Editorial-El Español

Apenas unos minutos ha tardado el PSOE, por boca de su portavoz Pilar Alegría, en rechazar la propuesta que Alberto Núñez Feijóo ha planteado a Pedro Sánchez esta mañana durante su reunión en el Congreso de los Diputados. «Feijóo está pensando sólo en salvar su pellejo» ha dicho Alegría. «Han pasado de querer derogar al sanchismo a rogar al sanchismo» ha añadido luego.

Tanta rapidez y desdén invitan a pensar que el «no» del PSOE estaba decidido de antemano. «Está claro que Sánchez prefiere negociar amnistías, referendos y desigualdades económicas con el independentismo» ha contestado Feijóo tras conocer el portazo del PSOE a su plan de una legislatura corta, de sólo dos años y basada en seis pactos de Estado, tras la que se convocarían elecciones generales de nuevo.

El «no» del PSOE era tan previsible como el hecho de que el PP se ampararía en el argumento de la lista más votada para exigir a Sánchez que permita gobernar a Feijóo.

Un argumento que EL ESPAÑOL no comparte. España es una democracia parlamentaria y la «costumbre» a la que alude el PP (la de que gobierne el más votado) no puede ser una norma: en España ha gobernado siempre el candidato más votado porque este ha sido el único capaz de conseguir una mayoría parlamentaria estable. Pero nada impide que el presidente pertenezca a la segunda o a la tercera lista más votada, o incluso que no pertenezca a ninguna de ellas. En sentido estricto, los españoles votan a sus representantes en las Cortes, y son estos los que escogen al presidente.

Pero la propuesta de Feijóo, a mitad de camino entre un pacto de investidura y una «gran coalición» a la alemana como la que EL ESPAÑOL viene pidiendo en sus editoriales desde las elecciones de noviembre de 2019, no debería ser rechazada de plano.

En primer lugar, porque los seis pactos de Estado propuestos por Feijóo son totalmente asumibles por el PSOE. Evidentemente, el demonio está en los detalles. Es decir, en las medidas que se aplicarían para cumplir esos seis objetivos (pacto por la regeneración democrática, pacto por el Estado del bienestar, pacto por el saneamiento económico, pacto por las familias, pacto nacional del agua y pacto territorial).

Pero ¿acaso no es mejor debatir esas medidas con un partido constitucionalista como el PP que con EH Bildu, el PNV, Sumar, ERC, Junts y el BNG?

En segundo lugar, porque la oferta de un plazo temporal de dos años, tras el que se convocarían elecciones generales, permite al PSOE contraofertar una legislatura compartida, con dos años de presidencia para Feijóo y dos para Sánchez, con el argumento de que ambos candidatos, en cierto sentido, han «ganado» las elecciones.

Lo que no se puede admitir en ningún modo es el argumento del PSOE de que los españoles han votado por la renovación del ‘Gobierno Frankenstein’ de Sánchez dado que la suma de PP y PSOE (258 diputados) es muy superior a la del PSOE, Sumar y todos los partidos nacionalistas (178 diputados). No hay más que preguntar a los electores socialistas por sus condiciones.

El endemoniado resultado de las elecciones del pasado 23-J, que condenaría a Sánchez a negociar cada una de sus medidas con todos los partidos nacionalistas y a conseguir el sí unánime de todos ellos, se resolvería en otros países, como la mencionada Alemania, con una gran coalición entre los dos partidos principales del centro político. Ese espacio en el que hoy se agrupan 2 de cada 3 españoles.

Feijóo, además, ha demostrado la suficiente flexibilidad como para proponer un pacto al PSOE que deja a los socialistas un amplio terreno de juego para plantear a su vez su propio «reparto» equitativo de la legislatura. Un pacto entre PP y PSOE, además, permitiría esquivar esos peligros existenciales para la democracia española que son la amnistía, el referéndum de independencia y la ruptura de la igualdad entre españoles que implican los pactos con partidos que buscan la quiebra de España.

Sánchez debería, como mínimo, recapacitar y dar una oportunidad a la propuesta de Feijóo. España y los españoles nos merecemos esa oportunidad. Pero si el presidente persiste en su «no es no» a cualquier negociación y/o pacto con el único partido del escenario político español con el que comparte una idea de España que no implica su destrucción, la principal víctima a medio y largo plazo será sin duda alguna el PSOE.