Olatz Barriuso-El Correo
- Los jeltzales ahondan su crisis castigados por el creciente abstencionismo de su electorado, en puertas de una renovación crítica y con Pradales obligado a echarse el partido a la espalda
Hay imágenes que las carga el diablo. Más por lo que ocultan en su reverso que por la estampa en sí. Ayer, en plena resaca del batacazo electoral «sin paliativos» del PNV en las europeas -según coinciden en señalar cuadros, ex altos cargos y militantes de base consultados en el partido-, al todavía lehendakari, Iñigo Urkullu, le hicieron pasillo 250 trabajadores de Iberdrola en la sede bilbaína de la compañía eléctrica para despedirle entre aplausos, a menos de dos semanas de que entregue la makila a Imanol Pradales en Gernika. El encuentro en la torre de Abandoibarra, organizado por el presidente de la empresa, Ignacio Sánchez Galán, no estaba en agenda y se erigió así, por sorpresa, en la otra cara de la moneda de la crisis de resultados del PNV.
La ironía del paseíllo triunfal de Urkullu estriba en que Sabin Etxea decidió prescindir del jefe del Ejecutivo vasco en funciones, uno de sus principales activos electorales, en mitad de un ciclo especialmente complicado tras los patinazos en las municipales y forales de mayo de 2023 y en las generales de julio pasado, en las que EH Bildu se quedó a mil votos y logró un diputado más gracias a su fortaleza en Navarra. El revulsivo no ha sido tal, el relato del relevo generacional no ha logrado ilusionar al electorado y el vía crucis jeltzale, tras evitar por los pelos el ‘sorpasso’ de los de Otegi en autonómicas, ha acabado mucho peor de lo que empezó: con el partido relegado a la tercera plaza en Euskadi, abandonado por buena parte de su electorado tradicional, por debajo de la barrera psicológica de los 200.000 votos e incapaz de ganar ni siquiera en su feudo vizcaíno, hasta ahora inexpugnable en los comicios al Parlamento Europeo. Y lo que es peor, con una sensación extendida en su cuerpo social de «desorientación», impotencia e incertidumbre respecto al futuro. «Se podrá vestir como se quiera», apuntan distintas fuentes jeltzales, «pero vamos de mal en peor». Otras hablan de «fracaso», algunas de «catástrofe» y hay coincidencia en reprochar al EBB algunos «errores de bulto» en nombramientos y conductas «que ahora estamos pagando» y su «falta de autocrítica».
Pero incluso Sabin Etxea empieza a asumir en público que el partido tiene un problema grave -«estructural»- y afronta una encrucijada que le obligará a sentarse en un metafórico diván para hacer examen de conciencia y tomar decisiones críticas que se antojan trascendentales en puertas de que el nuevo Gobierno vasco eche a andar -Pradales será investido el próximo día 20- y de que el EBB afronte su renovación, ya imposible de postergar. Pese a que en la noche electoral del domingo, Andoni Ortuzar intentó aferrarse al escaño de Oihane Agirregoitia y echar la culpa a la «polarización» y al «voto útil», ayer, aunque el EBB no se pronunció de manera oficial tras su reunión, Itxaso Atutxa concedió varias entrevistas en las que, aunque también habló de «objetivo cumplido», fue más descarnada.
«Es importante saber exactamente por qué nuestro electorado tradicional, el más clásico, sigue absteniéndose y sin salir de casa. No conseguimos que nuestro propio electorado se anime a ir a votar», lamentó la presidenta del BBB. La burukide no se respondió -en el partido lo achacan a una «pérdida de confianza» en la sigla, que generaría incluso rechazo en los jóvenes-, pero admitió que quizás no han sabido «leer» la crisis. En Sabin Etxea reconocen que el resultado «no es el que esperábamos», aunque recuerdan que el PNV ha ganado dos de las cuatro elecciones encadenadas.
En todo caso, hay mar de fondo. De marejada a fuerte marejada. Y no es para menos. La lectura de los resultados pueblo a pueblo ha desmoralizado especialmente a los jeltzales, que reconocen que, si se baja al detalle, los números «dan miedo». Especialmente, en Gipuzkoa, donde el PNV ahonda una crisis severa que ya le llevó a obtener en las pasadas autonómicas menos votos que en plena pandemia. Ahora sólo ganan en dos municipios de 88: Hondarribia y la pequeña localidad de Albiztur, de 245 habitantes. En Álava cunde la desolación por la cuarta plaza, en el territorio y en la capital. «Nos ha ganado hasta el PP», se lamentan. Y en Bizkaia, las alarmas se han disparado al perder por primera vez unas europeas. En los municipios grandes, el PNV sólo vence en Getxo, la única de las veinte localidades más pobladas de Euskadi donde es primero y con el PP pisándole los talones. Y, sobre todo, por perderlas frente a un PSOE al que, según el diagnóstico de muchos alderdikides, se ha ido parte del voto por perseverar en el apoyo a Sánchez. «Al final, tanto mimetizarse con las izquierdas, mucha gente que nos votaba sin demasiado convencimiento ahora les vota a ellos». Con todo, la amenaza, más que la competencia de Bildu -que pierde 19.000 votos respecto a 2019- es la abstención: el PNV se deja 186.000 papeletas, más de la mitad de las cosechadas hace cinco años, un tercio de su electorado si se corrigen los coeficientes de participación.
Números de «miedo»
En Gipuzkoa sólo ganan en dos municipios de 88, Hondarribia y Albiztur, y en Álava son cuartos
En su feudo tradicional
La derrota en Bizkaia, la primera en unas europeas, ha encendido todas las alarmas
Autocrítica
«No conseguimos que nuestro propio electorado se anime a ir a votar», admite Itxaso Atutxa
Renovación del EBB
La gran duda es si Ortuzar y su núcleo duro se quedarán, como parecía, o darán un paso al lado
Tomar el mando
Con ese panorama, la gran incógnita es ‘y ahora qué’. Cómo sobreponerse a la situación «sin referentes institucionales claros» a los que agarrarse. De ahí que muchos sospechen que a Pradales no le quedará más remedio que echarse el partido a la espalda sin esperar a los cien días de cortesía y «tomar el mando» desde Ajuria Enea, a la espera de que se vaya aclarando el panorama en Sabin Etxea. «No es fácil, pero no va a quedar otro remedio que marcar perfil desde el Gobierno», apuntan.
La pregunta del millón es, por supuesto, si Ortuzar, Atutxa y sus dirigentes de confianza se quedarán, como parecía hasta ahora para no descoser más el partido, o no tendrán más remedio que dar un paso al lado, algo que parece inevitable en las ejecutivas territoriales. Y si lo hacen, quién les sustituirá, si dirigentes de peso político -han sonado Aitor Esteban y Unai Rementeria- con pasado en el partido, o líderes frescos de nuevo cuño para empezar de cero. De momento, en Sabin Etxea no parecen tener prisa por convocar la Asamblea General en la que se elegirá al nuevo EBB, que debe fijarse con seis meses de antelación y que podría celebrarse a inicios de 2025, a expensas de que se despeje el panorama en Madrid y Cataluña.