Lo más patético de la que le han montado a Munilla es la cortina de humo de calificarlo de ultraconservador, un juego que resulta risible cuando sale de las bocas del PNV, partido al menos tan «ultraconservador» como Munilla. Y cínico cuando encuentra apoyo en la izquierda que bien sabe que no es el conservadurismo o el progresismo de Munilla lo que se juzga sino su adhesión a la imposición nacionalista.
Con mucho humor y un poco de mala baba, un internauta resumía perfectamente ayer en los blogs de «El Correo» lo ocurrido en la Iglesia guipuzcoana: «¡Iglesia independiente vasca, ya! Y ponemos de Papa a Arzalluz». Pues eso, porque de eso se trata en el motín de los párrocos guipuzcoanos contra el obispo Munilla. De la condición demasiado española del nuevo obispo, española en sus dos acepciones nacionalistas, la del vasco que no es nacionalista o la del vasco que, sin ser nacionalista, tampoco hace esfuerzos denodados por contentar a los nacionalistas, lo que serviría para perdonar la terrible traición de nacer en el País Vasco y tomarte la libertad de ser lo que te dé la gana.
No es la persona idónea, dicen los firmantes del manifiesto contra Munilla, o, lo que es lo mismo, se empeña en mantenerse independiente del nacionalismo. Porque, a falta de más explicaciones sobre su concepto de idoneidad, y tales explicaciones no están en el escrito, interprétese sin peligro de errar que la falta de idoneidad se relaciona con el rechazo de Munilla a entender las razones y sufrimientos de los terroristas o a poner en la misma categoría a los terroristas y a sus víctimas. Que es lo que han hecho los ídolos de los párrocos guipuzcoanos, Setién, el colmo de la idoneidad, y Juan María Uriarte, algo menos idóneo pero suficientemente obediente a las consignas nacionalistas, tanto que ha acabado especializado en el diálogo con los terroristas.
Lo más patético de la que le han montado a Munilla es la cortina de humo de calificarlo de ultraconservador, un juego que resulta risible cuando sale de las bocas del PNV, partido al menos tan «ultraconservador» como Munilla. Y cínico cuando encuentra apoyo en la izquierda que bien sabe que no es el conservadurismo o el progresismo de Munilla lo que se juzga sino su adhesión a la imposición nacionalista.
Edurne Uriarte, ABC, 17/12/2009