JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 05/11/14
· Mas ya no engaña a nadie. Ni quiera a sus compañeros de aventura. Echará la culpa a todo el mundo, empezando por el Gobierno español.
Al final, no va a haber referéndum. Ni consulta. Ni «proceso participativo». Ni ninguna de esos chascarrillos que el astuto Mas se inventa. Va a haber una foto de catalanes ante los colegios cerrados o por sus calles pidiendo votar. Para esa foto se han invertido millones de euros, dos años dedicando todos los esfuerzos, afanes y millones de euros en conseguir esa consulta, que no era consulta, según ellos mismos decían, en vez de a gobernar, pues ni siquiera han aprobado los presupuestos, con la sarcástica paradoja de que todo el dinero invertido en Cataluña en infraestructuras y pago de deuda atrasada durante ese tiempo lo ha puesto el Gobierno de la España, que, según ellos les roba. Aunque tampoco es esa la mayor faena del astuto Mas, sino el haber dejado en manos de la «Sociedad Civil Catalana» todas las responsabilidades de realizar la consulta, una vez que el Tribunal la haya bloqueado por segunda vez, como una capitán araña que embarca a la gente y él se queda en tierra.
Con el estrambote del victimismo. «¡No nos dejan votar!». Cuando ni siquiera se ha atrevido a convocar esas «elecciones plebiscitarias» que había sugerido como sucedáneo de la original. Claro que sabía que, de convocarlas, el revolcón que iba a recibir sería de tal calibre que solo le quedaba el recurso de escribir sus memorias. Aunque a estas alturas, Artur Mas ya no engaña a nadie. Ni quiera a sus compañeros de aventura. Echará la culpa a todo el mundo, empezando por el Gobierno español, pero lo único que conseguirá es hacer más evidente que el culpable es él, que no ha sabido medir sus fuerzas ni las del contrario, ni tener siquiera la entereza de reconocerlo. Llega el momento de los lamentos, jaculatorias, demanda ante los tribunales nacionales e internacionales que quieran oírles, que poco podrán hacer pues la ley y la razón no están de su parte. Así no se crea una nación y, menos, un estado. Así se hace el ridículo, el único pecado que no se perdona a un político.
Acallar esas protestas, aliviar tantas ilusiones, desmentir tantas mentiras y bajar a los catalanes de la nube a la que les había llevado una clase política tan corta de entendederas como larga de ambiciones va a costar mucho esfuerzo y todavía más paciencia, pero es la tarea inexcusable que nos espera a partir del próximo lunes a todos los españoles, con la convicción de que los catalanes son nuestros compatriotas, tienen los mismos defectos y virtudes que nosotros, y de que, juntos, viviremos mejor que separados.
Pero también con la misma firmeza con que hemos defendido la base de esa convivencia: no hay privilegios para nadie, como buscaban los únicos que iban a salir ganando de esa consulta ilegal: esos políticos que ya se veían como presidentes, ministros diputados, embajadores, con el añadido de que no tendrían que dar cuenta de sus actos a la justicia española.
Que puede ser lo que está detrás de este inmenso y fútil jaleo.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 05/11/14