ABC 25/10/15
· Ciudadanos solo se lo plantea si la brecha en votos con el segundo «es grande» y si Génova asume la regeneración y la limitación de mandatos
El partido que ha gobernado España durante los últimos cuatro años ya ha asumido que, si aciertan las encuestas que lo sitúan como el primero en votos pero lo alejan más de 30 escaños de la mayoría absoluta, el 21 de diciembre tendrá dos opciones: plantear una gran coalición con un PSOE que ya lo ha repudiado o llamar a la puerta de otra fuerza, en su linde ideológica, para seguir en La Moncloa. Y Mariano Rajoy sabe que al otro lado solo puede estar el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, al que no tiene especial simpatía.
No obstante, en este nuevo partido se tiene claro, según ha sabido ABC de uno de sus dirigentes, que ese acercamiento solo se producirá si la brecha en votos entre PP y el segundo «es muy grande, ya que la mayoría absoluta no es tener un escaño más o cosechar menos del 30% de votos». Y si Génova asume medidas de ética democrática.
Que esa lección de transparencia ha sido bien entendida en el PP lo demuestra la aprobación durante la legislatura de un paquete de disposiciones de regeneración culminadas el pasado viernes con la inauguración por parte del propio Rajoy de la Oficina que recuperará el dinero robado en delitos de corrupción, una de sus promesas estrella. Un alto cargo desvincula estas decisiones de una aproximación táctica a Ciudadanos, ya que «estaba en nuestro programa de Gobierno», pero reconoce que su partido «ya se prepara para un pacto que, como en el caso de la Comunidad de Madrid, podría ser imprescindible» si se quiere revalidar el poder. Esa baza solo podrá jugarla Génova, claro está, si el político catalán no plantea un órdago que últimamente niega: que su apoyo vaya vinculado a la retirada del hoy presidente. En Ciudadanos nadie es capaz de trazar esa línea roja, insólita en la carrera a La Moncloa. Un dirigente de esta formación se remite, en respuesta a ABC, a lo dicho por Rivera repetidamente: «Nosotros no le vamos a hacer las primarias al PP», que es lo mismo que afirmar que el líder lo decide su adversario, no Ciudadanos. Sin embargo, no hace mucho el propio candidato de la fuerza naranja decía lo contrario: «No hemos montado todo esto para que Rajoy sea presidente». Lo cierto es que la ambigüedad de los portavoces de la nueva organización se diluye cuando la conversación es privada; entonces, desmienten categóricamente que se vaya a vetar ningún nombre. En todo caso, el PP sí ha trazado su frontera infranqueable: «Con Ciudadanos habrá que hablar de todo si es necesario –sostiene un ministro–, pero desde luego lo que no está en cuestión es el nombre de Mariano Rajoy».
En ese escenario, la alianza tendrán que sellarla dos personas a las que separan 24 años, una brecha generacional considerable, y poca empatía, por no decir ninguna, como reconocen ambas partes. «Comieron en La Moncloa el 2 de junio pasado –confiesan en el PP– y, aunque fue un encuentro cordial, no hubo ninguna química». Desde entonces, Rivera se queja de que el presidente «no me llama ni quiere verme, ni siquiera para hablar del desafío catalán». Pero esa frialdad va a tener que cambiar, si, como avanza la encuesta de GAD3 que publicó ABC el pasado miércoles, el PP pierde 58 diputados y necesita sumar sus 128 actas a las 56 que cosecharía Rivera.
«Todavía hay partido»
Aunque el presidente insiste en las reuniones de campaña en que «todavía hay partido» y fía a los dos meses que quedan para los comicios «poder ganar parte del terreno perdido», en su equipo no todos son tan optimistas. Por ello, varios miembros de la cúpula estudian ya los pasos que habrán de dar en la mejor de las tesituras que vaticinan los sondeos: que la suma de escaños del PP, como primera fuerza, y de Ciudadanos invalide cualquier intento del PSOE de negociar con Rivera para costruir una alternativa de izquierdas, a la que pudiera añadirse Podemos con apoyos puntuales. De hecho, la estrategia en la que trabajan en Génova es, en palabras de un dirigente, «conseguir ser los primeros» (todas las encuestas así lo certifican, aunque alguna habla de un empate técnico que en el PP no se creen); «mejorar algo los pronósticos para llegar con más fuerza a la negociación»; y luego «hacerle llegar a Rivera un mensaje de responsabilidad, altura de Estado y de exigencia de estabilidad en España».
Pero el partido que todavía gobierna sabe que ese respaldo no será fácil. Ni conseguirlo ni mantenerlo. No hay más que mirar los modelos regionales a mano para concluir que con el PP, el partido naranja es especialmente «exigente». De hecho, en la dirección del PP se repite recurrentemente «que la diferente vara de medir de Ciudadanos con el PSOE de Andalucía y con las Comunidades del PP (Madrid, Castilla y León, Murcia y Rioja) invita a pensar en la imposición de condiciones draconianas tras los generales». Sobre todo si la irrupción de este partido en el Congreso es tan potente como la demoscopia augura, con cerca de 60 asientos parlamentarios.
Por lo pronto, en el equipo de campaña se han estudiado «milimétricamente» los 76 puntos que configuran el acuerdo que llevó a Cristina Cifuentes, aupada por Rivera, a la Presidencia de Madrid. Y de esas exigencias, apuntan las mismas fuentes populares, «las que más interesan son las referidas a la regeneración y a la transparencia». El presidente quiere, no obstante, llevar la delantera e incluirá varias apuestas en su programa electoral, sin que se descarte la limitación de mandatos, una de las condiciones de Rivera que ya aceptó el PP en Madrid.
Las líneas rojas del PP
Una de las líneas rojas de Cifuentes en su negociación con Ciudadanos, según reveló el consejero de Presidencia, Ángel Garrido, fue la bajada de impuestos a los madrileños. También en la dirección nacional se marcan ese límite, y añaden otro más: «Todo lo que tenga que ver con la regeneración es asumible, pero nunca un modelo de Estado diferente al que defendemos».
Otra propuesta será la imposición de primarias, que ya planteó Rivera a Cifuentes. En ese terreno, que a Rajoy no convence especialmente, podría avanzarse en el Congreso que el PP celebrará en 2016. Para ello, se tendrán que cambiar los Estatutos, pues atañe a la organización interna del único partido que todavía no las ha aprobado. Nadie descarta que también ahí los tiempos cambien.