ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • ¿Se siente cómodo Sánchez en la soledad a la que pretende arrastrarnos en la crisis desatada por el ataque iraní a Israel?

Existe una cuenta en X, antes Twitter, bajo el nombre Mr. Handsome o Sr. Guapo, dedicada a loar las glorias de Pedro Sánchez. La lleva una militante socialista llamada Montserrat Gusano, que cobra de nuestros impuestos, a través del Congreso, por halagar la vanidad del presidente y tratar de conseguirle votos con argumentos tan sólidos como el de esa supuesta belleza. En cualquier país serio de nuestro entorno semejante frivolidad resultaría inconcebible, máxime habiendo dinero público de por medio. Pero España ha dejado de ser un país serio para convertirse en una parodia, o más bien un esperpento, y es evidente que a Pedro ‘el guapo’ no solo no le avergüenza ese ejercicio de adulación babosa, sino que le parece merecedor de financiación con cargo al erario. Él se mira en ese espejo y se relame de satisfacción, se gusta intensamente, tanto de frente como de perfil, en lo real y en lo metafórico.

Este fin de semana, mientras los líderes del mundo libre se alineaban al unísono en la condena sin paliativos del ataque iraní contra Israel, Mr. Handsome optó por emular el dibujo que preside su ‘alter ego’ tuitero, a lo Cleopatra, profiriendo esta vacuidad bochornosa: «Seguimos con máxima preocupación los acontecimientos de Oriente Próximo. Hay que evitar a toda costa una escalada regional». Entre tanto, la portavoz de la Casa Blanca afirmaba en un comunicado: «Los Estados Unidos están con el pueblo de Israel y apoyan su defensa ante las amenazas de Irán». El ‘premier’ británico enfatizaba: «Condeno en los términos más enérgicos el ataque injustificable del régimen iraní contra Israel». Similares palabras de «firme condena» empleaba Emmanuel Macron, subrayando su solidaridad con el pueblo israelí. Y así, sucesivamente, todos los integrantes del G-7. Nueve horas tardó Sánchez en unirse a la repulsa de nuestros aliados, e incluso entonces lo hizo recurriendo a la equidistancia, sin mencionar a la víctima, Israel, y añadiendo una coletilla probablemente aprendida de su amigo Otegui, maestro en el uso de ese lenguaje infame cada vez que ETA cometía un asesinato: «El Gobierno de España lo condena, como ha condenado y condenará siempre toda forma de violencia que atente contra la seguridad y el bienestar de civiles inocentes».

España no se merece un presidente tan cobarde. No es digno de nuestra historia, de nuestro legado, de nuestro ser. ¿Dónde aspira a colocarnos un dirigente incapaz de tomar el partido de Occidente en una crisis tan flagrante? ¿Se siente cómodo en la soledad a la que pretende arrastrarnos? Por si no bastara con la campaña que en los últimos meses le ha llevado a enemistarnos con Tel Aviv al clamar en el desierto por un reconocimiento de Palestina inconcreto e inoportuno, en esta hora decisiva elude comprometerse y se pone de perfil. Un pasaporte perfecto para jubilarse en el Grupo de Puebla.