Resulta tan contradictorio que la política del Gobierno de Zapatero provoque tanta animadversión en los círculos del PP, pero suscite aprobaciones entusiastas en materia antiterrorista que, por esa razón, deberían saber distinguir lo importante para los ciudadanos de lo necesario para sus intereses electorales.
E l foco de tensión entre el PSOE y el PP está llegando a tal grado de intensidad que, si la burbuja de Ajuria Enea no se mantiene asegurada, la prioridad de derrotar al terrorismo podría saltar por los aires. El culebrón de las sospechas sobre la presunta corrupción de algunos cargos del PP se ha contaminado por los excesos cometidos en filtraciones de secretos de sumarios, la levedad de algunas acusaciones y la presunta desobediencia de algún funcionario que ha querido hacer espectáculo al exhibir a los imputados de Palma esposados como un trofeo.
Con este panorama, la acritud entre el partido del Gobierno de España y el de la alternativa va cuajando hasta el punto de que Rajoy alude a la figura de la Inquisición para radiografiar el estado de ánimo de su grupo, que se siente espiado, mientras el ministro Rubalcaba se defiende diciendo que el PP incurre en una infamia con sus protestas sin pruebas. Mal asunto. Es un juego peligroso. No sólo por ese Estado de la tensión que está formando un poso de desconfianza digno del mejor guión policiaco, sino porque los dos partidos, en Euskadi, son socios necesarios. Tienen que afrontar el reto del cambio que, por lo que ellos mismos han podido comprobar en los primeros 100 días de gobierno, no está resultando nada sencillo porque el camino está lleno de señales tramposas. Y no se pueden distraer ni un momento de la lucha antiterrorista en la que está concentrado el consejero Rodolfo Ares.
Resulta tan contradictorio que la política del Gobierno de Zapatero provoque tanta animadversión en los círculos del PP, pero suscite aprobaciones entusiastas en materia antiterrorista que, por esa razón, deberían saber distinguir lo importante para los ciudadanos de lo necesario para sus intereses electorales. Es el peor momento para enzarzarse sin saber cómo deshacer esta maraña, porque la ciudadanía lo que quiere es cooperación cuando se presentan los grandes problemas de Estado. Después de haber visto este curso al presidente Zapatero y al jefe de la oposición, Rajoy, en los enfrentamientos dialécticos en el Congreso de los Diputados, resultó reconfortante verlos unidos, viajando incluso juntos, cuando ETA volvió a matar. Y ahora que ETA da los coletazos propios de un animal herido dejando, por cierto, descolocadas a las autoridades que no han sabido si los terroristas están, se han ido o veranean en las islas Baleares, no es momento para tanto enfrentamiento.
En Euskadi, los simpatizantes de la denominada izquierda abertzale van de feria en feria, parapetándose detrás de las fiestas populares para proclamar su apoyo a ETA a pesar de las prohibiciones, mientras la Ertzaintza da máxima prioridad a la unidad antiterrorista. Saben que no pueden distraerse ni durmiendo. Y el nuevo Gobierno vasco es consciente de que no es sólo el grupo terrorista quien busca su fracaso. Hay otros muchos que quieren ver hundido al Ejecutivo de Patxi Lopez, que seguramente recordará con qué facilidad un pacto que parecía tan sólido como el de Ajuria Enea acabó volado en mil pedazos. De ahí que la determinación en seguir adelante con el apoyo del PP sea el aval de garantía de la estabilidad en Euskadi.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 12/8/2009