El pez en el agua

ABC 02/12/15
IGNACIO CAMACHO

· Rajoy nada en aguas analógicas. Los emergentes, en las digitales. Sánchez parece un pez en la pecera equivocada

NO llevaba transcurrida media hora del debate de El País y ya Pablo Iglesias brillaba como proclamado triunfador en las redes sociales y en la propia página web de los organizadores. El eficaz ciberactivismo de Podemos había construido una narrativa exprés a favor de su líder según la técnica de invasión que tan buenos resultados le ha otorgado en la proyección televisiva de sus candidatos. Garantizar altas audiencias y fuerte repercusión en internet mediante la movilización de militantes y simpatizantes ha permitido al partido populista tomar posiciones de ventaja en la opinión pública con un peso sociológico real mucho más bajo que sus competidores; no hay programador de televisión que se resista a un producto de share seguro. La hegemonía podemita –divertido neologismo– en la comunicación ha resultado clave en su consolidación política; es la primera organización que ha entendido en España el poder extensivo de una ciberclientela bien retroalimentada.

La izquierda radical avasalló en la red el lunes para apoderarse del posdebate, con perfecta conciencia de la importancia de un relato favorable. Se lo permitían el marco y las circunstancias: era una retransmisión on line en una tribuna periodística de centro-izquierda y por tanto con un público natural proclive a sus intereses. Iglesias se sabía respaldado por una hinchada invisible mucho mejor organizada que la de sus rivales; pasara lo que pasara en el plató contaba con un aval externo de primacía autoconcedida. Por esa razón la criticada incomparecencia del presidente tiene en realidad muy poca relevancia para su estrategia electoral. Allí tenía poco que ganar; simplemente no era su público y en ningún caso, presente o ausente, iba a salir bien perfilado del balance. El pez siempre muere fuera de la pecera.

La noche del lunes dibujó con trazos nítidos el doble plano de esta campaña. Por un lado Rajoy en Telecinco, anunciando subvenciones al empleo y dirigiéndose a votantes familiares de mesa camilla; por otro, sus adversarios enfrentados en un escenario de nuevas tecnologías para la nueva sociedad. Política clásica –«de toda la vida», diría el marianismo– frente a política posmoderna. Y Pedro Sánchez encajonado del modo que menos le convenía: convertido en diana de los emergentes, obligado a fajarse con ellos emparedado incluso físicamente. No lo hizo mal, tuvo buenos momentos, pero estaba situado en un rol incómodo. Más que ejercer de líder de la oposición, parecía que disputaba unas primarias.

Estas elecciones son una confrontación bipolar de dos modelos sociales, y falta por ver cuál tendrá más peso. El PP apuesta por la mayoría silenciosa y analógica de las clases medias; los partidos nuevos, por la España joven y digitalizada. En medio está el PSOE tratando de abarcar ambos planos; no está claro si en ese eclecticismo corre el riesgo de quedarse entre dos aguas.