Jesús Cacho-Vozpópuli
Bueno, ya lo era, no se amontonen. Lo era hace tiempo, particularmente desde el golpe de mano que, apenas horas después de que Sánchez se instalara en Moncloa, primeros días de junio de 2018, decapitó a Antonio Caño y varios compinches más para iniciar un giro hacia la izquierda radical que ha llevado al diario de Prisa a alcanzar las cotas de excelencia periodística que estos días exhibe con la publicación de una nueva tanda de audios de ese tipo atroz llamado Pepe Villarejo. Ahora, ese cambio toma carta de naturaleza. El País se convierte en El Socialista. Sin careta. A primera hora del jueves, Telefónica comunicó a la CNMV la venta del 7,076% de su participación en Prisa, desprendiéndose de su condición de tonto útil de un periódico ahora aliado con el oscurantismo izquierdista más rancio, tosco papel que la teleco ha soportado con resignación durante los últimos tiempos. La operadora sigue manteniendo el 1,95% del capital, algo que en principio sorprendió. ¿A qué se debe seguir en esa trinchera? «A que los compradores no han podido, de momento, hacerse con la totalidad del paquete. No había cera para más vela». Una operación de importancia. Porque la crisis de los medios de comunicación está en el corazón de la crisis de la democracia española. Y porque el primer grupo editorial del país ha huido de posiciones templadas para abrazar las que defienden los enemigos de la Constitución, convirtiéndose así en parte esencial del «problema» español.
Una operación cantada desde el principio, diseñada para ser ejecutada desde el momento en que el tándem José Miguel Contreras-Miguel Barroso, los «Migueles» de Zapatero, aparecieron (reaparecieron más bien) sobre la cubierta de Prisa como adelantados de una operación destinada a fortalecer las posiciones de un aventurero que se disponía a gobernar España con apenas 120 diputados. Convertir Prisa en un grupo al servicio de Sánchez y sus ansias de poder. Había que desalojar a la gente del Ibex presente en el accionariado por mor de la capitalización de deuda (cosas del genio Rajoy y su ama de llaves, Soraya la del bolso) para ponerlo en manos más seguras, que un empresario nunca es de fiar por muy amigo que sea de Moncloa. Desalojar de la presidencia a Javier Monzón (Ana Botín y su Santander) y hacer lo propio después con Pallete y Telefónica. Pero había un problema: la pasta. Había que encontrar la pasta, porque el dúo citado vive tan bien como se espera que vivan nuestros ricos pijoprogres de izquierdas, pero lo que se dice dinero para invertir, pues más bien no. Encontrar la pasta, porque los testaferros (perdón, inversores) dispuestos a figurar como nuevos accionistas ya estaban apalabrados.
El primer grupo editorial del país ha huido de posiciones templadas para abrazar las que defienden los enemigos de la Constitución, convirtiéndose así en parte esencial del «problema» español
Y este ha sido el glorioso papel desempeñado por Telefónica en Prisa durante años: el de mera pantalla de un paquete accionarial para el que la pareja Contreras/Barroso, en realidad testaferros del propio Sánchez, tenía planes concretos que reclamaban tiempo de maduración. Pallete nunca tuvo capacidad alguna para intervenir en la línea editorial de la SER o El País; se conformó con el papel de reparto de «pasivo consentidor» y «esclarecido agradaor» de Moncloa, en espera de la recompensa por los servicios prestados. Alguien, mucho más borde, ha comparado el caso con el chiste de la puta y el millón de euros. Contreras/Barroso tenían la puta; ¡les faltaba encontrar el millón de euros!.
Ahora parece que la pasta por fin ha aparecido. Un asunto a mirar con lupa, porque en el intermedio Prisa compró Lacoproductora, una audiovisual de Contreras, y ahora unos amigos de Contreras compran ese 7% de Telefónica en Prisa. Todo queda en Prisa. Lo ha contado aquí muy bien Rubén Arranz, como la creación ad hoc de Global Alconaba, una «sociedad limitada unipersonal» constituida hace dos días y cuyo administrador es Andrés Varela Entrecanales, hombre de Contreras y capo de la productora que ha fabricado (con Secuoya) la docuserie sobre la vida de nuestro bello Pedro con la que «el presidente del Gobierno de España» se dispone a asombrarnos con sus ilimitadas capacidades para destruir el Estado desde dentro. «La operación se ha financiado íntegramente con recursos propios de los inversores», decía el comunicado de Prisa, que ya se sabe que a escote nada es caro, y menos si la operación se pone bajo la advocación de aquella otra deidad primigenia con la que el gran Jesús Polanco levantó en los setenta su imperio de cartón piedra: «Tú pon dinero en esta aventura que yo te garantizo que no lo vas a perder».
