Olatz Barriuso-El Correo

  • El recurso contra la ley de vivienda da aire a la coalición abertzale para situar la pelea en el eje derecha-izquierda y fuerza a los jeltzales a buscar su desgaste por otros flancos

Una «pelea intensa». Así definió ayer Imanol Pradales, candidato a lehendakari del PNV, la pugna que se avecina entre su partido y EHBildu. De momento, a menos de dos meses de las elecciones, son los jeltzales los que han dado ya por abierta la confrontación a cara de perro en una precampaña que la coalición abertzale ha querido mantener en un ventajoso sopor, con un aspirante, Pello Otxandiano, volcado en la explicación teórica de su modelo (incluso ha publicado un ensayo de noventa páginas) y en explotar su talante sosegado y su imagen profesoral. En otras palabras, no asustar y dejar que sean otros –por ejemplo, la omnipresente Isabel Díaz Ayuso– los que despierten a su electorado más combativo.

Pero, por debajo, late un pulso endiablado, azuzado por las últimas encuestas publicadas, que pronostican un empate a escaños entre las dos fuerzas nacionalistas o, incluso, una victoria por la mínima de EHBildu. Una polarización irremediable que condiciona el discurso de PSE y PP, obligados a sacar cabeza o incluso a alentar el voto del miedo a un ‘Lizarra bis’. Con ese panorama, cada papeleta cuenta y resulta clave tanto movilizar a todos los votantes propios como pescar en caladeros ajenos. Y ahí las circunstancias favorecen a la coalición soberanista, como admiten, en privado, cargos jeltzales. «Ahora están en la cresta de la ola, veremos cómo acaba».

El propio Pradales reconoció ayer en RNE lo inédito del desafío «a dos» al que se enfrenta al PNV, agravado, asumió, por la «descomposición del mundo de Podemos» y la previsible absorción en EHBildu del grueso de su electorado. Los jeltzales han interiorizado hace tiempo que el espacio que representan los morados y Sumar, máxime tras un divorcio kamikaze en términos políticos, podría ser exiguo tras los próximos comicios.

Pero hay un factor sobrevenido que ha obligado al PNV a entrar al cuerpo a cuerpo antes de lo esperado: el recurso del Gobierno vasco ante el Constitucional contra la ley de vivienda estatal, que Bildu defiende de manera entusiasta –es la única fuerza soberanista del Congreso que lo hace– porque permite declarar zonas tensionadas y limitar el precio de los alquileres. El asunto ha irrumpido en campaña como un obús, lanzado, además, desde las propias filas. Ha sido la pata jeltzale del Gabinete Urkullu la que ha echado a rodar el recurso –con el argumento de que la falta de un acuerdo en los plazos previstos no dejaba otra opción– y ha arrastrado al PNV a un debate incómodo, y no sólo por la brecha que abre con el PSE.

Es un debate resbaladizo porque la invasión de competencias es mucho más difícil de explicar en campaña que las medidas para poner coto a los precios de la vivienda y porque deja el camino expedito a EHBildu para plantear la contienda desde su zona de confort, la confrontación ideológica derecha-izquierda. Por algo el equipo de campaña de Otxandiano avanzó que la vivienda será «eje central» de su campaña.

El PNV decidió contraatacar. No solo insistiendo en que está a favor de las medidas de control del precio de los alquileres o recordando, como hizo Pradales –al que sus correligionarios ven menos escorado a la izquierda de lo previsto–, que el 35% de la vivienda pública en España está en Euskadi, sino, sobre todo, entrando con todo por el flanco nacionalista. Buscar el desgaste del rival por derroteros menos arriesgados.

Si ya hace años que los jeltzales venían insinuando que Bildu es cada vez menos abertzale y más izquierda, ayer le acusaron directamente de rendirse al «paternalismo centralista» español. No fue casual que los mandobles se los dejara Sabin Etxea a la burukide María Eugenia Arrizabalaga, representante genuina del PNVguipuzcoano de Egibar y acostumbrada al cuerpo a cuerpo con Bildu, que ganó las últimas forales en el territorio aunque no pudo gobernar. «No sé qué deben al PSOE» para apoyar una ley que «se mete hasta la cocina» en el autogobierno vasco, concluyóArrizabalaga, que llegó a compararla con la Ley de Confirmación de los Fueros de 1839 que «en realidad los abolía». «Es frustrante que un partido que se dice soberanista pueda defender la usurpación de nuestra competencia con la única intención de intentar colocar al PNV en un supuesto polo de derechas» y alentar así «una confrontación falsa y populista de la peor clase», se despachó.

El otro flanco de ataque es, por supuesto, el del pasado de Bildu, hasta ahora poco explotado, aunque llegará. Pradales lo dejó caer al asumir que los jóvenes a los que Bildu puede seducir tienen amortizada a ETA porque no la han sufrido, pero ansían «libertad» y acabarán rebelándose contra «el control y la imposición» que representa la sigla. Vienen curvas. Al tiempo.