NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL

  • A Miguel Ángel Rodríguez hay que atribuir los buenos pronósticos que otorgan las encuestas a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso
Miguel Ángel Rodríguez, más conocido en todo Madrid como MAR, es uno de esos secundarios de lujo que salpimientan el ‘thriller’ para no dormir en que se ha convertido la política española. Aspira a mantener un perfil bajo, pero su ascendiente sobre la presidenta de la comunidad y su poder omnímodo en la toma de decisiones abortan cualquier aspiración de pasar inadvertido.

Isabel Díaz Ayuso lo tiene de padre político, erigiéndose ambos en antagonistas de esa otra dupla que protagoniza el momento actual, la de Pedro Sánchez e Iván Redondo en la Moncloa. Imposible entender los unos sin los otros.

Tan larga es su sombra que en Puerta del Sol lo llaman ‘presidente’, a pesar de que orgánicamente figura como jefe de Gabinete. La hoja de ruta de Díaz Ayuso, que no tiene por qué ser la del partido ni incluso la del ecléctico Gobierno de Madrid, lleva su rúbrica.

El distanciamiento va a más. En Génova, comienzan a ver a Miguel Ángel Rodríguez como el problema y no como la solución

A MAR hay que atribuir los buenos pronósticos que otorgan las encuestas a la presidenta de la CAM. También la estrategia de confrontación con el Gobierno central, especialmente durante la pandemia. Una estrategia que favorece los intereses de Díaz Ayuso pero que frustra el intento de Pablo Casado de trasladar una imagen más moderada y ampliar la horquilla de futuros votantes del PP.

Tan es así que en Génova han comenzado a ver a Miguel Ángel Rodríguez como el problema y no como la solución. Celebran con cuentagotas los días en que la prensa no abre con un titular de Madrid. La brecha entre Génova y Díaz Ayuso se agranda.

La moción de censura ha supuesto un imprevisto espaldarazo para Casado, que llevaba liderando su partido desde hace dos años pero que, por mor de la actualidad, apenas había contado con ocasiones para exponer su proyecto de país o, al menos, para que se lo tomaran en serio. En su duelo con Santiago Abascal, encontró la ocasión.

Casado era en octubre el líder con menor nivel de aprobación entre sus propios votantes, con solo un 59%

Según el pulso mensual de Metroscopia, Casado es quien ha experimentado el mayor crecimiento de entre los distintos líderes políticos en octubre, pasando a ser el tercer dirigente mejor valorado, con una aprobación del 25%, cuatro puntos más que en septiembre.

Aun así, continúa siendo el que menor nivel de aprobación obtiene entre sus propios votantes, con solo un 59%, muy por debajo de Abascal, en un 80%. El trabajo de campo en que se ha realizado la encuesta se extiende del 1 al 26 de octubre. La moción de censura contra Pedro Sánchez tuvo lugar los días 21 y 22 de ese mismo mes.

La conclusión de Metroscopia es que el presidente del PP «lidera, pero no destaca». De hecho, es percibido como el líder de la oposición al Gobierno por menos de la mitad de los españoles (45%) y, lo que es peor, por menos de la mitad de los votantes de derechas (44%).

Tras la moción de censura, y a la espera de comprobar si su discurso fue coyuntural —un ardid para salir de la celada de los de Vox— o estructural —plan de largo plazo para recomponer el centro derecha—, el perfil de Casado gana enteros de cara a los meses más duros de la pandemia, meses que van a exigir responsabilidad y sentido de Estado.

De ahí que en Génova recelen de la política de tierra quemada del ‘presidente’. No el del Gobierno central sino el de la CAM, Miguel Ángel Rodríguez. Cada choque de Madrid con la Moncloa supone un puñetazo en el estómago de Casado. Y Sánchez lo sabe. Y se aprovecha.

El distanciamiento es progresivo y ha provocado que, al contrario de lo ocurrido en otras ocasiones, la dirección nacional del PP haya evitado defender las últimas medidas de Isabel Díaz Ayuso respecto al decreto ley que dictó el Ejecutivo y que, en una interpretación libre del mismo, permite al Gobierno regional cerrar la comunidad ‘por días’ en vez del cierre perimetral hasta el 9 de noviembre.

El ministro Salvador Illa intentó dejar en evidencia al grupo parlamentario del PP echándole en cara que no hubiera registrado una enmienda al decreto en el sentido solicitado por la CAM. Pablo Casado, que fue quien puso a Díaz Ayuso al frente de la lista que la llevó hasta Sol, quedaba atrapado en el laberinto de su propio partido.

Bien es cierto que MAR ha ayudado a Isabel Díaz Ayuso a conseguir lo imposible: ganar las elecciones autonómicas, lograr formar Gobierno con Ciudadanos y el visto bueno de Vox, caminar sobre el alambre rodeada de consejeros que fueron presidentes de la CAM, aspiraron a serlo o quieren ocupar su puesto en un futuro no muy lejano, y lidiar a trancas y barrancas con una etapa, la de la pandemia, para la que no hay final bueno.

Pero la política de confrontación lo único que consigue es echar gasolina al fuego de la crisis y de la fatiga social. Agustina de Aragón debería dejar los cañones para mejor ocasión. Sería bueno para el líder de su partido, Pablo Casado, y lo sería también para España.