Diego Carcedo-El Correo
- Es la descripción popular y hasta política que se hace en los Estados Unidos de un presidente cuyo segundo mandato está expirando
Un ‘pato cojo’ (‘lame duck’ en inglés) es la descripción popular y hasta política que se hace en los Estados Unidos de un presidente cuyo segundo mandato está expirando. El último año en la Casa Blanca, ya sin posibilidad de nueva reelección, se vuelve sin duda en el más amargo. Ya suelen estar en marcha las primarias y la atención empieza a centrarse en la lucha por su sucesión. Y la expresión ‘pato cojo’ responde a las dificultades que tienen los patos para moverse cuando a su lentitud habitual se suma la pérdida de una pata o su deficiencia.
Después de siete años de mandato, el presidente saliente pierde una buena parte de su capacidad para promover iniciativas o tomar decisiones importantes. La experiencia se repite y la historia recuerda que son los meses más delicados y desagradables. La memoria de los votantes es más proclive a recordar los fracasos que los éxitos. Y, algo siempre revelador, el cumplimiento de las promesas hechas durante la campaña, las convenciones o en el acto solemne de la toma de posesión el veinte de enero. Al futuro expresidente en seguida le surgen las críticas y acusaciones.
Pero, sobre todo, lo que más suele afectarles es el sentimiento que al parecer produce es la pérdida del poder que supone tener que abandonar el Despacho Oval y sentir la pérdida de autoridad sobre los colaboradores y funcionarios a sus órdenes, así como de los compañeros de partido que le han venido sustentando desde las cámaras parlamentarias y los gobiernos de los Estados. La oposición, que sabe está llegando su hora, arrecia con más fuerza atacando los puntos flacos de su ejecutoria y exponiendo sus proyectos para un futuro distinto, siempre sin caer en los errores cometidos.
Aunque un sistema presidencialista como el norteamericano es distinto en muchos aspectos, como el de la limitación de los mandatos de los europeos, apodar a los primeros ministros en vísperas de su cese como un ‘pato cojo’ también es válida. Y sobre todo si se tiene en cuenta que en los sistemas parlamentarios los mandatos están abiertos a cualquiera de las formas que existen para los ceses y accesos al poder. Tenemos muchos ejemplos recientes, pero quizás el más elocuente, además del más próximo, sea Pedro Sánchez que está ya en el comienzo de su octavo año en La Moncloa. Un modelo de ‘pato cojo’ perfecto.
Sánchez accedió al poder a través de una moción de censura y se ha mantenido gracias a muchas promesas que no ha cumplido y a una coalición con partidos de ideas e intereses contradictorios que se aprovechan para conseguir prebendas. Su etapa, considerada como final por la opinión pública, está precipitada por escándalos graves, objeto de demandas colectivas para que ponga fin a su mandato y convoque elecciones. El se aferra al poder, aunque es evidente de que ya no puede hacer nada, ni siquiera recuperar su imagen deteriorada, bloqueado en la gestión y su popularidad hundida, hasta el extremo de no poder pisar la calle por miedo a ser abucheado.