Cristian Campos-El Español
 

Sólo llevamos cuatro días de campaña y algunas estrategias han quedado ya claramente definidas. Pero por encima de todas ellas, la del voto útil, que el PP defiende casi explícitamente y el PSOE a la remanguillé por aquello de no alienar a los votantes de Sumar. 

Como defiende EL ESPAÑOL en su editorial de este domingo, votar a Vox o a Sumar es tirar el voto a la papelera en 21 provincias españolas.

Son estas:

Álava, Albacete, Ávila, Burgos, Cáceres, Ceuta, Cuenca, Guadalajara, Huesca, León, Lérida, Lugo, Melilla, Orense, Palencia, La Rioja, Salamanca, Segovia, Soria, Teruel y Zamora. 

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En todas esas provincias, votar a Vox es un voto más para Pedro Sánchez, y votar a Sumar, un voto más para el PP. Y esto no es opinión ni interpretación, sino matemáticas.

El 23 de julio habrá miles de españoles que creyendo votar por principios le estarán regalando su voto a su rival más fuerte. 

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¿Será decisivo el debate de esta noche? Sí, pero no en el sentido que cree mucha gente. El debate no moverá voto de Sánchez a Feijóo o de Feijóo a Sánchez (las ovejas que entren compensarán las que salgan), sino de Vox al PP y de Sumar al PSOE. La clave no estará por tanto en cuánto ridiculice Sánchez a Feijóo o en cuán presidencial parezca Feijóo en contraste con un Sánchez ensimismado en su propio selfi, sino en cuanto apele el discurso de Sánchez al votante de Sumar y el de Feijóo al de Vox. 

En este sentido, y más allá de las encuestas sobre quién ha ganado el debate (pienso para pollos sin mayor relevancia en la vida real), el debate lo ganará quien sea capaz de arrastrar más votantes de Sumar y de Vox hacia su terreno

El resto sólo servirá para rellenar páginas de periódico. 

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El PSOE ha apelado a la «épica de las remontadas del deporte» en su editorial de El Socialista, el boletín oficial del partido. También arremete en él contra Narciso Michavila, al que acusa de todo aquello que hace Tezanos (manipular encuestas), y manda a Feijóo de vuelta «a su yate», se supone que en referencia al barco del narco Marcial Dorado, por la famosa foto. 

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Cuando el PSOE pactó con Podemos en 2019, muchos a la izquierda de la izquierda advirtieron a Podemos. «Cuidado, porque en un gobierno de coalición el partido pequeño suele domesticarse para mimetizarse con el partido grande».

Pero en el caso del PSOE y de Podemos, ha ocurrido lo contrario. El podemismo se ha apoderado del lenguaje y los modales del PSOE, que son ya indistinguibles de un partido que, irónicamente, ha desaparecido del escenario político en favor de una versión dulcificada (al menos en las formas, que no en los contenidos) de sí mismo. 

La paradoja es interesante. Cuando el podemismo se ha ablandado a la vista del fracaso de su estrategia guerracivilista, el PSOE se ha fortificado en barrica. Es el «necesitamos tensión» de Zapatero a Gabilondo convertido en política de Estado. 

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Un solo ejemplo. José Luis Ábalos entrevistado ayer domingo por un diario no gubernamental. «La abstención para que el PP gobierne sin Vox no debe ni contemplarse».

¡Di que sí, Ábalos! ¡Cuanto peor, mejor para el PSOE!

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Es un proceso similar al ocurrido en Cataluña, donde ERC (el partido independentista por excelencia) y Convergencia (el partido del nacionalismo moderado) intercambiaron sus papeles a raíz del procés y ahora es ERC la que pide diálogo y moderación con el Gobierno central y Junts el que pide choque de trenes y revoluciones de Hacendado.  

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Los sondeos dibujan tres bloques claramente definidos.

En uno de esos bloques está Tezanos, que apuesta por una victoria pírrica del PP en las urnas que no le permitiría gobernar ni siquiera con los votos de Vox.

En la trinchera de enfrente, Gad3, que apuesta por una victoria holgada del PP (150-160 escaños) y una mayoría del bloque de derechas de cerca de 180 escaños.

Y en tercer lugar, una inmensa clase media de las encuestadoras que se sitúa a medio camino de ambos colosos y que vende una cierta ralentización del crecimiento del PP y un leve crecimiento del PSOE (alimentado por los malos resultados de Sumar, que no acaba de cuajar). En estas encuestas del centro centrado demoscópico, unos pocos votos decidirán si PP y Vox suman mayoría absoluta o no. 

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Me escribe una fuente habitual del PP. Una de esas que gana campañas para ellos y que algo sabe de estrategia política. Me advierte sobre esta intervención de Borja Sémper en La Sexta, que yo había alabado en Twitter. 

«Que alguien le diga al PP [mi fuente siempre habla del PP en tercera persona: él es un profesional de la estrategia política, no un hooligan de su partido] que a los españoles se la suda el fiscal general del Estado». 

«Ni una mención a Bildu ni a los golpistas catalanes. Y que si el ministro de Justicia y el Consejo General del Poder Judicial. ¡Nadie deja de ir de vacaciones para echar a un tío que hace no sé qué con no sé qué administración! La gente piensa ‘¿el fiscal general del Estado qué hace? ¿No es del Estado?».

«Nos pasamos el puto día haciendo debate para tertulianos de Alsina sin entender que esto va de que te voten en un suburbio de Soria». 

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Tiene toda la razón, por supuesto. En dos puntos en concreto. En el análisis puramente estratégico. Y en el análisis de los medios de comunicación, cuya desconexión con la realidad de nuestro público, nuestra obsesión por escribir para otros periodistas y para los políticos y los empresarios y las élites y no para los lectores, nos está condenando poco a poco al ostracismo. No es que Google nos esté reventando: es que Google ha detectado que no conectamos ya con los lectores.

Entre la vida (los lectores) y la muerte (el clickbait) hemos escogido el término medio, es decir la enfermedad (escribir para nosotros mismos). Moriremos más lentamente, cierto. Pero moriremos. 

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El sanchismo, y ahí tiene razón mi fuente, no es el asalto a las instituciones del Estado, cuyas funciones y equilibrios internos son desconocidos por el 90% de los españoles. Porque ese es un análisis para politólogos, catedráticos de universidad pública y periodistas, no para el votante medio que cree que los votantes del PP se santiguan cuando un tertuliano blasfema en La Sexta. 

El sanchismo es Bildu, ley del ‘sí es sí’, Marruecos, indultos y Falcon. Ahí, en el mismo centro de ese pentagrama de catástrofes está la mayoría absoluta de Feijóo. ¿Populista? Sí, claro. ¿Demagógico? No tanto. No hay ninguna mentira ahí. 

Pero es que el PP se está enfrentando a un populista, no a sir Winston Churchill

Anteriores entregas de Maldades en campaña:

Día 1: Empieza fuerte la campaña: Yolanda propone amordazar a los medios

Día 2: El mejor escenario para Sánchez nos conduce a segundas elecciones

Día 3: Estas elecciones las va a ganar quien tenga más ganas de ganarlas