambio de cromos. Tú me das Gipuzkoa, yo te doy Vitoria…». Así opinaba hace pocas semanas un alto dirigente del PNV, convencido, en cambio, de que en las próximas autonómicas -se especula con que sean en marzo- el riesgo estaba conjurado. Entre otras cosas, porque la necesidad que Pedro Sánchez tiene del PNV en Madrid y la resistencia de la izquierda abertzale a condenar la violencia de ETA hacían de cortafuegos.

Esos dos condicionantes siguen vigentes, sí. Pero la bomba política que ha estallado esta semana al anunciarse el apoyo del PSN a la moción de censura contra la regionalista Cristina Ibarrola para entregar la Alcaldía de Pamplona a Joseba Asiron, de EH Bildu, ha cambiado las cosas. No en la superficie, donde el PSE sigue haciendo esfuerzos ímprobos para distanciarse de los de Arnaldo Otegi e insiste en que jamás firmará un pacto de gobierno con ellos. Pero sí en las corrientes subterráneas que agitan la política vasca. Bajan más revueltas que nunca: las expectativas de un cambio de gobierno en Euskadi -es decir, el porcentaje de vascos que lo ven posible- ha aumentado más de treinta puntos en dos años, según el Deustobarómetro.

¿Quiere decir eso que hay posibilidades reales de asistir a un cambio de paradigma en Euskadi en tan sólo unos meses? Según todas las fuentes consultadas, la conclusión es que es poco probable si el PNV cumple los pronósticos de las encuestas y gana las elecciones con claridad suficiente. Hasta el terremoto político de esta semana, la creencia general convenía que, si el PNV bajaba dos o tres escaños y el PSE subía en proporción parecida, la entente se reeditaría en condiciones más ventajosas para los socialistas. Con un vicelehendakari, como ahora, quizás más carteras y muy probablemente la presidencia del Parlamento vasco para los de Andueza. Ahora, los propios socialistas vascos asumen que su tendencia ascendente puede enfriarse mientras se activa el voto ‘antiBildu’, lo que puede frenar la bajada del PNV y/o engordar al PP.

Transversalidad

El EBB se reafirma en su apuesta «clarísima» por reeditar la alianza «histórica» con el PSE

A por todas

Pero, ¿qué pasa si la izquierda abertzale consuma el ‘sorpasso’ y gana o se acerca tanto al PNV que las espadas quedan en alto? Los jeltzales, oficialmente, se limitan a insistir que ellos no son UPN. No les conviene desgastar de más al PSE porque esperan reeditar no sólo el pacto sino la mayoría absoluta. Pero ya desde antes del acuerdo en la capital navarra tienen claro que la verdadera razón del paso al lado de Otegi para situar al frente de la candidatura a Pello Otxandiano es colocar a alguien ‘limpio’ con quien no sea un desdoro pactar. «Salen a por todas, a intentar gobernar. Y con Otegi eso sí que sería inviable».

«Si ganan le van a pedir Ajuria Enea a Sánchez. Y él, ya con su primer Presupuesto aprobado, tendrá que elegir socio y decidir si pierde definitivamente al PNV». ¿Lo haría? Nadie pone ya la mano en el fuego por nada porque creen que el presidente ha roto todos los límites y los tabúes. Incluso, hay quien piensa que Bildu es un socio «más cómodo» para el PSOE porque negocia contrapartidas netamente políticas (presos, alcaldías) frente a las exigencias contantes y sonantes o de transferencias del PNV.

Además, hay otros movimientos que han hecho saltar las alarmas, sobre todo la sinceridad del ministro Óscar Puente al alegrarse de que gobierne en Pamplona un partido «progresista y democrático» y el acelerón, inesperado, de los ‘pagos’ a Bildu por su apoyo a la investidura. En sectores jeltzales se hace el análisis de que el de Pamplona es uno de los últimos pasos previos a su normalización plena como partido de gobierno. Incluso, no descartan que si EH Bildu, o su candidato, necesitan condenar el terrorismo de ETA para poder desalojar al PNV de las instituciones lo harán. «A estas alturas parece claro que Andueza será vicelehendakari, sólo falta saber de quién», se malician.