Miquel Giménez-Vozpópuli

  • Lo hemos visto atacando dura e inmisericordemente a Vox en el Parlamento. Los que pensaban que Iceta era tan solo un simplón bailarín empiezan a ver cuan grande es su error

Toda España ha contemplado a un Miquel Iceta enfadado, vitriólico, crecido, alzando la voz, apocalíptico, un Iceta que nos retrotrae al que daba aquellos mítines en los que imploraba a Sánchez que le librara de Rajoy, ¡por Dios, Pedro! Es un Iceta que pocas veces sale a pasear, ya que habitualmente suele emplear modos amables y dulces, como usaba en el Parlamento catalán al interpelar a Puigdemont o a Torra. Ese Iceta, el simpático, el que bailaba en los actos de campaña, el irónico, el culto, el conciliador, se ha ido para dar paso al Iceta real. Ha cambiado de amable chico de los recados del PSC al Monsieur le Monstre, amo y señor del socialismo catalán y español.

Porque, lo he dicho siempre, el peligro jamás fueron ni Iglesias – ¿ande andará? – ni Sánchez ni siquiera Iván Redondo, que sabrá mucho de mercadotecnia y telegenia pero lo desconoce todo del aparato del partido, de sus engranajes y de las miserias que se han barrido desde hace lustros bajo las alfombras. Iceta, en cambio, se las sabe de primera mano y las tiene todas perfectamente archivadas en su agenda.

Gracias a sus excelentes relaciones con los servicios de inteligencia españoles, que datan de su paso como asesor de la presidencia del gobierno en los tiempos de su mentor Narcís Serra, pocas cosas habrá que no conozca de sus adversarios o correligionarios. Iceta ha sido siempre el auténtico peligro para la España constitucional, para la monarquía, para el centro derecha y para la unidad territorial. Que nadie se llame a engaño.

Iceta, en cambio, se las sabe de primera mano y las tiene todas perfectamente archivadas en su agenda

Es el Moriarty de la política, como lo definí en cierta ocasión. En cambio, Sánchez es un perfecto inútil y un ignorante pagado de sí mismo, pero Iceta es alguien que trabaja como un desesperado – sus jornadas suelen ser de 12 horas – y que goza del privilegio de haberse autoformado. Porque tener un título no es garantía de nada. Iceta es un autodidacta que habla, lee y escribe en varios idiomas, que está al día acerca de lo último en política, en filosofía, en poesía, en ciencia y en cultura. Iceta posee un humor fino, cruel, inteligente. Iceta sabe ser generoso hasta extremos ilimitados con sus leales e implacable y mortal con sus enemigos.

Para que no le quepa la menor duda a nadie, la incorporación de este político al consejo de ministros supone la maniobra más peligrosa de todas las de Sánchez hasta ahora. Ni siquiera los indultos la igualan, lo que ya es decir. Cuando le vi por televisión el otro día declamando como pocos saben en el Congreso, argumentando con una contundencia y una pasión brutales y sabiendo muy bien hacia quién y con qué artillería disparaba debo confesar que no pude por menos que admirarle. Es la misma sensación que tendría si viese que el ejército que tengo enfrente ejecuta una maniobra brillante. Lo cortés no quita lo valiente y sería estúpido menospreciar la habilidad e inteligencia de este hombre.

La incorporación de este político al consejo de ministros supone la maniobra más peligrosa de todas las de Sánchez hasta ahora. Ni siquiera los indultos la igualan, lo que ya es decir

Es una lástima que mi hermano Juan Carlos Girauta ya no esté en el Congreso. Entre muchas otras cosas, porque un debate entre él e Iceta hubiera sido glorioso. En un país en el que la gente no se acuerda de lo que cenó anoche, ambos tienen memoria. Así que ya pueden, podemos, irnos preparando. Si se confirman los pronósticos y el político catalán acaba siendo nombrado portavoz del gobierno y quién sabe si vicepresidente para asuntos territoriales – una posibilidad que suena una y otra vez en los mentideros habituales – veremos cosas. Muchas.

Incluso, con el tiempo, podríamos verlo de candidato. ¿Les parece una exageración? También lo parecía formar gobierno con Podemos, o los indultos y ya ven. En España puede suceder cualquier cosa. Incluso las más insospechadas. Moriarty como presidente de la nación. Qué giro histórico más sugerente. Ahora bien, querido Miquel, recuerda: todo Moriarty tiene su Reichenbach.