José Antonio Zarzalejos-El País
Lo más doloroso para muchos bilbaínos es que el Athletic haya suscrito el manifiesto independentista de EGD. El club vasco quiere parecerse al Barça. Otro éxito del ‘procés’
El domingo pasado acontecieron en el País Vasco graves hechos políticos. Más de 175.000 personas formaron una cadena humana entre San Sebastián y Vitoria, pasando por Bilbao, para reivindicar el derecho a decidir. Esta manifestación secesionista no es nueva. Lo es el entusiasmo con el que el PNV se incorporó a la iniciativa. Un entusiasmo hasta ahora inédito porque los nacionalistas parecían haber optado por el pragmatismo y una actitud institucional. El PNV, sin embargo, tras la disolución de ETA y haber pactado ventajosamente con el Gobierno del PP (nueva ley de cupo en 2017 y un Presupuesto favorabilísimo en 2018), ha dado un giro estratégico.
En la cadena humana estuvieron el presidente del EBB del PNV y miembros de la ejecutiva del partido, la presidenta del Parlamento vasco, los alcaldes de las tres capitales y los tres diputados generales que son los presidentes de la Diputaciones Forales que desempeñan en cada uno de los territorios las funciones de la hacienda pública. O sea, el partido-guía puso toda la carne en el asador. Compartieron festejo independentista con EH Bildu —al frente, el inevitable Arnaldo Otegi— y las estrellas invitadas fueron el también inevitable Gabriel Rufián y la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, papel que desempeña en Euskadi la organización Gure Esku Dago, organizadora de la marcha y que remedando el chantajismo etarra reclamó a los hosteleros de Vitoria el 10% de la recaudación de la jornada.
El porcentaje de separatistas detectado por la encuestas es relativamente bajo en el País Vasco (oscila entre el 14 y el 20 por ciento), después de haber registrado niveles muy considerables. La desaparición de ETA (no de su entorno civil) y el regusto amargo del fracaso del Plan Ibarretxe (2005), introdujeron en el secesionismo vasco un desaliento evidente y la consiguiente opción por una nueva etapa.
Sin embargo, el nacionalismo peneuvista solo sabe hacer política en determinados contextos tanto en Euskadi como en el conjunto de España. El PNV se mueve como pez en el agua cuando la vida vasca registra una cierta tensión que permite subir el tono de los discursos, sea en el Alderdi Eguna (día del partido) o en el Aberri Eguna (día de la patria). Los peneuvistas están acostumbrados a manejar y exhibir un estado de permanente y controlado cabreo. El maestro en esa añagaza fue Xabier Arzalluz. Y los que ahora están al frente de la organización (Ortuzar) y del Gobierno (Urkullu), tras un periodo de aparente sensatez, vuelven a las mañas de siempre.
Los nacionalistas vascos hacen compatible sus reclamaciones permanentes con el sistema paccionado financiero, la bilateralidad con el Estado de que disfruta Euskadi, la coalición en el Gobierno de Vitoria con el PSE y la colaboración tan fructífera (hasta que cayó con su voto Mariano Rajoy) con el PP, de la que también se benefician en el Parlamento Vasco. Tienen razón los nacionalistas catalanes cuando se pasman ante la benevolencia con la que en el resto de España se juzgan los comportamientos peneuvistas.
No es casualidad que este giro del PNV se haya manifestado al poco de tomar posesión el Gobierno de Sánchez
No es casualidad que este giro del PNV se haya manifestado al poco de tomar posesión el Gobierno de Sánchez, que está haciendo gestos a Torra centrados en abrir el diálogo con la Cataluña del proceso soberanista. El EBB se las sabe todas y está vislumbrando una nueva fase. Y quiere «mambo» a la catalana. El pasado domingo en el aquelarre separatista vasco estuvo muy presente la CUP. Ya comenté el 1 de junio («El PNV y la victoria de los aldeanos») que no porque los miembros de la ejecutiva peneuvista fuesen eso, aldeanos, son menos avispados que otros políticos. A los que ganan en cinismo. Guárdese Sánchez del PNV como debió hacerlo Rajoy. Y deje claras las cosas el nuevo presidente a Iñigo Urkullu que, según la portavoz, la vasca Isabel Celaá, será el primero de los presidentes autonómicos en visitar la Moncloa antes del verano.