El Correo-DANIEL REBOREDO Historiador y analista político

Desbarra Quim Torra con su vía eslovena y engaña con la invención de un país de leyenda, enraizado en la incultura y en el uso y abuso de la mentira histórica

Las recientes declaraciones del presidente de la Generalitat, Quim Torra, lo incluyen en el elenco de la necedad al desconocer aquello de lo que habla y al estar impregnadas, al igual que todo el discurso del catalanismo radical, de orgullo, prejuicio, vanidad e incluso maldad si de verdad conociera lo que acaeció en la pequeña república exyugoslava. Conviene recordar lo que allí ocurrió para valorar su iniciativa. La República de Eslovenia se declaró independiente el 25 de junio de 1991, tras un enfrentamiento armado con las fuerzas armadas federales de Yugoslavia en un breve conflicto denominado ‘Guerra de los diez días’ o ‘Guerra de Eslovenia’, que provocó más de sesenta muertos y miles de heridos.

El enfrentamiento fue el preludio de la sangrienta desintegración de Yugoslavia que se inició con las traumáticas guerras en Croacia y Bosnia-Herzegovina, y que continuó con la independencia pacífica de Macedonia (1992) y Montenegro (2006). A partir del mencionado 25 de junio, nació la República Parlamentaria de Eslovenia (presidida desde noviembre de 2007 por Danilo Türk). El 1 de enero de 2008, esa república estuvo al frente de la política comunitaria, después de vincularse a Occidente con su unión a la OTAN (29 de marzo de 2004), a la Unión Europea (1 de mayo de 2004), a la zona euro (1 de enero de 2007) y a la zona Schengen (21 de diciembre de 2007). El Gobierno de Liubliana asumió la gran responsabilidad de dirigir la UE en el primer semestre de 2008, y la de enfrentarse a los problemas que necesitaban de la participación comunitaria. Desde el palacio Brdo, residencia de descanso de Josip Broz ‘Tito’ y último lugar en el que, supuestamente, Slobodan Milosevic, Franjo Tudjman y Milan Kucan intentaron en vano alcanzar un compromiso para frenar la sangrienta guerra balcánica, se orientó la política de la Unión.

La idílica y pintoresca Eslovenia, con su flamante panorama de la vida en la nueva Europa, sus esfuerzos de mejora, su espíritu comunitario, fue la que los eslovenos nos transmitieron al resto de los europeos. Pero lo que intentaron ocultar fue uno de sus fantasmas recientes, la ‘limpieza étnica administrativa de los borrados’, o lo que es lo mismo una de esas situaciones tan habituales en los Estados que nacen de la noche a la mañana y en los que, como Eslovenia, la homogeneidad étnica es clara, y que se manifiesta en el repudio, la marginación y la expulsión de los grupos minoritarios.

La muerte de Tito y la depredación de algunos países europeos junto con Estados Unidos hicieron desaparecer Yugoslavia. Pero tras el fallecimiento del dirigente yugoslavo, el país se mantenía sin mayores conflictos y las leyes de la federación preveían que cada ciudadano tuviera también una segunda ciudadanía, la de la república en la que había nacido, además de un tercer documento que certificaba la residencia en una de las seis repúblicas. Sin embargo, el 26 de febrero de 1992, el nuevo Estado decidió eliminar, mediante un procedimiento secreto y sin informar a los interesados, del registro de residentes a todos los que no habían solicitado la ciudadanía eslovena en los seis meses posteriores a la independencia. Entre los miles de ‘borrados’, que a menudo descubrieron por casualidad su nueva situación, había sobre todo serbios, croatas, bosnios, macedonios, gitanos, pero también eslovenos nacidos en el extranjero o en Eslovenia con nacionalidad yugoslava y documentos sin regularizar.

La principal consecuencia de su eliminación del registro fue que se convirtieron en residentes ilegales en el país, dictándose contra muchos de ellos órdenes de expulsión que les obligaron a abandonarlo, incluso hacia zonas de guerra como Croacia o Bosnia. Al considerarlos extranjeros o apátridas sin derecho de residencia permanente en Eslovenia, los ‘borrados’ no pudieron tener legalmente un empleo, perdieron las pensiones, la asistencia médica y el acceso a la educación. A pesar de que las presiones de la ONU y de Amnistía Internacional consiguieron que la Corte Constitucional eslovena condenara en dos ocasiones la ilegalidad y la anticonstitucionalidad de la medida, imponiendo al Gobierno en 2003, la obligación de recuperar la ciudadanía y los derechos de los afectados, así como de indemnizarlos, los sucesivos ejecutivos de Liubliana las obviaron cubriendo la cuestión con una pesadA losa de olvido.

Qué fácil sería ‘borrar’ de un plumazo a más del 50% de la sociedad catalana no independentista. Quizás sea este el sueño de Torra y el de otros incendiarios como los que hubo en Yugoslavia. Qué fácil es despertar el odio y las cuentas pendientes y convertir a pacíficos ciudadanos, intoxicados por la propaganda, en seres terribles capaces de hacer barbaridades que nunca imaginaríamos. Desbarra Torra con su vía eslovena, tropieza y engaña con la invención de un país de leyenda, enraizado en la incultura y en el uso y el abuso de la mentira histórica, proyectado por mentes fanáticas impostoras, impositoras y necias que pretenden que caminemos hacia un desastre que nadie cree que se pueda producir… y que, si continuamos por este camino, se producirá, tal y como ocurrió en aquella malhadada Yugoslavia destruida con la aquiescencia de Occidente.