El PP busca implicar a Urkullu en su oferta de ‘pacto de Estado

Dos días después del 22-M, el PP ofrecía formalmente a los otros dos grandes partidos vascos, el PNV y el PSE, un pacto de Estado por la estabilidad con el objetivo de cerrar el paso a Bildu a las instituciones, especialmente en Guipúzcoa.

El PNV guipuzcoano, con Joseba Egibar a la cabeza, ya lo rechazó, pero los populares no quieren dar su brazo a torcer. De ahí su intención de elevar la presión pública sobre los peneuvistas y personalizarla específicamente en su jefe de filas, Iñigo Urkullu.

Veinticuatro horas antes de que delegaciones del PNV y el PP se reúnan hoy en el Parlamento -los nacionalistas se sentarán después con el PSE, como adelantó ayer EL PAÍS-, el propio Antonio Basagoiti compareció ayer en Bilbao, por primera vez tras la noche electoral, para repetir el ofrecimiento de un acuerdo a tres bandas hecho hace ocho días. Un pacto cuya importancia tras los primeros tanteos negociadores en Guipúzcoa el presidente del PP vasco trató en todo momento de enfatizar. En un momento «trascendente», ya no se trata solo de la gobernabilidad de las instituciones, sino de garantizar la convivencia para los próximos años y evitar un escenario de incertidumbre económica. «Estamos ante la oportunidad de un gran acuerdo democrático y transversal que durante muchos años ha pedido la sociedad vasca», enfatizó Basagoiti, la oportunidad de «certificar el final de las trincheras»

El PP quiere implicar públicamente al máximo a los nacionalistas y para ello repiten un argumento con el objetivo puesto en los sectores empresariales y económicos que pueden incidir sobre el PNV: el riesgo económico que supondrían gobiernos de Bildu, el regreso «a la Edad Media en la economía y al carro de bueyes en las infraestructuras», en gráfica expresión de Basagoiti.

Y el objetivo es personalmente Urkullu, aunque la decisión le resulte difícil o incómoda, apuntan los populares. «Está oculto y tiene que marcar una línea política clara», apuntaba ayer en privado un miembro de la ejecutiva del PP. Aunque el presidente nacionalista ya se oponía anteayer en su blog al pacto a tres bandas, Basagoiti le instó a «ser valiente» y anteponer «los intereses de Euskadi» a la intención de mantener cuotas de poder en Guipúzcoa.

Sin embargo, el líder popular eludió entrar en el hecho de que un cambio de opinión de Urkullu ahora supondría una desautorización expresa de Egibar, en plena negociación poselectoral y a pocos meses de que se abra la renovación en la ejecutiva nacional del PNV. «No quiero meter el dedo en el ojo a nadie», se limitó a responder.

El PP espera conocer hoy en la reunión en la Cámara cuál es «la actitud negociadora real» de los nacionalistas, en palabras de uno de los dirigentes populares que se sentará a la mesa. «Habrá que ver si plantean una posición unitaria y si se reafirman en lo dicho por Joseba Egibar en Guipúzcoa», añadió. Con todo, la actitud con la que tanto el PP como el PSE acuden a una cita «protocolaria» es de claro escepticismo, mientras que los nacionalistas incidirán en principio que su actitud es no levantar «bloques contra nadie», incluida la coalición soberanista.

Basagoiti aprovechó para lanzar varios dardos contra la vía libre que los socialistas abrieron el martes para alcanzar acuerdos puntuales con Bildu en Guipúzcoa. Aunque relató el valor de mantener la coherencia y los riesgos de «jugar a dos barajas», lo cierto es que el líder popular evitó hacer excesiva sangre. De hecho, miembros tanto de la ejecutiva vasca como de la guipuzcoana reducen a mera táctica ese planteamiento socialista. «No tiene tanta importancia», apuntan.

Coherencia en Álava piden más claramente los populares a su socio. «El voto socialista puede ser muy importante y no tengo duda de que así será», destacó Basagoiti, menos de dos horas después de que el portavoz del PSE, José Antonio Pastor, considerase «irrelevante» en Radio Euskadi el voto de su formación en ese territorio después del apoyo que Bildu anuncia a Xabier Agirre y vistas las intenciones que adelanta EB, cuya posición puede resultar clave al final.

EL PAÍS, 2/6/2011