IGNACIO CAMACHO-ABC
- No estamos ante un proceso de cambio de ciclo porque nunca ha existido una verdadera mayoría social del sanchismo
Sostiene Michavila que no hay cambio de ciclo porque nunca ha habido, sociológicamente hablando, un ciclo sanchista. Cuando el actual presidente ganó la moción de censura tenía 85 diputados, la cifra más baja del PSOE en este período democrático, y ya en el poder sólo llegó a los 123 en su pico máximo. Esa falta de mayoría social la ha compensado mediante pactos con Podemos, el PNV y el separatismo catalán y vasco, pero sus expectativas demoscópicas no han dejado de menguar pese a –o a causa de– su estrategia de ocupación extensiva del Estado. Ha perdido cinco elecciones parciales en el último año. Su imagen está abrasada y su palabra carece de crédito ante los ciudadanos; incluso la mitad de sus propios votantes creen que el Gobierno los está engañando respecto a la situación económica y el contexto inflacionario. Los metadatos de las encuestas independientes, y hasta los del CIS de Tezanos, revelan un continuo deterioro de su liderazgo. Si los comicios fuesen hoy apenas alcanzaría el centenar de escaños y en los círculos políticos se ha vuelto verosímil la hipótesis de que no repita como candidato.
Lo que sí ha ocurrido es que a partir de la pandemia la tendencia general de voto se ha desplazado varios puntos hacia la derecha. Los dos partidos de la coalición gobernante se desangran a la vez y esa doble pérdida desequilibra los bloques de fuerzas que en 2019 se mantenían en una relación simétrica. Sánchez resolvió entonces el empate técnico a través de la llamada alianza Frankenstein, pero esas cuentas ya no cuadran aunque sus socios nacionalistas e independentistas se mantengan estables. Y no es sólo porque el desplome de Cs engorde al PP por un mecanismo automático de vasos comunicantes, sino porque una parte del electorado de centro izquierda ha iniciado también el trasvase. El cambio de líder en los populares favorece el efecto de arrastre, que si se consolida en las municipales llevará a los socialistas a una catástrofe indisimulable por más que puedan mantener ciertos ayuntamientos y comunidades.
En una política de esencia volátil no cabe asegurar que la suerte esté echada. Sin embargo la unanimidad de los sondeos es contundente respecto a la quiebra de confianza entre el sanchismo y una sociedad angustiada hasta la alarma por el empeoramiento creciente de las condiciones de su vida cotidiana. Más allá de la incertidumbre económica y el clima de pesimismo, los indultos a los líderes del ‘procès’ y las concesiones a Bildu han provocado en la sociedad española un rechazo explícito, una patente incomodidad moral que incrementa la sensación colectiva de extravío. El país va a pasar un año y pico dirigido por un ‘pato cojo’, un zombi al borde del precipicio pero dispuesto a resistir a costa de causar en la estructura institucional un daño crítico. Si no ocurre ningún imprevisto, Feijóo va a encontrar un paisaje destruido.