EL CORREO 27/11/14
ALBERTO AYALA
· Sabin Etxea espera que Cataluña no le haga variar la hoja de ruta, pero asume que existen demasiadas incógnitas
El nacionalismo gobernante en Euskadi observa de reojo los acontecimientos en Cataluña. Lo hace desde hace tiempo, pero con singular atención desde que este lunes Artur Mas destapó su hoja de ruta para la secesión. Mejor dicho, las líneas maestras de esa hoja, porque subsisten media docena de incógnitas, y no menores.
La versión oficial que emite Sabin Etxea insiste en que nada ha cambiado tras la intervención del president ante un auditorio plural, sí, pero en el que no estaban los grandes empresarios ni los máximos dirigentes de los partidos de ámbito estatal.
«Cataluña tiene su camino y Euskadi el suyo. Para nosotros no ha cambiado nada porque no hay razones para que cambie», se dice desde el sancta santorum jeltzale.
Pero el partido de Ortuzar sabe que no es lo mismo que Cataluña ponga en marcha el calendario del president hacia la independencia en 18 meses con unas plebiscitarias en enero-febrero, a que lo haga tras las municipales de mayo o a que renuncie a ello.
La celeridad catalana inquieta a los jeltzales, contrarios a acelerar los ritmos para lograr un nuevo estatus político para Euskadi basado en la bilateralidad hasta después de las generales de dentro de un año. Entonces, con un nuevo ejecutivo en La Moncloa y con un año hasta las autonómicas vascas de 2016, será el momento de que todos destapen sus cartas.
Sea por interés partidista, porque disponen de información privilegiada, por intuición o por todo a la vez, en el EBB se duda que ERC vaya a plegarse a formar parte de la lista única del president. No al menos antes de que las municipales de mayo clarifiquen el mapa.
En Cataluña las certezas aún son menores. Pocos se atreven a apostar quien ganará el pulso MasJunqueras. Si los republicanos tragarán e irán en la lista única del president, presionados por un sector significativo sector de la ciudadanía ansioso de llegar a la confrontación final con el Estado cuanto antes. Si aguantarán el tirón, aún a riesgo de ser castigados en las municipales. O, incluso, si lograrán su objetivo: plebiscitarias sí y ya (final de enero o comienzos de febrero) pero con tres listas independentistas diferentes (la de Mas, la de ERC y la de las CUP).
Los republicanos creen que con esta fórmula la secesión sumaría votos en lugares como el poblado cinturón rojo de Barcelona. Votos, dicen, que nunca respaldarían una plancha de un líder convergente como Mas pero sí una de ERC. Pero no se les oculta que con ello se arriesgan a que la lista del president con representantes de la sociedad civil pueda terminar por robarles la cartera.
Preguntas sin respuesta
El 9-N ha devuelto el aliento a un Mas que hace sólo un mes parecía un cadáver político. Es la enésima cabriola de quien arrancó pactando con Zapatero, accedió a la Generalitat gracias al PSC, sacó adelante sus primeros presupuestos con el PP, y luego se hizo soberanista y pactó la consulta con ERC.
El president quiere convertirse ahora en el caudillo de la independencia y mueve con astucia sus cartas. Tal vez por ello oculta la respuesta a cuestiones clave: ¿Si el independentismo no logra la mayoría absoluta se repetirían las elecciones? ¿Avanzaría hacia la secesión con la mitad más uno de los votantes sea cual sea la participación? ¿Con qué piensa pagar las nóminas a sus funcionarios si el Estado responde al desafío cortándole el dinero que recibe del Fondo de Liquidez Autonómica? ¿Si no hay lista unitaria, con quién quiere agotar la legislatura? PSC y PP están dispuestos, pero sólo si abandona el independentismo. Demasiadas dudas por desvelar.