Alfonso Guerra había pronunciado una conferencia en Tomares el día 27, cuando una asistente le preguntó por el indulto a los golpistas catalanes que se plantea Sánchez. Guerra parecía esperar ese momento, porque se marcó una respuesta de cuatro minutos, rotunda e impecable, que a uno se le antojó una réplica a mano abierta a la entrevista de Felipe la víspera en ‘El hormiguero’. Ha habido coincidencia en opinar que González aplicó un correctivo discreto, pero severo, a Pedro Sánchez, incluso por colegas a los que aprecio humanamente y respeto intelectualmente.
Debo decir que su comparecencia me pareció patética. Para empezar, el formato no era el adecuado. Pablo Motos es un inteligente y divertido presentador del entertainment, pero restaba calado a la entrevista. El tuteo al entrevistado y ese final: “presidente, muchísimas gracias, gracias por todo lo que has hecho por los españoles”, eximen de cualquier comentario. El entrevistado no criticó a Sánchez y el entrevistador no le mencionó que un presidente socialista elevara a vicepresidente a quien había acusado a FG de “tener las manos manchadas de cal viva” o el expediente disciplinario al único socialista que ha presidido la Comunidad de Madrid. Y a Nicolás Redondo, aunque también habría debido recordarle su crítica: “No te equivoques, Nicolás; cuida a mis amigos del PNV”.
Pero vayamos a lo que nos ocupa, lo del indulto: “La ley, que es del siglo XIX, habla de arrepentimiento, palabra anticuada, dentro de lo que es nuestra cultura judeocristiana”. ¿Tiene él atribuciones para reformar la ley?¿O para rechazar la referencia inequívoca del Supremo a que “no existe la más mínima prueba o el más débil indicio de arrepentimiento” de los condenados que justifique los indultos?
La exigencia del arrepentimiento la sostuvo Francisco Tomás y Valiente (El País, 23/9/93): “tanto el tribunal sentenciador como el Gobierno han de tener en cuenta, no sólo la solicitud de la gracia del indulto, sino especialmente las pruebas o indicios de arrepentimiento del delincuente-recluso que lo solicita. Si el arrepentimiento consta, puede concederse el indulto. Si no, no”. Lo dijo su amigo Tomás y Valiente, cuyo asesino, Jon Bienzobas, ha sido acercado por Marlasca de la prisión de Cádiz a Dueñas, sin tener que colaborar con la Justicia. Felipe no protestó por el acercamiento, aunque tras el asesinato nos prometió memoria: “No sólo me acuerdo de los asesinos, también de los que querían su muerte civil”. El PP, supongo.
En mi vida he sido más felipista que guerrista, pero en este caso no hay color. El exvicepresidente Guerra hizo un mentís al Gobierno, a Felipe y a la prensa adicta: Si el tribunal sancionador admite que no hay obstáculos, el Gobierno puede indultar o no hacerlo, pero si dice que no, no se puede dar el indulto. Hay una razón palmaria para ello: si la gracia fuera una medida de libre disposición del Gobierno no podría existir el recurso contra ello: “Políticamente es completamente indeseable. Jurídicamente es ilegal”.
No hay más que hablar. Ellos eran el par director, en acuñación del gran Julio Cerón. Hay que recordar que Guerra también amenazó con que sus 40 diputados votarían contra el Estatut en 2006. Ni uno, ni siquiera él. Pero ahora esos 40 tienen la ocasión teórica de manifestar su guerrismo cabal. Ya veremos si también práctica.