NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL
- Mazzucato es una de las fuentes inspiradoras para la oficina que coordinará la gestión de los fondos europeos y que dirige Manuel de la Rocha. El capitalismo progresista ya está aquí
Se llama Mariana Mazzucato (52), tiene doble nacionalidad estadounidense e italiana, y está considerada una de las voces más influyentes en la actualidad por sus ideas sobre la innovación y el valor de lo público. ‘The Times’ le dedicó un artículo en 2017 que tituló: «Don’t mess with Mariana Mazzucato, the world’s scariest economist».
Forma parte de esa escuela cada vez más numerosa que asevera que estamos controlados por unos bancos y fondos de inversión que se mueven con un afán meramente especulativo y sin pensar en la inversión productiva; esa escuela, acaso nueva élite, para la que el futuro sostenible no se encuentra en los lobos de Wall Street y los consejos de administración de BlackRock o KKR, tal y como se vio en la crisis de 2008, sino en ‘papá’ Estado.
Propugna gobiernos que ejerzan de contrapeso al libre mercado actual, tengan un papel activo en la economía y sirvan de espoleta para la innovación en tecnología e inversiones en actividad productiva. Sus ideas, apadrinadas por una socialdemocracia que necesita de nuevos referentes para sobrevivir al caos en que habita, suponen toda una patada al trasero del sistema vigente. Es ese capitalismo progresista (sic) del que habla el Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz en su último libro.
Mazzucato ha recibido elogios de Bill Gates; ejerce de consejera del Partido Laborista del Reino Unido en política económica; tiene hilo directo con la congresista socialista Alexandria Ocasio-Cortez, defensora del New Green Deal; es la economista de referencia de Íñigo Errejón y una de las fuentes inspiradoras para la oficina que coordinará la gestión de los fondos de rescate europeo de Moncloa, oficina que dirige Manuel de la Rocha y que se encuentra bajo el paraguas de Iván Redondo.
El capitalismo progresista se impone en el Gobierno español. El dinero público como catalizador de una economía innovadora y sostenible
La cuestión no es baladí. Más bien, se trata de toda una declaración de intenciones. Además de distribuir ayudas y créditos blandos a las empresas, el Gobierno pretende intervenir hasta el tuétano en la economía. No solo con esas reformas estructurales que le exige la UE para poder beneficiarse de los fondos Next Generation, y no solo como financiador de los proyectos público-privados que presenten al ‘task force’ bruselense para ejecutar las ayudas.
El plan de recuperación va más allá. Tan es así que incluso aspira a entrar en la estructura de capital e influir en la estrategia, lanzar fondos con dinero público que den cabida a inversores privados, ‘business angels’ y puede que hasta ‘private equity’, y arrastren a estos actores hacia actividades productivas en pequeñas y medianas empresas innovadoras, apostatando así de la economía financiera que tan pingües beneficios les han reportado durante años. No se trata de rescatar empresas. Se trata de invertir en ellas.
El Estado como accionista de compañías con modelos de negocio centrados en la innovación y la sostenibilidad, elementos de dudosa rentabilidad hasta hace poco, pero que ahora parecen convertirse en el bálsamo de Fierabrás de un decadente sistema capitalista.
Es esa nueva era de la que habla el Ejecutivo a raíz de la catarsis del covid-19, que tiene que ver con una nueva Europa, un nuevo contrato social, un nuevo mapa político tras los movimientos tectónicos del populismo y una nueva economía sustentada en la transición ecológica y la transformación digital. Es esa ‘España que nos merecemos’ de la que versaba el discurso de Pedro Sánchez de este fin de semana.
Una hoja de ruta enfocada en el valor de lo público, que cogerá vuelo una vez se aprueben los Presupuestos Generales del Estado y que, muy seguramente, blindará el Gobierno de coalición hasta final de legislatura y posiblemente más allá. Como escribimos en este blog: la misma Europa que acabó con Varoufakis será la que salvará a Iglesias gracias a la lluvia de millones.
Se corre el riesgo de que los poderes emergentes aprovechen el dinero público para tejer una nueva red clientelar que blinde su ‘statu quo’
En una entrevista publicada en El Confidencial, Emmanuel Macron aventuraba el fin del capitalismo contemporáneo “porque el capitalismo se ha financiarizado, se ha sobreconcentrado y ya no permite gestionar las desigualdades en nuestras sociedades ni a nivel internacional. Y solo podemos responder a ello refundándolo”.
En esta refundación, habrá de nuevo perdedores y ganadores. Cada vez que aparecen nuevos recursos, como es el caso de la energía verde o la transformación digital, surgen nuevas estructuras que propician que una parte de la sociedad se aproveche de la otra.
Si además esta refundación viene sustentada en lo público en un momento de debilidad económica como el actual, se corre el riesgo de que los poderes emergentes aprovechen el dinero público para tejer una red clientelar que blinde su ‘statu quo’.
Como escribe Esteban Hernández en ‘Así empieza todo’, “la conversión de Greta Thunberg en un símbolo puede hacer creer al progresismo contemporáneo que el sistema pueda cambiar por completo mediante la mezcla de feminismo, juventud y ecologismo, pero de momento nada indica que esa opción haga otra cosa que apuntalar el sistema”.
Es el peligro del plan de recuperación español, que al final todo cambie para que todo siga igual. Mismos perros con distintos collares.