- El PNV podría decantarse finalmente por Feijóo y reservarse el comodín de la moción de censura para tumbarle en el futuro, como hizo con Mariano Rajoy.
A Alberto Núñez Feijóo le faltan cuatro diputados, sólo cuatro, para conseguir la mayoría absoluta. Y el PNV tiene cinco. Si el PNV apoyara la investidura de Feijóo, hasta le sobraría un diputado de los que tiene para hacerlo. A eso se le llama ir sobrado con cinco diputados en una cámara de 350.
Hasta ahora, todos los miembros del partido que han dicho algo al respecto, empezando por el presidente Andoni Ortuzar y terminando por el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, han dado un «no» por respuesta. Argumentan que la presencia de Vox «en la ecuación» (esa es la expresión utilizada por ellos) impide cualquier tipo de apoyo.
Hasta el lehendakari Iñigo Urkullu acaba de salir, muy en su papel institucional, separando partido de Gobierno. Pero contribuyendo a lo mismo: que con Vox por el medio, nada de nada.
Mientras, otros miembros destacados, pero fuera de servicio hace tiempo (como quien fuera presidente de la Diputación Foral de Bizkaia, la más poderosa del País Vasco y fortín inexpugnable del PNV, José Alberto Pradera), están abogando en prensa estos últimos días por un entendimiento con el PP. Dan por supuesto que Vox quedaría fuera del futuro Gobierno. Se trata de un sector del partido que cree que la tendencia actual del PNV, claramente a la baja, es consecuencia de la pérdida de la centralidad y de escorarse demasiado hacia la izquierda.
Pero al PP ni siquiera le harían falta estos últimos mensajes para seguir llamando a la puerta del PNV hasta finales de septiembre. Primero, porque es la única posibilidad que tiene de alcanzar el Gobierno. Segundo, porque el PNV es el eslabón débil del sanchismo, como explicamos en un artículo anterior.
Pero hay más. El PNV, por mucho que vaya de nacionalista y de independentista, se convirtió también en un partido refugio para la derecha vasca durante el periodo terrorista. Alguien muy influyente en su día me comentó que toda la mitología de Sabino Arana no es más que una pantalla para mantener a raya a la izquierda aberzale.
Lo que de verdad le preocupa al PNV es controlar la economía vasca, tanto la pública como gran parte de la privada. Empezando por el enjambre de empresas que trabajan directamente para la Administración. Incluida una multinacional (Petronor, filial de Repsol, dirigida por quien fuera presidente del partido, Josu Jon Imaz) que, junto con Iberdrola, aporta la parte del león a la Hacienda vasca, con el conjunto de sus ramificaciones empresariales repartidas por todo el País Vasco.
«El PNV va a ser quien decida el nuevo presidente del Gobierno de España»
La mayor parte del empresariado medio, así como el grueso de los funcionarios, autónomos y todo el ámbito rural están relacionados con el PNV, que ha controlado siempre, con breves excepciones en Álava y Guipúzcoa, las tres diputaciones vascas (que son las que recaudan los impuestos en el País Vasco), así como el gobierno autonómico (salvo los tres años de Patxi López).
Ya me dirán si un partido con este perfil responde a lo que entendemos por izquierda. Pero sus dirigentes quieren que se les vea así. Y para ello llevan a cabo una política muy estudiada de gestos acordes con todo el catálogo de la progresía internacional (políticas de género, cambio climático y acogida de inmigrantes).
Al mismo tiempo, en una mezcla incompatible en el fondo, implementa cada vez más la presencia del euskera en la Administración y en la enseñanza con resultados más bien discretos, cuando no raquíticos (en comparación a las inversiones realizadas). Pero el euskera es imprescindible para mantener el núcleo distintivo de su ideología.
Su principal rival, EH Bildu, que amenaza seriamente con superarle en todas las instituciones (en las últimas municipales ha sacado ya más concejales y alcaldes) es capaz, en cambio, de captar a la mayor parte de la gente joven del país.
Y eso, en un territorio donde la demografía bate récords de crecimiento negativo, significa que tiene el futuro de cara. Bueno, lo que se puede llamar futuro por aquí: unas nuevas generaciones muy reducidas en número y de calidad más bien dudosa. Al menos, en contraste. Son unas generaciones a las que, además de dárselo todo hecho, se las mantiene protegidas, gracias al euskera, de la competencia exterior.
Pero es el PNV, en medio de un evidente agotamiento del proyecto nacionalista vasco, el que decida el nuevo presidente del Gobierno de España. Porque puede sumarse sin problemas al frankenstein 2 y aupar nuevamente a Sánchez, con una mayor exigencia de competencias y compensaciones, que doblarían a las que consiguió en la legislatura anterior.
«La base social clientelar del PNV no vería con malos ojos engancharse al tren moderado y serio de Feijóo, que además es galleguista»
Pero, al mismo tiempo, su base social clientelar, de clase media, empresarios, autónomos y funcionarios, no está para bromas y no quiere arriesgar su buen nivel de vida. Por eso no vería con malos ojos engancharse al tren moderado y serio de Feijóo, que además es galleguista y que les dejaría hacer en la faceta nacionalizadora y euskaldunizadora.
Con vistas a las próximas autonómicas, que es lo que verdaderamente le preocupa al PNV ahora, si el partido sigue apoyando a Sánchez seguirá la tendencia actual de pérdida de votos hacia EH Bildu. El PNV está arriesgándose demasiado a que, si le dan los números, Sánchez haga una de las suyas en el País Vasco con EH Bildu y Sumar.
En cambio, si apoya a Feijóo, la abstención conservadora va a volver a votarles. Mientras, en la izquierda, el desconcierto y la desbandada, sin Sánchez en la Moncloa, podría ser de órdago.
[Afines a Urkullu acusan a Ortuzar de ‘acomplejado’ y piden negociar con el PP: ‘El PNV ya ha parado a Vox’]
La tentación de apoyar a Feijóo está siendo, sin duda, sopesada ahora por el sanedrín de chapelaundis que conforma la Ejecutiva del partido (el Euzkadi Buru Batzar). A cambio, el PNV tendría una posición privilegiada en el estado de cosas resultante. Y ya se encargarían ellos de conseguir lo poco que queda para completar el Estatuto. O sea, la gestión económica de la Seguridad Social (los sobres con las pensiones irían con el logo del Gobierno vasco: la procedencia del dinero sería lo de menos). Y, por supuesto, terminar de una vez la Y vasca.
Sólo les falta buscarse una excusa ad hoc, como se la buscaron para tumbar a Rajoy a cuenta de la Gürtel. Incluso el caso Rubiales, si siguiera enredándose, les podría servir.
De todas formas, siempre les quedaría el comodín de la moción de censura, si vieran que esta opción les perjudica más de la cuenta. Porque en política, como en la vida, conocer de antemano todas las consecuencias de lo que se decide es difícil, por no decir imposible. Hasta para el PNV.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.