¿Cómo? ¿Quién puede afirmar tal cosa? Lo asegura Miguel Barroso, un tipo en el epicentro de esta operación, verdadero hombre fuerte de Prisa como mandatado del propio Sánchez. He aquí un socialista inteligente, mucho, convertido en el auténtico think tank del sanchismo, en nada parecido a parlanchines tipo Iván Redondo, que con mano de hierro en guante de seda dirige los destinos de Prisa con el v/b de Joseph Oughourlian, dueño de Amber Capital, primer accionista con el 29,7% y presidente ejecutivo. Barroso se sienta en el Consejo como dominical en representación de Amber. Un misterio la presencia de este millonario armenio y su fondo buitre en un negocio ruinoso como el de Prisa. Hubo un tiempo en que la troupe de Telefónica en torno al grupo, Javier de Paz et alii, pensó en hacer presidente al joven Rosauro Varo, prototipo de empresario de éxito en el sector del espectáculo, un sevillano socialisto y beautiful, pero la idea naufragó cuando Oughourlian reclamó el mando efectivo de un «negocio» en el que ha metido mucho dinero y ha perdido otro tanto. El armenio, a partir un piñón con el inquilino de Moncloa, ha recibido seguridades de que podrá recuperar el capital invertido, seguridades, se malician los malvados, que también alcanzan a los titulares de esos «recursos propios de los inversores». ¿La solución? El maná de los fondos Next Generation UE con los que Sánchez piensa apuntalar su reelección como presidente. Habrá un puñado de millones para que Prisa alicate hasta el techo su tecnología digital o su división audiovisual. Lo que sea, no les quepa duda.
Con el acompañamiento orquestal de Prisa y El Socialista, Sánchez sigue gobernando contra la oposición, como si no estuviera en el poder, incapaz de proponer otra cosa que no sea odio y revancha
¿Por qué ahora? Porque han encontrado el dinero (vale recordar que la operación estaba diseñada desde el desembarco de la pareja atómica en Prisa) y porque es el momento. En el pequeño núcleo de palmeros del «Presidente del Gobierno de España», como a este gran narciso le gusta referirse a sí mismo, han tocado a rebato. La situación se ha vuelto extraordinariamente apurada para él. Todo se le ha complicado. En lo político y en lo económico. Lo del CNI marca un punto de no retorno en lo que al desguace del Estado se refiere, y muchos analistas empiezan ya a hablar de un crecimiento del PIB de apenas un 3% este año, con inflación desbocada. Un panorama que ni los más fieles podrán soportar. Pintan bastos, y sus tropas se aprestan a defender la plaza hasta el último hombre, con las generales en el horizonte. Dispuestos a vender cara su derrota. Resistir en el Poder hasta el final y, si es posible, si en Génova 13 no espabilan, quedárselo a perpetuidad. La publicación de los nuevos audios de la factoría Villarejo, ese desecho de tienta que desde hace años tiene al establishment en vilo, es propia del país roto y desestructurado que es hoy España, país gobernado con una mafia, «la banda» que Albert Rivera denunciara en su día, al frente de la cual está él, el más guapo, el más apuesto, el más sinvergüenza. Con la causa archivada, vuelve el baile de las Cospedal, Aguirre y compañía. Cualquier cosa es buena con tal de embarrar el campo y colocar al PP de Feijóo entre la espada y la pared de una corrupción que, como todo el mundo sabe, es únicamente de derechas. Evidencia del grado de desesperación que embarga a Sánchez y sus edecanes.
Si la derrota en Andalucía se confirmara, la situación del personaje podría volverse insostenible por mucho que los socios de «la banda» siguieran apuntalándole en el Congreso. Caminamos a calzón quitado hacia una larga guerra de desgaste, de la mano de un irresponsable acostumbrado a utilizar las instituciones del Estado como alfombrilla de sus ambiciones. Con el acompañamiento orquestal de Prisa y El Socialista, Sánchez sigue gobernando contra la oposición, como si no estuviera en el poder, incapaz de proponer otra cosa que no sea odio y revancha. Lo aparatoso, por no emplear otro adjetivo más dramático, del caso español sigue centrado en ese veintitantos por ciento (por no hablar del 30% del truco Tezanos) que continúa dispuesto a respaldar al sujeto que nos gobierna. Y mientras tanto, el país de Jorge Javier empotrado estos días ante la pantalla de Sangenjo, asistiendo al espectáculo inane de la visita del Emérito, con el periodismo patrio componiendo una de sus más atroces estampas. El Emérito y su inevitable «corte» gallega. Y Felipe VI tocando la lira. Definitivamente, hay veces en que uno tiende a pensar que este país no tiene arreglo. Alguien lo dijo, hace mucho tiempo: solo se puede destruir a una gran nación cuando ella misma ha decidido destruirse interiormente.