Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- «Dentro de unas semanas, el Gobierno vasco tendrá la llave de las celdas, como ocurre en Cataluña, donde los sediciosos disfrutan de una jornada continua de puertas abiertas»
Cada viernes se anuncia el acercamiento a las cárceles del País Vasco de presos, incluidos asesinos múltiples, con las manos muy manchadas de sangre. Hasta 70 etarras tiene contados la Asociación de Víctimas del Terrorismo. A pesar de la incansable resistencia al aplastamiento por parte de las víctimas del terrorismo nacionalista de ETA, la apisonadora fletada por La Moncloa forma parte de una consciente maquinaria aplanadora de la memoria. El actual Gobierno sigue con el reparto de privilegios para cumplir con lo pactado o hablado tanto con el PNV como con Bildu, el legatario de ETA, en la moción de censura, la investidura y los Presupuestos. Dentro de unas semanas, el Gobierno vasco tendrá la llave de las celdas, como
ocurre en Cataluña, donde los sediciosos disfrutan de una jornada continua de puertas abiertas. El traspaso de las competencias en las prisiones vascas y el traslado continuo de etarras, por obra y gracia del ministro del Interior, pone, precisamente, en manos de los anti-78 las excarcelaciones a la carta como forma de pago a sus apoyos parlamentarios.
El profesor Buesa nos acaba de recordar que el asesino de su hermano, uno más en el reciente lote del doloroso trasiego, ha firmado ‘un papelito que le ha puesto Marlaska para hacer el paripé de que está arrepentido’. Ni siquiera la Audiencia Nacional considera válido el documento y, como remarca el bueno de Mikel, se acerca al País Vasco a quienes ‘se castigó a estar alejados de las víctimas’. Buesa pide el cumplimiento de la sentencia, ni más ni menos. Durante nueve años compartimos tertulias en la radio, con su templanza emocional y una excelencia intelectual asombrosa. Nunca un desliz entre sus notas y apuntes. Alguna noche de conversación radiofónica, recordando a su hermano Fernando, se le pudo intuir alguna lágrima camuflada tras los cristales de sus trabajadas gafas. Si a Marlaska «se le ha olvidado que un día fue juez», como dice Buesa, y al presidente del Gobierno no se le va de la cabeza que tiene que seguir siéndolo, a Mikel no se le borra de la memoria aunque le pase una apisonadora por encima.