BEATRIZ FANJUL-EL CORREO
Secretaria general de Nuevas Generaciones del PP vasco y cabeza de lista por Bizkaia a las elecciones del 28 de abril de 2019
Existe la posibilidad de que los españoles seamos convocados a las urnas este otoño. Pedro Sánchez, en un ejercicio de irresponsabilidad manifiesta, se ha dedicado en los más de 100 días que han transcurrido desde el 28 de abril no a formar un Gobierno, sino a orquestar la destrucción de su adversario electoral más directo, Podemos, utilizando para ello a toda una artillería de opinadores, tertulianos y hordas tuiteras que los socialistas tienen a su servicio. Los intereses de los españoles ceden una vez más a la ambición desmedida de Sánchez. Si ese escenario se diera finalmente, nos hallaríamos ante una oportunidad histórica de impedir que los socialistas se hagan con el timón del Gobierno cuando parece que un nuevo temporal económico asoma por el horizonte. Asusta ver cómo los errores del pasado regresan con fuerza y vuelven los mismos a negar las evidencias. El Gobierno de España necesita mano firme y políticas que funcionen desde un primer momento. Con el actual presidente eso nunca será posible.
Esa oportunidad de la que hablaba tiene una relevancia mayor en nuestra tierra porque en las pasadas elecciones, y tras la traición de un Partido Socialista lanzado en los brazos de nacionalistas, independentistas y herederos del terrorismo, el constitucionalismo quedó sin representación en el Congreso. Tras esta traición, los vascos que creemos en la unidad de España y tenemos sentimientos de comunidad con el resto de españoles, nos hemos quedado sin voz propia, aunque tengamos la suerte de contar con diputados de otros territorios que pueden defender también nuestros intereses.
El PP vasco fue la brújula del partido nacional. Así lo he defendido desde que me afilié, y eso que sólo era una niña cuando el terrorismo de ETA ‘cazaba’ a los nuestros. Pero me doy cuenta de que esa infame persecución dio a España políticos de raza, personas de fuertes convicciones, valor inquebrantable y objetivos claros que sólo surgieron en el País Vasco, porque lanzarse a la arena política en esta tierra equivalía a poner en riesgo no solo la propia vida, sino la de todo aquel que te rodeaba y con quien convivías. Y cuando pienso en el porqué de ese resultado tan desastroso que obtuvimos en las últimas elecciones generales no puedo dejar de darme cuenta de que perdimos la brújula y llevamos bastante tiempo sin rumbo.
Desde hace años el Partido Popular perdió toda capacidad de generar en nuestros vecinos, familiares o compañeros de trabajo algo que no fuera un sentimiento de rechazo. El peso de los corruptos fue muy elevado; la traición a nuestros votantes desde el Gobierno, continua; y la ausencia de explicaciones, constante. Además, el faro de esperanza que constituían los políticos de nuestra tierra se había ido apagando, borrando su valentía del recuerdo de los ciudadanos españoles conforme los años de plomo se iban diluyendo, y los medios de izquierdas la iban sustituyendo por la imagen que pretendieron generar sobre nosotros.
La situación, sin embargo, ya está cambiando. El partido se ha renovado y se inicia ahora un proceso de cambio que afectará no sólo a las personas, sino, y mucho más importante, al ámbito de las ideas. Los errores del pasado se están corrigiendo, y los aciertos apuntalando. Pero ahora mismo, y por desgracia, solos no somos suficientes. La desunión de nuestro electorado ha entregado en bandeja a la izquierda el palacio del poder, y a los nacionalistas la llave para poder acceder a él. Por ello resulta urgente olvidarse de las ambiciones partidas y aglutinar a aquella mayoría de ciudadanos que están hartos del chantaje de los nacionalistas. Si queremos frenar a Sánchez y a toda su cuadrilla y ofrecer una alternativa seria para los desafíos que se nos presentan, las fuerzas constitucionalistas debemos agruparnos en torno a un programa único, transversal, reformista y liberal. En el País Vasco, donde la competición es mayor y las posibilidades de conseguir escaño se recrudecen, es aún más acuciante la necesidad de aglutinar proyectos en torno a una lista unitaria; de lo contrario, nuestra voz quedará de nuevo fuera del Parlamento.
El País Vasco puede ser el primer paso por el que las fuerzas constitucionalistas del centro derecha comulguen y preparen un proyecto conjunto para que España continúe creciendo, y los españoles prosperando. En las pasadas elecciones, la suma de votos del PP, Ciudadanos y Vox superó los resultados del año 2016, cuando obtuvimos dos escaños, mientras que la desunión dejó a las tres formaciones fuera de las Cortes. Unidos somos más fuertes y, pese a que tenemos diferencias, los puntos de unión son mayores. Reforcemos estos últimos y enfrentémonos juntos a nuestro verdadero adversario.
El País Vasco Suma es hoy sólo una idea. Hagamos que pueda convertirse en realidad.