ÁLVARO NIETO-Vozpópuli

El presidente del Gobierno tenía un excelente cartel en la UE, pero su buena estrella ha empezado a declinar como consecuencia de sus últimas decisiones

Cuentan en Bruselas que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quedó exhausta tras la Conferencia de presidentes autonómicos a la que asistió como invitada de forma virtual el pasado 26 de octubre. Primero se tuvo que tragar una buena dosis de propaganda monclovita con una inusual ‘foto de familia’ donde ella actuó como figurante del verdadero líder: el presidente del Gobierno. Después, soportó estoicamente tres horas de reunión en donde cada presidente autonómico leyó su carta a los Reyes Magos y donde, para su sorpresa, al final no hubo ni una puesta en común de todo lo dicho ni un intento por consensuar algún documento a modo de conclusión.

Von der Leyen comprobó en carne propia cómo es la España de hoy: un presidente preocupado por la propaganda, diecisiete voces diferentes sin ningún interés en escucharse y una reunión completamente prescindible de la que no salió nada en claro más allá del caos y la falta de liderazgo. La distancia con su Alemania natal es inmensa: Angela Merkel pactó recientemente las medidas contra la pandemia en una reunión con los ‘lander’, compareció por televisión para explicarlas y después se sometió a un debate parlamentario. Todo lo contrario que Pedro Sánchez, que ha dejado a su suerte a las autonomías, comparece en la televisión sin tener mucho que decir y prefiere esquivar al Parlamento siempre que puede.

La presidenta de la Comisión se llevó una impresión pésima de esa reunión… y confirmó sus peores sospechas. El punto de inflexión en su opinión sobre España quizás haya que situarlo un poco antes, en concreto el día en que PSOE y Podemos propusieron una reforma del Poder Judicial para controlar el órgano de gobierno de los jueces. En cuanto se conoció la propuesta, el Ejecutivo comunitario reaccionó con dureza, y llamó la atención al Gobierno no sólo lanzando mensajes a través de la prensa, sino con una llamada telefónica a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, tras la cual Sánchez tuvo que anunciar que dejaba congelada su reforma. La propia Von der Leyen, alarmada por el tufillo antidemocrático de la propuesta, decidió cancelar su viaje a Madrid para asistir presencialmente a la Conferencia de presidentes autonómicos. Un desplante en toda regla hacia el Gobierno que se ha intentado camuflar alegando razones sanitarias.

Buen cartel

Sánchez ha gozado siempre de buen cartel en Bruselas. Alto, guapo, políglota, su figura gusta en las instituciones comunitarias porque, en apariencia, es lo más europeo que les ha llegado de España en 40 años. Sabedor de que les cae bien, el presidente del Gobierno seguirá prometiendo lo que haga falta con tal de que le suelten la pasta correspondiente para ir tirando. Y presentará unas previsiones irreales de déficit y deuda que, por supuesto, jamás se cumplirán, como ya ocurrió en 2019, cuando España disparó sus números rojos sin ninguna justificación y para sorpresa de la Unión Europea.

La duda está en saber cuánto tiempo van a permitir en Bruselas este juego de Sánchez. Y lo peor para el presidente del Gobierno es que el día que Von der Leyen quiera saber algo más sobre España se lo va a terminar preguntando al español que tiene más a mano, que no es otro que el comisario europeo de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, y que no es precisamente su mejor amigo.

El presidente utilizó vilmente a Borrell en el pasado, y éste lo tiene muy presente. Primero lo puso de ministro como parapeto ante los que desconfiaban de sus convicciones constitucionalistas. Luego lo colocó como cabeza de cartel en las elecciones europeas para aprovechar su fuerte tirón tras haber encabezado las protestas contra el independentismo en Cataluña. Y finalmente lo ha terminado aparcando en Bruselas para que no le haga sombra.

Como en Bruselas no le conocen mucho todavía, se creen que Sánchez va a realizar las reformas pendientes y que acabará cumpliendo los objetivos de déficit

El problema es que esa decisión de Sánchez, la de enviar a Bruselas a su peor enemigo, puede que se le acabe volviendo en contra en algún momento. Si bien es cierto que Borrell guarda un respetuoso silencio sobre todas las decisiones del Gobierno, el político catalán ya ha confesado a sus más allegados que está preocupado por los acontecimientos en España, especialmente por la reforma del Poder Judicial, la posibilidad de que los líderes del ‘procés’ sean indultados o el trato que se dispensa a Bildu como si fuera un partido más. 

Por tanto, Sánchez tiene que andar con cuidado. Si Borrell pasa al ataque, es muy probable que el Gobierno pierda el apoyo de la Comisión Europea en un momento en el que las cuentas españolas dependen de las ayudas comunitarias. Como en Bruselas no le conocen mucho todavía, se creen que va a realizar las reformas pendientes y que acabará cumpliendo los objetivos de déficit. De lo que tarden en descubrir la triste realidad dependerá que Sánchez consiga acabar la legislatura o, por el contrario, que se estrelle antes de tiempo. Veremos.