JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 29/05/16
· Las alcaldesas de Madrid y Barcelona están en el laboratorio de la verdadera -hasta ahora- nueva política que consiste en el cambio del sistema desde su base.
En democracia, el poder se logra peldaño a peldaño, tramo a tramo. En mayo del pasado año la izquierda alternativa, o populista, aglutinada por Podemos, se hizo con mucho de base, el municipal, gracias entre otras circunstancias, auna colaboración errática del PSOE. Comenzó así la historia de poder institucional urbano de la ‘nueva’ izquierda, el largo y contradictorio camino de la socialdemocracia para encontrar sus propias referencias ideológicas y el decaimiento de la derecha del PP. En ese contexto, Ciudadanos actuó con la vocación que luego consolidó tras las elecciones del 20-D: oficiar de bisagra, mostrando, desde el liberalismo, una versatilidad que el sistema político español necesitaba.
No se entendería bien la trascendencia de que la izquierda alternativa, con Podemos a la cabeza, haya alcanzado el poder en grandes ciudades si no se tiene en cuenta que en 2030, el 85% de la población mundial vivirá en países en desarrollo y el 60% del total se concentrará en ciudades. Cada día se añaden casi 180.000 personas a la población urbana, lo que hace que las ciudades cobren un protagonismo político, económico y cultural decisivo (*). Más que la provincia; más, seguramente, que la comunidad autónoma o región, y tanta, o más, también que el propio Estado. Los ayuntamientos deberán gestionar en el futuro inmediato las “ciudades inteligentes”, resolver el desafío de la movilidad, convertirse en multipolares -no habrá centros únicos-, preservar el medio ambiente como condición de habitabilidad, iniciar la cultura de compartición a través de la economía colaborativa y, como consecuencia de todo ello, idear nuevos liderazgos.
Dos mujeres en España, Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y Manuela Carmena, de Madrid, están situadas en los pedestales de mayor poder y capacidad de referencia política. No solo porque se sitúen al frente de la administración de las dos grandes capitales que suman en habitantes, con sus respectivos entornos, casi una cuarta parte de la población total, sino también porque han logrado esa posición aupadas por agrupaciones heterogéneas (algunas de las cuales, contestan su gestión), no responden a disciplina de partido (tampoco a la de Podemos, aunque sea un partido-ingrediente fundamental de Ahora Madrid y Barcelona en Comú) y están mostrando una audacia revisionista -de muy desigual eficacia- que concita la atención general y la preocupación de muchos.
Iglesias sabe que la energía política nace de las bases del poder institucional y que el municipalismo es fuerza motriz de grandes movimientos políticos.
El diario ‘The Guardian’ se preguntaba hace un par de días si la de Barcelona era la alcaldesa “más radical del mundo”, justo cuando la Ciudad Condal registra una crisis de orden público por la acción de aquellos okupas a los queen otro tiempo Colau no solo comprendía sino que apoyaba, sin que ahora se enfrente propiamente a ellos. Todo extrañamente compatible, con la presencia sin precedentes, de la regidora en las jornadas de Sitges organizadas por “la casta” representada en el Círculo de Economía catalán.
Colau y Carmena son “ejemplos” para Pablo Iglesias a efectos de desarrollar la próxima campaña electoral, pero también de su “futuro gobierno”. Iglesias sabe -no es un secreto- que la energía política nace siempre de las bases del poder institucional y que el municipalismo es fuerza motriz de grandes movimientos políticos, a veces conservadores (el 22 de mayo de 2011 preludió la mayoría absoluta del PP), a veces nacionalistas (los ayuntamientos, por la secesión en Cataluña, son una pieza imprescindible del proceso), a veces revisionistas y populistas (como el de la izquierda de Unidos Podemos y otros grupos), posibles en sociedades como la española con uno de cada cinco de sus ciudadanos en riesgo de pobreza y exclusión según una muy reciente estadística del INE.
Aunque ni Colau ni Carmena atraviesen por su mejor momento -generan con su desmarque institucional, su alto grado de ideologización y la obsesión por ofrecer alternativas a las políticas de consistorios anteriores aunque fueran positivas, una fuerte agitación y polémica-, ambas expresan de manera constante una gran determinación en el ejercicio del poder (revestido tantas veces con un discurso naíf) tratando de revertir los modelos de gestión municipal anteriores hasta hacer irreversibles otros nuevos que impulsen una transformación general del sistema de democracia representativa a otro popularmente participativo.
Esa ambición política se delata con actos como el de ayer en Madrid: Paul Mason, autor de ‘Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro’ y uno de los autores que auguran el fin del sistema económico liberal y que dispone de una gran audiencia y capacidad de prescripción, conversó públicamente con Manuela Carmena sobre este asunto esencial: “Ciudades democráticas”. Para Mason, era la mejor interlocutora.
Las alcaldesas de Madrid y Barcelona están en el laboratorio de la verdadera -hasta ahora- nueva política que consiste en el cambio (“Ayuntamientos del cambio”) del sistema desde su base. Así se explica la singular conflictividad en la que se desenvuelven los Consistorios de Madrid y Barcelona. La batalla de las ideas, la gran pelea política -observando los derroteros y tendencias en el mundo, especialmente las concentraciones demográficas y los extraordinarios poderes que ostentan los grandes ayuntamientos- se producen en las ciudades.
De ahí que Iglesias haya establecido las referencias para su campaña y para su “futuro” gobierno: Colau y Carmena, poseedoras ambas de una determinación revisionista izquierdista (no transversal) inédita en la historia de la democracia española y a las que les faltan equipos de gestión eficientes y colaboradores que hayan superado el amateurismo, lo cual es relativamente importante: a ellas les motiva -véase el desmantelamiento de la Operación Chamartín- volcar el actual modelo político-social y económico. Se les enfrentan resistencias pero, al paso que van, estarían estableciendo ya las condiciones sociopolíticas idóneas para que un gobierno populista de izquierdas lo intentase. Por eso, además de radicales, son audaces.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 29/05/16